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Emmanuel Macron trata de reconstruir su imagen en la reapertura de Notre-Dame

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Entre llamadas a su dimisión y una pérdida de influencia en la política interior del país, el presidente francés espera que la ceremonia sirva como reivindicación personal. En el acto estuvieron presentes alrededor de 50 jefes de Estado, además de los principales mecenas de la restauración de la catedral parisina

El doble fracaso de Emmanuel Macron: el retorno fallido del 'viejo mundo' y el auge de la extrema derecha en Francia

Francia celebró este sábado una gran ceremonia para celebrar la reapertura de la catedral de Notre-Dame de París, cinco años después del incendio que destruyó su emblemática aguja y causó graves daños en todo el monumento. Con el país inmerso en una crisis política y su popularidad en cotas mínimas, Emmanuel Macron ha querido aprovechar el respiro que le ofrece la celebración, retransmitida para todo el mundo y a la que asistieron casi 50 jefes de Estado y de Gobierno, para restaurar su imagen.

Entre los invitados estuvo el Presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. No acudió el Papa Francisco, que rechazó las invitaciones del Elíseo, pese a que este mes visitará territorio francés con un desplazamiento a Córcega, una ausencia muy comentada estos días en los medios galos.

El 15 de abril de 2019 un terrible incendió arrasó la catedral parisina, que en ese momento se encontraba en obras por una restauración. Las llamas devoraron la aguja, los techos, el reloj y parte de la bóveda, así como “la Forêt”, la espectacular armazón de vigas de madera que sostenía el tejado. Sólo la intervención de última hora de un equipo de bomberos en el campanario impidió que el fuego causase daños irreparables en el templo.

El incendio de la catedral de París marcó a un país particularmente preocupado por la decadencia de la nación (el 87% de los franceses siente que Francia está en declive). El entonces primer ministro, Édouard Philippe cuenta en su libro Des lieux qui disent que en las horas posteriores al incendio, las manos le empezaron a temblar de forma incontrolable.

Cinco años después, la investigación sobre el origen del fuego aún no ha publicado sus conclusiones, aunque la fiscalía ha descartado casi por completo la tesis de un acto provocado, así como la de un fallo de manipulación entre las personas que trabajaban entonces en las obras de restauración.

Queda por establecer la responsabilidad del Estado y del clero francés en la sucesión de omisiones de seguridad y decisiones negligentes que hicieron posible la tragedia. En paralelo, los tribunales investigan también las consecuencias potencialmente nocivas para la salud de este incendio, a causa del polvo cargado de plomo que extendió la nube de humo.

Legado

La misma noche del incendio, cuando el fuego aún no estaba totalmente controlado, Emmanuel Macron se comprometió a impulsar la recuperación del edificio. “Reconstruiremos la catedral aún más hermosa, y quiero que esté terminada en un plazo de cinco años”, afirmó el día siguiente en un discurso en televisión.

Desde entonces, el presidente francés ha seguido personalmente el proyecto, que vio como la oportunidad de construir un legado en la capital, como hicieron sus predecesores. Valéry Giscard d'Estaing se implicó especialmente en la inauguración del Museo de Orsay, François Mitterrand en la pirámide del Louvre y el Arco de La Défense, Jacques Chirac en el museo que lleva su nombre en el Quai de Branly.

Inicialmente, Emmanuel Macron se planteó organizar un concurso para construir una versión contemporánea de la aguja. Sin embargo, los expertos le convencieron para una reconstrucción fiel a la de Eugène Viollet-le-Duc de 1859. Macron optó por impulsar la sustitución de las vidrieras, que eran mismo periodo -y que se encontraron intactas tras el incendio- por unas nuevas, para dejar a la posteridad un recuerdo de la época actual. El resultado del concurso se conocerá próximamente.

La decisión de sustituir las vidrieras fue tomada en contra de la Comisión Nacional de Patrimonio y Arquitectura, y llevada a los tribunales por varias asociaciones de defensa del patrimonio. En cualquier caso, el presidente considera una victoria personal que Notre-Dame vuelva a abrirse al público dentro del plazo anunciado. Y en un periodo particularmente convulso de su mandato, el jefe del Estado quiere que la reapertura sirva para dar un impulso a su imagen.

“Esa obra que creíamos imposible, todos nosotros, en aquella tarde de abril de 2019. Pues bien, lo hemos logrado, igual que organizamos con éxito nuestros Juegos Olímpicos y Paralímpicos”, dijo Macron el jueves en su discurso televisado, tras la moción de censura aprobada contra Michel Barnier. “La catedral será devuelta a los parisinos, a todos nosotros, a los católicos del mundo entero y a las comunidades religiosas”.

Millonarios y multinacionales

El presidente visitó las obras una semana antes de la ceremonia, el viernes 29 de noviembre, momento que compartió con un millar de acompañantes, entre obreros, arquitectos y artesanos, “los más implicados en la reconstrucción”, según una frase empleada por el Elíseo para describir el acto. “Habéis demostrado al mundo que nada se resiste a la audacia”, proclamó entonces el jefe de Estado francés.

Entre los presentes también se encontraban algunos de los principales mecenas del proyecto de restauración. La impresionante recaudación de fondos, apoyada por una campaña nacional de suscripción, alcanzó niveles récord desde los primeros días, para acabar con 846 millones de euros recaudados, según las últimas cuentas de la institución pública Rebâtir Notre-Dame.

Por eso en las celebraciones de este fin de semana, entre los invitados de honor, al lado de los Jefes de Estado, se sentarán los mayores donantes. Un quién es quién del capitalismo francés, en el que se combinan grandes fortunas y multinacionales.

Abren la lista el multimillonario Bernard Arnault, a la cabeza del imperio del lujo LVMH y la familia Bettencourt-Meyers y su grupo L'Oréal. Cada uno desembolsó 200 millones de euros, lo que representa casi la mitad de los fondos recaudados. En un segundo escalón, la familia Pinault y el grupo Total, que aportaron 100 millones de euros cada uno. A continuación, una docena de otros grandes donantes (Bouygues, JC Decaux o la aseguradora AXA, entre otros).

Paradójicamente faltan en la lista dos millonarios muy implicados en la defensa del catolicismo en la política y los medios de comunicación, Vincent Bolloré y Pierre-Edouard Stérin. “La falta de generosidad de Bolloré y Stérin revela las líneas de división del catolicismo francés” analizaba recientemente Libération. “En la diócesis de París, en los últimos meses ha crecido la preocupación por la influencia de los círculos católicos ultraconservadores e identitarios, que ahora se asocian sin pudor con la extrema derecha. Así, la restauración de Notre-Dame es también, entre los católicos, una guerra de capillas”.