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Декабрь
2024

El mundo que viene: guerras tibias y calientes

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La alianza anti-occidental es una constante del siglo XX y la que se ha forjado en el siglo XXI es una evolución mucho más peligrosa que del siglo pasado, por ser mucho más agresiva, más grande y más variada por origen, objetivos, sectores e ideología. A diferencia de la del siglo pasado, en la presente coinciden de manera muy activa y virulenta la extrema izquierda, la extrema derecha y algunos movimientos ultranacionalistas de Europa. En este sentido es muy preocupante la victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Rumanía [que el viernes fue tumbada por el Tribunal Constitucional rumano] de Calin Georgescu, candidato de la derecha dura, ultranacionalista, prorrusa, anti-OTAN y euroescéptica. Vamos, que tiene todo. Es un dislate de proporciones cósmicas que la extrema derecha considere a Putin el paladín de la Europa blanca cristiana, primero por el profundo racismo y xenofobia que rezuma y segundo porque Putin y su régimen no creen más que Rusia y sus satélites y en la utilización de sus terminales agresivos contra sus enemigos de Europa y resto de Occidente, es decir que es uno de los mayores peligros para Europa, no su salvador.

Desde el punto de vista geopolítico los bloques tienen unos miembros fijos y otros en función de los resultados electorales. El bloque occidental liderado por los EE UU y en el que están los estados miembro de la OTAN y la UE (algunos miembros de la UE no lo son de la OTAN, Chipre, Austria e Irlanda), las democracias del Lejano Oriente y Oceanía (Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda -con matices- Tailandia, Filipinas, Singapur y aunque no es un Estado soberano ni miembro de la ONU, Taiwán) y algún país de régimen de partido único como Vietnam que forma parte del bloque más por antagonismo con China y para defender su floreciente economía de mercado, que por coincidencias ideológicas que no existen. En Iberoamérica algunos estados que fueron destacados miembros de la alianza anti-occidental han mutado de bando por el cambio en sus gobiernos, Argentina, Ecuador o el Salvador entre otros. Es curioso que los argumentos anti-ucranianos de los extremistas de la ultra-izquierda o la ultra-derecha son casi exactamente iguales.

En el otro lado esta China, que ha definido a los EE UU y Occidente en más de un documento o en discurso de altos cargos del Estado y del PCC, como enemigos, cuando en Occidente se les definía como competidores, rivales o adversarios, pero no enemigos. La diferencia en el tono es evidente. China practica una estrategia multidimensional y de guerra híbrida contra sus adversarios/enemigos, comercial, arancelaria, crediticia, de ayuda al desarrollo condicionado. Además, están en un proceso de intensa expansión en África e Iberoamérica, intentando acaparar y de controlar las materias primas de mayor valor estratégico (Litio, Fosfatos, Vanadio, Uranio, Titanio, Cobre entre otros muchos) y las tierras raras de las que son primer exportador mundial y con cuyo embargo a Japón intentaron descarrilar su industria de alta tecnología.

Rusia y China tienen una maquinaria de propaganda y desinformación de dimensiones colosales y ambos comparten en la esencia de su ADN e identidad, el antagonismo profundamente arraigado contra occidente. No sólo sus televisiones oficiales Russia Today o la CCCTV sin olvidar sus agencias de prensa oficiales y oficiosas, cuentan, además, con aliados entre periodistas, mundo académico, algunos medios de comunicación occidentales y algunos partidos políticos muy activos y virulentos en su apoyo a Rusia, y/o China, y su exaltada odio y frontal oposición a la OTAN, EEUU, Occidente e Israel.

