Así trabajan las granjas que producen leche y filetes bajos en carbono
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¿Podemos beber una leche de vaca con una huella más baja o comer un filete que ha conseguido reducir su impacto en el medio ambiente? Eso es en lo que ya trabajan 125 granjas repartidas por 101 comunidades autónomas. Galicia (40), Cataluña (20) y Andalucía (18) son las que tienen más presencia, pero lo cierto es que el reparto toca todos los puntos cardinales de la España peninsular. El objetivo común es bajar las emisiones de CO2 que generan sus vacas. Estas granjas no están solas. Todas ellas participan en el proyecto europeo Life Carbon Farming . A las 125 granjas españolas se suman otras de Francia, Bélgica, Irlanda e Italia hasta llegar a las 700 ganaderías de vacuno y leche repartidas por el continente. Como explica Matilde Moro, gerente nacional de la Asociación Española de Productores de Vacuno de Carne (Asoprovac), «tiene por objetivo la puesta en marcha de un mecanismo de recompensa que incentive la implementación de medidas destinadas a reducir emisiones o incrementar la absorción de carbono». Es, en resumidas cuentas, la creación de una red europea de ganadería de bajas emisiones. En España, las granjas de vacuno ya están obligadas a reducir en un 25% sus emisiones, aunque como recuerda Moro esto solo afecta a las de un tamaño importante. Lo que busca la iniciativa europea es bajar un 15% de manera voluntaria, «ir más allá de estas obligaciones legales» y que no sean solo las grandes las que bajan sus emisiones. El compromiso verde llega así a las explotaciones más pequeñas. Participar en un proyecto como este es algo que se hace «por pura coherencia», apunta Ricard Godia, ganadero de Alcarràs y presidente de Asoprovac. Al fin y al cabo, las emisiones preocupan en el sector, pero además les motiva «desmitificar muchas de las cuestiones que se imputan a la producción». También Rafaela Herrera, responsable de Innovación de Producciones Ganaderas de la Cooperativa Ganadera del Valle de los Pedroches (COVAP), apunta que la decisión de sumarse al proyecto fue «inmediata y desde un convencimiento absoluto». Ser sostenible es una de las grandes preocupaciones de su cooperativa, como garantizar la continuidad y ser innovadores. «Reducir la huella de carbono no es únicamente una responsabilidad ética frente al medioambiente, sino también una necesidad para responder a las demandas del mercado, mejorar la competitividad y asegurar la viabilidad del sector a largo plazo», apunta. Necesitan mejorar la eficiencia al tiempo que reducen la huella. «Esto significa que nuestras ganaderías no solo deben ser rentables, sino también modelos de sostenibilidad», destaca. Pero ¿qué cambia en la operativa de estas ganaderías el proyecto? De entrada, los participantes reciben un informe de huella de carbono, que les dice de dónde vienen sus emisiones y qué ocurre en otras ganaderías parecidas. Se hace «un análisis 'ex ante'», apunta Moro, justo antes de incorporar medida, algo que sirve para marcar la posible hoja de ruta. Es el propio ganadero quien elige qué prácticas puede poner en marcha. «Estaríamos hablando, por ejemplo, de la reducción del uso de soja en la ración, una mayor instalación de energías renovables, el desarrollo de agroforestería o cambiar la gestión del estiércol, entre otros», señala la experta. Además, se miden también otras áreas, como la parte social o el impacto en la biodiversidad. Para las granjas participantes, «la sostenibilidad es una filosofía de trabajo», indica Godia. «Antes de tomar una nueva decisión empresarial, me paro a pensar en el impacto que puede tener», ejemplifica. Herrera suma que se emplean herramientas digitales para implementar prácticas más eficientes y que incorporan «una perspectiva más técnica y consciente». «Los ganaderos están más informados, formados y motivados al entender que su esfuerzo no solo beneficia al planeta, sino también a la viabilidad de sus ganaderías a largo plazo», indica. No es un cambio teórico, sino uno que están viendo ya sobre el terreno. De hecho, las granjas participantes hablan no solo de los beneficios medioambientales, sino también de una mejor preparación para los mercados futuros o una mejor competitividad. También se logra más transparencia para los procesos y una imagen pública más positiva. Herrera apunta igualmente que se podría abrir una nueva fuente de ingresos a través de los créditos de carbono, aunque Godia tiene una visión más matizada. «La filosofía de la generación y contabilización de créditos penaliza a aquellos que ya hemos andado parte del camino», apunta. Al tiempo, recuerda que, mientras en otros países como Francia ya existen políticas claras sobre este tema, en España no han logrado aún el apoyo de las administraciones públicas. Por otro lado, lo que estos ganaderos están haciendo es una muestra tangible de cómo pueden cambiar las cosas. ¿Es posible bajar la huella de carbono de las explotaciones vacunas? «Rotundamente sí. Tras más de 10 años trabajando en estos aspectos creo que hay margen de mejora», responde Moro. «Otra cosa es que voluntaria o políticamente queramos renunciar a ello, pero no es que no se pueda hacer», indica. Moro suma que «reducir el consumo de carne tiene un impacto muy limitado» en las emisiones en general, que lo que cambia las cosas es —y para ello echa mano de las conclusiones de un estudio de la Red Remedia— hacer un acercamiento conjunto aplicando diferentes estrategias. Esta sería así una pieza de una foto más amplia. «La mejora de la sostenibilidad del sector, como de la sociedad en general, requiere de cierta voluntad política, apoyo a este tipo de iniciativas y sobre todo a tecnologías, herramientas e investigación que permitan al sector reducir más rápidamente las emisiones directas e indirectas relacionadas con la producción animal», indica Moro. Desde las granjas piden que se reconozca que están trabajando en ello. «Como ganadero, lo que me gustaría es que se pudiera premiar nuestro esfuerzo», reivindica Godin, recordando que «detrás de las granjas hay familias».