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García-Page: el barón de la silla vacía

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Ha sido el único socialista en defender públicamente al defenestrado Juan Lobato. Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla La-Mancha, la voz crítica del “sanchismo”, opina que el ex secretario general del PSOE-M “Es persona de enorme valía, la política no puede prescindir de gente así”. Y lo ha dicho al comienzo del 41 Congreso Federal del PSOE en Sevilla, donde encabeza una delegación castellano-manchega de 200 personas entre delegados, miembros natos y observadores. García-Page ha colocado a dos hombres de su absoluta confianza, el secretario de Organización y número dos del PSOE regional, Sergio Gutiérrez, y el consejero de Hacienda del gobierno autonómico, Juan Alfonso Ruiz Molina, en la ponencia marco para debatir sus propuestas más importantes: la batalla por la igualdad y la financiación autonómica bajo el principio de solidaridad interterritorial. Claramente contrario al cupo singular para Cataluña, el presidente de CLM eleva sus reflexiones sin pelos en la lengua: “No podemos salir de este Congreso ajenos a los problemas de la gente, como si este partido fuera un búnker”. Además, se muestra preocupado por los casos de corrupción que salpican al PSOE y piensa que no se pude mirar para otro lado.

Emiliano García-Page, el único “barón” socialista que gobierna con mayoría absoluta, dice que él nunca entrará en conspiraciones contra su partido. “Soy disidente pero leal”, asegura. Lo lleva en su ADN, lo que no es óbice para ser muy crítico con el “sanchismo”. Respecto al escándalo de los mensajes a Juan Lobato, advierte que la lealtad “no puede hacerte cómplice”, en defensa de lo que hizo el político madrileño al reclamar el origen de la información sobre los datos fiscales del novio de Isabel Díaz Ayuso. Como prueba de su rechazo a las rendiciones ciegas y genuflexión ante Pedro Sánchez, el presidente castellano-manchego tiene previsto abandonar hoy el Congreso antes de la sonora aclamación final al gran líder. En su entorno aseguran que no se quedará al discurso de clausura de Sánchez y evitará una foto que le daría portadas en las primeras páginas: todos en pie como siervos de la gleba aplaudiendo con fervor a Pedro, mientras él solito permanece sentado de brazos cruzados y cara de póker. Él puede permitirse estos lujos, de manera que su silla estará vacía en la apoteosis final junto a la de su compañero, el aragonés Javier Lambán, los últimos “mohicanos” disidentes.

Nadie puede negarle a Emiliano que lleva toda una vida entregado al PSOE. Sabe que su actitud será criticada por la dirección federal, pero no busca un postureo teatral, sino una forma de exhibir su pensamiento crítico, honesto hacia la militancia sin sumisiones ciegas al gran líder. Ve a un PSOE en descomposición, bajo control caudillista, una obsesión desmedida por el poder, un régimen en barbecho en manos de los chantajes separatistas. Pertenece a otra generación de políticos de Estado, la que se forjó con Felipe González, muy lejos de un partido que ya no parece el suyo, sin propuestas, sin ideas y con el único discurso de atacar a la ultraderecha como el coco que nos acecha. En un histórico Congreso, Felipe pronunció aquella célebre frase: “Hay que ser socialistas antes que marxistas”. Ahora, García-Page piensa en “Ser socialistas antes que sanchistas”. Y por ello mejor no salir en una foto a la búlgara, con el líder y la dirección de un PSOE que está de corrupción hasta arriba, con la consigna de echar todas las culpas a los jueces, a la derecha y a los medios de la “fachosfera”.

Emiliano García-Page, hombre muy próximo a José Bono y al fallecido Alfredo Pérez-Rubalcaba es un “pata negra” del partido que se define socialdemócrata. Su gestión política siempre ha sido moderada en economía y sanidad, siguiendo la estela de sus dos antecesores en el cargo, José Bono y José María Barreda, con quienes ocupó diferentes puestos de consejero y portavoz en el gobierno regional. “Soy el primer leal a mi partido, pero a mí no me van a callar”, dice este toledano muy apegado a su tierra y afiliado desde los dieciocho años a las Juventudes Socialistas. Licenciado en Derecho por la Universidad de Castilla La-Mancha fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Toledo y escaló posiciones hasta llegar a lo más alto en la Junta de Comunidades de Castilla La-Mancha. Hombre campechano, afable y cercano a sus paisanos, su gestión es bien valorada en sectores empresariales y del campo, muy importantes en Castilla la-Mancha. Por ello, no oculta sus críticas a las leyes radicales ecologistas que dañan el sector agrícola, ganadero y de la caza. En las primarias del PSOE apoyó a Susana Díaz frente a su rival Pedro Sánchez. No comparte la estrategia de atacar con crudeza al PP y procura que los debates en las Cortes castellano-manchegas discurran con corrección. “No le gusta hacer sangre con el adversario”, aseguran en su entorno.

Su nombre está siempre en las quinielas para acceder al liderazgo nacional del PSOE, algo que desmiente. En su tierra es bien valorado por sectores económicos y sociales, lejos de las políticas radicales que los socios comunistas y separatistas imponen a Pedro Sánchez para mantenerle su apoyo. De costumbres sencillas se separó de su esposa Yolanda, madre de sus dos hijos, y se fue a vivir a un piso de alquiler en un bloque de viviendas a las afueras de Toledo. Aborrece el coche oficial, le gusta pasear por la ciudad y recorrer los pueblos de su extensa Comunidad. Mantiene también muy buena relación con los periodistas de la región, sean del color ideológico que sean, con quienes comparte a menudo unas buenas migas manchegas. Emiliano García-Page observa con preocupación la deriva radical del “sanchismo”, defiende por encima de todo y de todos los intereses de su tierra y advierte: “No me siento monaguillo de nada ni de nadie, solo castellano-manchego”.

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LOS CORRILLOS | La "begoñitis"

El viernes pasado a media tarde. Un grupo de periodistas coinciden en el tren Madrid-Sevilla con tres ministras del Gobierno. Hablan de Begoña Gómez y planean recibirla con una gran ovación cuando llegue al Congreso Federal del PSOE, en el Palacio de Congresos de Sevilla, junto a su esposo Pedro Sánchez. Fieles servidoras del gran líder, saben cuánto le agrada al presidente que defiendan a su mujer y quieren hacer méritos. Naturalmente, piensan que es muy injusto atacarla: «Todo es culpa de los jueces y los fachas», dicen tan tranquilas. Plenas de fervor «begoñista», una de ellas sugiere, incluso, organizar algún tipo de acto de desagravio público a la señora de La Moncloa, dado que está nuevamente citada para declarar ante el juez Peinado el próximo día 18 de diciembre. «Todo pasa por ser mujer», comenta otra que tiene bajo sus competencias la igualdad y el feminismo, algo que por supuesto no aplican a otra fémina, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, objeto de una feroz cacería. Los periodistas se acercan, preguntan a las ministras cómo ven el escándalo de los mensajes a Juan Lobato y su envío desde el Gabinete de Presidencia. Toma la palabra la ministra portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría: «No, no, ya estaba en los medios». Los cronistas insisten en que no lo parece y la aragonesa, erre que erre: «Que no, que no, que estaba en los medios». Los informadores recuerdan la grabación y la ministra insiste: «Yo eso no lo he escuchado, estaba en los medios». La consigna está servida.

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