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“He sufrido varios atentados, pero seguiré luchando por nuestra tierra”

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“Me llamo José Homero Mutumbajoy y pertenezco al pueblo inga, del departamento del Putumayo. Somos uno de los 64 pueblos indígenas asentados en la región amazónica. Las amenazas que enfrenta mi pueblo son altas porque estamos asentados en un territorio trifronterizo y eso hace que las economías ilegales tengan mucha fuerza”. Esas son las primeras palabras de José, líder indígena colombiano, cuando empezamos a conversar con él.

Colombia, según la organización mundial Global Witness, es “el país más letal para los defensores de la tierra y el ambiente”. Y José Homero no escapa a esa realidad. Como dirigente de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), ha enfrentado ataques contra él y su familia, y aún hoy recibe amenazas.

“Han atentado varias veces contra mi vida y la de mi familia. Ha ocurrido en mis desplazamientos por el territorio, pero seguiré luchando por nuestra tierra. ¿Quiénes son los responsables? Son actores armados ilegales que actúan en la zona”, dice José Homero. Él ha sufrido intentos de emboscada. Disparos anónimos que no lo alcanzaron. O han ido a buscarlo, pero no lo encontraron. No está seguro de quiénes pueden ser porque allí operan mineros ilegales, narcotraficantes y bandas criminales constituidas por disidentes de las guerrillas.

Los pueblos indígenas de la zona fronteriza del Putumayo conviven con diferentes organizaciones armadas, que ejercen un control territorial incluso dentro de las comunidades indígenas. Según cuenta el líder inga, esas bandas son responsables de asesinatos, presiones, amenazas, reclutamiento forzado; y muchas veces tienen conexiones con las industrias extractivas, mineras y petroleras, que están saqueando o deforestando su territorio.

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Según Global Witness, solo el año pasado 79 defensores fueron asesinados en Colombia. Y en los últimos diez años, 461 de ellos perdieron la vida defendiendo sus territorios. En ambos casos, Colombia ocupa el primer lugar entre los países con más asesinatos perpetrados contra defensores en todo el mundo. 

“Como representante de mi pueblo y de la OPIAC, hay amenazas contra mí y tengo medidas de protección del Estado colombiano. Pero muchos otros dirigentes han sido asesinados”, refiere Mutumbajoy. Él es hijo de un reconocido líder nativo, realizó estudios de Sociología y como dirigente de su pueblo ha organizado una “guardia indígena” para proteger los linderos de su territorio y el de otros pueblos. A su centro de operaciones le llaman “resguardo” y todos participan en la vigilancia, recorriendo senderos y caminos que atraviesan sus tierras. Por eso, es blanco de eventuales enemigos.

Además de enfrentar a la tala ilegal, los cultivos de hoja de coca, la minería ilegal, José señala que muchas veces también han enfrentado a empresas petroleras y mineras, y a los propios agentes del Estado, que pretenden avasallar sus derechos.  “Hay impactos en los recursos naturales, pero esa intrusión también está quebrando el tejido social y cultural de nuestras comunidades”, dice.

Brasil: desplazados y agredidos

Ayrumā es la lideresa del pueblo Tuxá, que enfrenta amenazas de grandes hacendados que depredan sus tierras. Foto: Marco Cotrina/LR

Ayrumā Tuxá, es una joven lideresa del pueblo Tuxá, ubicado en el nordeste brasileño, en Bahía. La construcción de la hidroeléctrica de Itaparica en los años 80 los desplazó de sus tierras ancestrales porque estas quedaron inundadas y ahora, 30 años después, no han sido indemnizados y no se les permite volver a donde vivieron. Ellos se asientan en tres núcleos distintos, separados.

“Por la hidroeléctrica salimos de nuestro hogar tradicional. Fuimos víctimas de violaciones a nuestros derechos humanos y tanto tiempo después no encontramos justicia”, dice.

Ahora, además del desplazamiento y la división de su pueblo, enfrentan amenazas de empresas y hacendados que impulsan el monocultivo de la palma de coco y avanzan deforestando sus actuales asentamientos. Ese cultivo lo financian, dice, grandes terratenientes que quieren volver a desplazarlos porque están interesados en seguir expandiéndose. 

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“¿Has sido amenazada por ser una defensora de los territorios de tu pueblo”?, preguntamos.

“Las amenazas no son directas, pero sí veladas. No llegan directamente a ti, sino que alguien te dice ‘ten cuidado porque en tal lugar han estado hablando de ti’. Los líderes sufrimos amenazas constantemente”, explica. Es joven, pero dice que no tiene miedo. “Los grandes hacendados están interesados en deforestar nuestro hábitat y tienen una alianza para que no volvamos a nuestros territorios”, dice. Ellos mueven la economía de la zona y por ello tienen mucho poder.

En enero pasado, una líder indígena del pueblo hermano Pataxó, llamada Nega Pataxó, murió acribillada en un ataque organizado por 200 latifundistas y apoyado por hombres armados. Brasil es el segundo país del mundo con el mayor número de defensores asesinados. El 2023 se cerró con 25 de ellos asesinados según Global Witness y en los últimos 10 años, 401  líderes ambientalistas fueron víctimas de las mafias que operan en sus tierras. 

Ayrumā, que representa a la organización APOIME (que agrupa a los pueblos indígenas del nordeste brasileño), también cuenta que en los últimos años no solo son agredidos y hostigados por los hacendados, sino que ahora el peligro se ha intensificado por la presencia de la minería ilegal y el narcotráfico. Durante el Gobierno de Jair Bolsonaro, las amenazas se intensificaron, pero cuenta que se trata de una situación que ya sufrían antes de él.

“Con Bolsonaro, las leyes de protección a los pueblos indígenas se debilitaron y ello dio pie a que sectores de la ultraderecha se sientan impunes de violar nuestros derechos y atacar a nuestro pueblo porque no iban a ser responsabilizados. Esperemos que eso cambie ahora con Lula, aunque seguimos sufriendo”, dice.

Indígenas colombianos cargan el ataúd de José Albeiro Camayo —asesinado en 2022 por disidentes de las FARC—, líder de la guardia indígena. Foto: AFP

Encuentro regional

José Homero Mutumbajoy y Ayrumā llegaron a Lima la semana pasada para participar en un encuentro de la Alianza Latinoamericana de Defensores y Defensoras del Territorio Indígena (Aladti), que es una red de encuentro, apoyo y acción colectiva para enfrentar las realidades que ponen en riesgo la supervivencia de estos pueblos, su cultura, su lengua y su territorio.

En la reunión, organizada por la ONG Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR),  participaron defensores de Perú, Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Guatemala. Ellos buscan fortalecer las estrategias de defensa territorial, amplificar sus voces en espacios internacionales y crear redes de protección transnacionales.

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“Estamos luchando contra el exterminio físico y cultural de las nacionalidades indígenas y el mundo debe darse cuenta”, dice José Homero. “Defendemos nuestra identidad y nuestra espiritualidad, y también la diversidad. Pero seguimos invisibilizados”, comenta Ayrumā. Ella y otros defensores se juegan la vida en ello.