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El bloqueo político empaña a Macron los fastos de Notre Dame

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El renacimiento de uno de los grandes símbolos de la civilización europea vive hoy su puesta de largo. Tras una obra titánica de cinco años sin precedentes, Notre Dame resurge de sus cenizas y lo hace con todo el brillo y la pompa diplomática que la Francia de Emmanuel Macron ha conseguido reunir en torno a un evento que millones de espectadores van a seguir por televisión. El recuerdo colectivo del brutal incendio que vivió la catedral contribuye a ello. El 15 de abril de 2019 es casi ya una fecha comparable al 11-S, en la que cada cual recuerda lo que estaba haciendo cuando vio la imagen de las llamas devorando la catedral. Un sentimiento mundial de impacto y de incredulidad dio paso al alivio colectivo al saber que esquivó la destrucción total. Casi 1.000 años de historia estuvieron a punto de sucumbir entre cenizas.

La primera impresión que tendrán al entrar en la nueva catedral las decenas de jefes de Estado y de Gobierno que acuden a la reapertura será su gran luminosidad con un eje central despejado. Sobre todo porque las paredes ennegrecidas tras las llamas han recuperado claridad y brillo. Los vitrales se han limpiado y restaurado y ahora muestran intensos colores brillantes, al igual que las decoraciones pintadas en las capillas realizadas por Viollet-le-Duc. La titánica obra ha sido impulsada por la implicación personal de Macron, que prometió recuperar la catedral en un plazo de cinco años. La gran ola filantrópica mundial que siguió al incendio ha permitido financiar los 700 millones de coste.

Macron siempre vio en la reconstrucción de Notre Dame su gran obra como presidente, equiparable al Centro Georges Pompidou o el museo Jaques Chirac. Esa obra faraónica que deja grabado el nombre presidencial para la posterioridad. Con lo que nunca contó es con una crisis política interna de tal magnitud como la que vive el país que ha venido a enturbiar el que iba a ser su gran día del segundo quinquenio. Notre Dame resurge de sus cenizas y la V República se reboza en ellas.

La primera visita internacional de Trump tras ganar las elecciones supone un logro diplomático para Macron. La presencia del próximo inquilino de la Casa Blanca ha hecho aumentar considerablemente el perímetro y las medidas de seguridad en torno a la catedral en esta reapertura. Un dispositivo especial de 6.000 gendarmes, francotiradores y patrullas fluviales en el Sena estaban ya operativos desde la tarde del viernes. Trump llega a París en condiciones muy distintas a cuando encontró a Macron por primera vez. En 2017, el temor a Trump contrastaba con el recién nombrado presidente francés, que encarnaba el sueño de las democracias liberales y el ímpetu europeísta. Nada ya es igual con un Macron en horas bajas que ha tenido que repetir en varias ocasiones durante los últimos días que piensa agotar su mandato.

El viernes, el mandatario francés apuraba las horas previas a la gran cita del fin de semana recibiendo en el Elíseo a representantes de las distintas formaciones políticas en otra ronda de contactos para buscar a un nuevo primer ministro con la composición endiablada de la Asamblea Nacional dividida en tres bloques sin mayorías con múltiples vetos y líneas rojas cruzadas. El nombre del veterano político centrista François Bayrou, con buenas relaciones a derecha e izquierda del arco parlamentario, sigue siendo el primero en las quinielas junto al ministro de Defensa, Sebastien Lecornu. Sin embargo, las líneas se han movido en el bloque de izquierdas en las últimas horas. El Partido Socialista que lidera Olivier Faure se ha abierto a negociar por primera vez de forma independiente con Macron. Se trata de un cambio mayor en las negociaciones que podría provocar una gran fractura en el Nuevo Frente Popular (NFP).

Para el presidente galo, más volcado en lo externo que en el lío interno desde las pasadas legislativas, la reapertura de Notre Dame es una oportunidad de oro para brillar en la escena internacional y así lo quiere capitalizar. Para Macron es una oportunidad de oro tratar con Trump cara a cara el futuro de Ucrania o de la situación en Líbano o Gaza en un encuentro que ambos mantendrán al margen de la ceremonia y del que el Elíseo se ha mostrado prudente para ofrecer detalles. Y todo ello en momentos en los que Kyiv tiene serias dudas de que Trump busque una paz a cualquier precio cediendo a exigencias de Putin. La propia presencia de Zelenski en París ha suscitado dudas. Entre los aproximadamente 50 jefes de Estado y de Gobierno que acuden hoy a la ceremonia política con discurso de Macron en el patio delantero de la catedral, también está el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, el príncipe Guillermo en representación de Reino Unido o numerosas personalidades de distintas monarquías europeas. Paradójicamente el gran ausente de la cita es el papa Francisco. Laurent Ulrich, arzobispo de París, ha justificado la llamativa ausencia: «Cree que tiene más necesidad de estar en otro lugar».

La reapertura de Notre Dame no solo representa la restauración de un monumento icónico, sino también el cumplimiento de la promesa de devolverle a París uno de sus símbolos más célebres. Los retos y dificultades de estos cinco años hacen que la catedral gótica sea testigo de la resiliencia y el ingenio de Francia. Macron quiere aprovechar el momento para obtener un impulso en lo que muchos ven como su ocaso presidencial. Macron quiere aprovechar el momento para obtener un impulso en lo que muchos ven como su ocaso presidencial.