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La singularidad de la crisis constitucional de la V República

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La especificidad de la crisis constitucional francesa actual proviene del desconocimiento del “principio de legitimidad parlamentaria” expresada en las urnas y únicamente puede ser resuelta con una rectificación de Emmanuel Macron. De no ser así, la única salida acabará siendo la dimisión del propio presidente

En un sistema democrático solamente puede ser censurado el presidente del Gobierno o primer ministro que ha llegado al poder con un mandato del cuerpo electoral. Un mandato nítido, alcanzado con un voto mayoritario hacia su persona o con una negociación por él liderada con otras formaciones políticas. La legitimidad parlamentaria resultante del ejercicio del derecho de sufragio mediante la que se llega a ser presidente del Gobierno o primer ministro es la premisa de la moción de censura. Sin dicha legitimidad la moción de censura no se dirige contra él, sino contra la persona que lo ha puesto al frente del Gobierno.

Esto es lo que acaba de ocurrir en Francia. Michel Barnier ha sido primer ministro porque Emmanuel Macron así lo ha decidido, pero nada más. De ahí que el voto de la moción de censura a quien desautoriza es al que tomó la decisión y no a quien ha ocupado el lugar como consecuencia de la misma. En los libros de historia, Michel Barnier figurará al lado de George Pompidou como los dos únicos primeros ministros destituidos mediante una moción de censura. Y jurídicamente ha sido así. Pero la distancia política entre Barnier y Pompidou es infinita. Barnier ha sido un político destacado, pero sin legitimidad propia. Pompidou fue quien consolidó la Vª República, como primer ministro bajo la Presidencia del general De Gaulle y como presidente elegido por sufragio universal tras la renuncia de De Gaulle.

Ha sido Emmanuel Macron quien tomó la decisión de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones anticipadas tras los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, con la finalidad de frenar lo que parecía un ascenso irresistible de Marine Le Pen hacia la presidencia de la República. Con buen criterio, en mi opinión, Macron pensó que el sistema electoral parlamentario permitiría poner de manifiesto que la extrema derecha no era mayoritaria, dibujando de esta manera un escenario distinto para la elección presidencial de 2027. 

Y acertó. Mientras que en las elecciones europeas el Frente Nacional ganó de manera rotunda, en las elecciones a la Asamblea Nacional se volvió a evidenciar que existe una suerte de “frente republicano” que supera claramente al “frente nacional”. La mayoría que llevó a la Presidencia de la República a Jacques Chirac frente a Le Pen padre y a Emmanuel Macron frente a Le Pen hija ha sido la mayoría que ha frustrado la victoria del Frente Nacional en las elecciones a la Asamblea Nacional. 

Si Emmanuel Macron hubiera sido coherente con la lógica parlamentaria de las elecciones a la Asamblea Nacional que él mismo subrayó durante la campaña electoral dentro de su propio partido, recordando que él era presidente de la república gracias al voto de la izquierda, y hubiera respetado el resultado electoral y designando como primer ministro a un candidato propuesto por la izquierda que había ganado las elecciones, se habría producido una nueva “cohabitación”, como ocurrió bajo las presidencias de Mitterand y de Chirac. Y no se habría puesto en cuestión ni la legitimidad presidencial ni la legitimidad parlamentaria, que tienen que ser combinadas desde la reforma constitucional que introdujo la elección del presidente de la República por sufragio universal.

Pero no ha sido así. Emmanuel Macron ha traicionado la voluntad manifestada en las urnas por el cuerpo electoral y ha colocado como primer ministro a un diputado que únicamente podía mantenerse en el cargo con la anuencia de la extrema derecha. Ha desconocido el “principio de legitimidad parlamentaria” y ha hecho un uso abusivo del “principio de legitimidad presidencial” con el resultado de poner en cuestión la vigencia de ambos.

La especificidad de la crisis constitucional francesa actual proviene del desconocimiento del “principio de legitimidad parlamentaria” expresada en las urnas y únicamente puede ser resuelta con una rectificación de Emmanuel Macron. De no ser así, la única salida acabará siendo la dimisión del propio presidente y la convocatoria de elecciones anticipadas para su sustitución.