El credo de Martínez-Almeida: «Iglesia somos todos, también los laicos»
«He sido bendecido con el don de la fe, en una familia que me educó en la fe, y tengo una familia ahora en la que comparto esa fe con mi mujer y en la que tratamos de crecer conjuntamente». Con total naturalidad, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, comparte su ser católico. No es la primera vez que lo verbaliza, pero quizá esta semana lo ha expresado con más rotundidad y detalle que en anteriores ocasiones. Un gesto, el de presentarse como creyente en público, que no suele cotizar al alza entre la clase política y que, en no pocas ocasiones, se apunta como algo caduco, incluso contraproducente electoralmente.
No parece importarle al primer edil de la capital española, que se explayó en el particular testimonio cristiano que compartió este jueves en la quinta edición de los Premios Carisma, otorgados por la Conferencia Española de Religiosos (Confer). En la gala, que tuvo lugar en el auditorio CaixaForum de Madrid, se reconoció, entre otros, al chef José Andrés, al sacerdote y ensayista Pablo d’Ors y a la biblista y religiosa Dolores Aleixandre.
Educación religiosa
«La Iglesia somos todos, no son solo los religiosos, no son solo los sacerdotes, somos por supuesto también los laicos», revindicó Martínez Almeida, que estudió en el colegio Retamar, en Pozuelo, ligado al Opus Dei, pero también en la Universidad Pontificia Comillas (ICAI-Icade) de los jesuitas, donde se licenció en Derecho. Sin embargo, no se le conoce ninguna vinculación directa a un movimiento eclesial o congregación religiosa. Como él mismo ha confesado, nunca ha tenido vocación al sacerdocio, pero sí tiene buenos amigos curas, como Andrés Ramos, delegado episcopal de relaciones institucionales de la Archidiócesis de Madrid, que precisamente ofició su boda con Teresa Urquijo y Moreno el pasado 5 de abril en la iglesia de San Francisco de Borja.
En su alocución ante la Confer, quiso rendir un particular homenaje a los consagrados de nuestro país por «la labor impresionante que se realiza en el ámbito educativo, sanitario y social, especialmente con los más vulnerables». Y como suele ser habitual, sin tirar de «chuleta» alguna como apoyo: «Como persona, pero también como alcalde, quiero testimoniar un reconocimiento de admiración y gratitud hacia todos los religiosos, hacia esos más de 33.000 religiosos que hay en España y hacia todos los que están fuera, allende nuestras fronteras, haciendo una extraordinaria labor por los demás».
Su reflexión fue más allá, al aseverar que «cuando un quiere ver un ejemplo de qué es dar la vida por los demás, siempre tiene que mirar a un religioso, porque un religioso es una de las mejores demostraciones de qué es olvidarse de uno mismo para entregarse a los demás, y, por tanto, una de las mejores demostraciones de en qué consisten el amor, la esperanza y la caridad como cimientos de lo que es nuestra vida de fe».
Lejos de quedarse en elogios sobre el altruismo de las monjas y curas españoles, se adentra en la razón de ser de su servicio. «Somos conscientes de que la entrega de los religiosos es por vivir en Cristo, por vivir precisamente en plenitud». A partir de ahí, el político popular insiste en que «para todos aquellos que queremos buscar nuestro carisma, que queremos encontrar un carisma, que queremos seguir nuestra vida de acuerdo a la fe con la que hemos sido bendecidos, ver a un religioso o una religiosa en acción expresamente dándose a los demás gracias a su fe en Cristo, nos enseña cuál es el camino para que podamos acrecentar esa fe».
Dar la vida
A la luz de esta meditación, el credo de Martínez-Almeida le lleva a comprometerse en la misión evangelizadora que le atañe: «Como decía el otro día Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española, la Iglesia consiste en darse a los demás, en dar la vida por los demás». Eso sí, el alcalde huye de cualquier proselitismo y menos aún es partidario de reservar el derecho de admisión, como si el ser creyente formara parte de un selecto club. Si para él la fe es un «privilegio» regalado, además exige «una responsabilidad porque, tenemos que devolver a la sociedad precisamente ser unos privilegiados». ¿Y eso en qué se traduce? «Debemos mostrar a todo aquel que no tiene la fe que siempre vamos a estar a su lado, que siempre se puede estar a su lado y que no se le va a preguntar a quién cree o en qué no cree, qué piensa o qué no piensa, porque cuando una persona necesita que se le eche una mano, el amor de Cristo siempre tiene que estar ahí presente para salir a su encuentro».
Desde estas coordenadas, nunca se ha sentido un bicho raro en el Partido Popular por sus convicciones religiosas. Es más, remarca siempre que puede que se sienta integrado dentro del proyecto de una formación que aprecia por seguir abanderando el humanismo cristiano. «No se puede estar de acuerdo en todo pero sí sentirse identificado con el proyecto del partido en su conjunto», ha compartido en algún coloquio con jóvenes. En cualquier caso, siempre ha seguido su máxima de que «cuanto más te valoran como político es cuanto más auténtico te ven». O lo que es lo mismo, nunca ha escondido ni su pasión por el Atlético de Madrid ni su fe.
Así se lo hizo saber en su despedida a los presentes en los Premios Carisma en la tarde del jueves para partir hacia la inauguración del Belén del Palacio de Cibeles y del encendido de las luces navideñas: «Se acerca ese momento en el que un Rayo de luz iluminó una noche oscura en Belén, pero no solo en Belén hace más de 2000 años, sino que es una Luz que ha trascendido a la historia y que ha trascendido al conjunto de la humanidad, una Luz que se resume básicamente en el amor».
Esta mirada creyente entronca directamente con la encíclica «Fratelli tutti» del Papa Francisco, sobre la que en alguna ocasión ha hecho gala de haber leído: «No es un tratado doctrinal sobre el amor a los demás, pretende ser una aplicación práctica de lo que debe ser el amor de forma universal». Con esta premisa por delante, ve un acierto que España sea un Estado aconfesional –que no laico–, si bien lamenta que haya un creciente arrinconamiento de la fe en el debate público.
En este sentido, coincide plenamente con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que durante la puesta de largo del Belén de la Real Casa de Correos denunció que «cada vez se lee y se oye menos la palabra Navidad, cada vez se la llama menos por su nombre, no dejemos que nos la censuren, que nos la quiten los que la odian». «Ellos sabrán por qué van contra todo lo inocente y todo lo bonito de este mundo», alertó la líder del Partido Popular en Madrid.
Ahondando en esta cuestión, Isabel Díaz Ayuso incluso comentó durante su intervención que «se está dejando de contar los años desde el nacimiento de Cristo, o más bien se cuenta desde su nacimiento, pero «se hace como si no existiera, con una doble traición a la historia y a quiénes somos, al pasado y a las a las nuevas generaciones».