No podemos olvidar a los ya tradicionales esbirros de China y/o Rusia, las brutales dictaduras de Cuba (como ya lo fuera de la URSS), Venezuela o Nicaragua y algunos líderes políticos y sus partidos que cuando acceden al poder cambian de órbita convirtiéndose en incondicionales de la alianza o como poco en fervientes simpatizantes. Entre estos los más destacados: Gustavo Petro, Lula Da Silva, el turbio mundo Kirchnerista y otros de similar pelaje. En este sentido, la victoria en Uruguay de la versión dura, durísima del Frente Amplio, más en la línea del viejo marxista-leninista exguerrillero Pepe Mujika, augura poco o nada bueno. La vicepresidenta electa de Uruguay Carolina Cosse, que se negó a calificar de dictadura al régimen narco-totalitario chavista de Maduro y su abominable PSUV. En este contexto de coincidencia ideológica, cobardía ante el extremismo o una mezcla de ambas cosas, brilla con luz propia el presidente izquierdista de Chile Gabriel Boric que, para sorpresa de muchos, ha sido particularmente duro con Maduro y su narco-mafia. Todo este mundo pertenece al siniestro ámbito de Foro de Sao Paolo, que merece un análisis aparte y que es la vanguardia ideológica de la alianza anti democrática y anti-occidental, trascendiendo a su ámbito meramente Iberoamericano.

No podemos olvidar dos elementos centrales del eje anti-occidental, el monstruoso régimen de los ayatolás y el esperpéntico pero peligrosísimo régimen norcoreano. El primero es uno de los elementos más intensamente desestabilizadores de la paz y seguridad mundiales. El régimen iraní está embarcado en una guerra sin cuartel contra todo lo que representa occidente, y el Estado de Israel, pero también contra los estados árabes que son aliados de occidente especialmente, Jordania, Egipto, Bahréin y Arabia Saudí (así como otros también, pero con menor intensidad). Irán tiene una densa red de tentáculos, organizaciones terroristas y de milicias terroristas: Hizbollah en el Líbano; Huseynçilgr yihadistas chiíes de Azerbaiyán; Liwa Fatemiyoun lo mismo de Afganistán; Zainebiyoun Division/Brigades, los yihadistas chiíes pakistaníes; los brutales Harakat Hezbollah al-Nujaba (HHN) la organización terrorisa chií iraquí o el Hizbollah sirio. No se toman la molestia de disimular, tienen todos casi la misma bandera que la guardia revolucionaria iraní o el Hizbollah libanés, amarilla con un fusil de asalto Kalashnikov verde en el centro del estandarte.

Corea del Norte, que mata de hambre y aterroriza a su población, una de las más implacables dictaduras de la historia, es, sin duda, una de las más serias amenazas para la estabilidad mundial con su creciente arsenal nuclear. En un salto cualitativo sin precedentes, ha mandado miles de soldados de sus fuerzas mejor entrenadas a apoyar a sus aliados rusos. Se calcula que a fecha de hoy pueda haber entre 10 y 20 mil efectivos en Rusia y el estrafalario e imprevisible Kim Jong Un se ha comprometido a mandar por los menos 100.000, poniendo al mando a un general de su máxima confianza Kim Yong Bok, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército norcoreano y jefe de sus inmensas Fuerzas especiales de más de 150.000 efectivos.

Estamos ante escenarios muy inquietantes y el mes y medio escaso que queda hasta la toma de posesión de Trump el 20 de enero, podrían llegar a ser los 45 días más delicados de los últimos 40 años. Para colmo de males la coalición de grupos terroristas, milicias y opositores encabezada por el grupo terrorista Hayat Tahrir al Sham ha tomado Alepo y Hama. No podemos olvidar que, por mucho que su jefe Mohammed Al Jolani se vista ahora con la piel del corderito de Norit, sigue estando en la lista de grupos terroristas de la UE, los EEUU, Turquía y la OTAN. En Siria se están dando a base de bien algunos de las más execrables organizaciones, Daech y sus aliados y herederos, Al-Qaeda y sus aliados y herederos, los hijos de Al-Nusra, que, aunque ahora reniegue de su madre, forma parte el Hayat Tahrir al-Sham de al-Jolani.

Enfrente tienen a Irán, sus aliados y proxies-tentáculos habituales y su fiel esbirro el régimen tiránico de Bachar al Asad, heredero de su padre que era aún peor, si cabe, que su hijo. Mientras se destripen entre ellos, no los distraigamos, el problema es que no hay verdadera alternativa a ninguna de las dos terroríficas opciones que en todo caso, gane quien gane, se incorporarán al eje anti-occidental.