Adiós, mi gata amada
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No estaba en nuestros planes recibir a una gata en casa y compartir nuestra intimidad con ella. No la elegimos, no la adoptamos, no la invitamos a mudarse con nosotros. La gata vivía en casa de unos vecinos, quienes al parecer no le daban el cariño y las atenciones que ella merecía y la condenaban a pasar mucho tiempo en la calle. Con extrema prudencia, ella exploró la posibilidad de vivir en nuestra casa y ser parte de nuestra familia. En sus primeras tentativas o aproximaciones, se subía al techo de nuestras camionetas y advertía que nosotros, al verla, no la reñíamos ni la espantábamos, sino buscábamos acariciarla, procurábamos ganarnos su confianza y nos reíamos de sus extravagancias. -Señora Silvia,... Ver Más