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Militares curtidos en tragedias

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La pandemia del coronavirus fue, quizás, la gran puesta de largo de las Fuerzas Armadas en lo que a actuaciones en tragedias y catástrofes se refiere. Hasta entonces, los ciudadanos únicamente estaban acostumbrados a ver a los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) con sus boinas mostaza y sus vehículos rojos actuando en incendios, inundaciones o terremotos. Sin embargo, el virus que paralizó por completo España sacó a la calle durante mucho tiempo a los efectivos de los dos ejércitos y la Armada a luchar contra un enemigo invisible. Es una de las tareas que, como servidores públicos, tienen encomendadas, pero nunca antes se había hecho con tanta intensidad. Pero en esos años marcados por la pandemia (2020 y 2021) también salieron a la calle para actuar ante otras tragedias, como un volcán o una nevada que bloqueó medio país, además de otras más clásicas como los incendios o las crecidas de ríos. Ya estaban curtidos en tragedias, pero se curtieron aún más y a partir de ese momento se empezaron a ver boinas de otros colores en diferentes puntos del país cuando la situación lo requería.

Y son imprescindibles no solo por su número, más de 120.000 efectivos repartidos por toda España, sino por su disponibilidad y sus medios materiales, pues sus vehículos llegan a cualquier lugar, sus aviones de transporte permiten trasladar desde grandes cargas de material o alimentos a enfermos y con su maquinaria pueden abrir caminos por los que parecía imposible transitar. Además, cuentan con hospitales de campaña y una farmacia propia. Hoy, ese personal y esos medios, además de su capacidad de adaptación a cualquier situación, vuelven a ser claves para hacer frente a las consecuencias de la DANA mortal.

Todo, alejados de las batallas políticas que se libran al más alto nivel y que, como se ha visto en esta tragedia, vuelve a situarles en el punto de mira. Pero ellos, los militares, viven –y quieren vivir– ajenos a polémicas y únicamente cumplen, como es su deber, órdenes, aunque a veces cueste entenderlas. Actúan pensando únicamente en la ciudadanía, trabajando el tiempo que haga falta, sin descanso, haciendo ver a esa sociedad que exige su presencia que están para ayudar en unas misiones que nada tienen que ver con la guerra para la que se adiestran. Aunque en esta ocasión, muchos comparan las consecuencias de las inundaciones con un escenario de posguerra. En este contexto y en estas condiciones, siguen siendo vitales.

Coronavirus

La pandemia lo demostró. Durante todo el tiempo que duraron las operaciones "Balmis" y "Baluarte", las Fuerzas Armadas llegaron a tener hasta 8.261 militares desplegados a la vez. Realizaron más de 21.000 intervenciones diferentes, desinfectando residencias o estaciones, gestionando morgues, trasladando vacunas por todo el país, vacunando o rastreando contagios. Hubo días que recibían hasta 600 peticiones de ayuda. Y contestaban a todas. Podría decirse que no hubo un militar que no participase de una forma u otra.

"Filomena"

Sin tiempo casi para reaccionar, cambiaron los trajes de protección y las jeringuillas por las palas y la maquinaria pesada para rescatar a los miles de ciudadanos que quedaron atrapados por las intensas nevadas provocadas por la borrasca "Filomena", que en enero de 2021 bloqueó gran parte del país. Más de 1.500 militares (de la UME y todos los ejércitos) se desplegaron con 500 vehículos que llegaban donde otros no podían. Despejaron carreteras, limpiaron pistas de aeropuertos y trasladaron a los hospitales a pacientes que lo necesitaban y no podían ir de otra forma.

Apenas cuatro meses después, cerca de 600 legionarios y regulares salieron de sus cuarteles en Ceuta para colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad ante la avalancha de miles de marroquíes que cruzaron la frontera sembrando el caos en la ciudad autónoma. Muchos tuvieron que lanzarse al agua para rescatar a niños que trataban de llegar a la playa de El Tarajal.

Lucha contra un volcán

Pero la otra gran actuación en una emergencia, de nuevo contra la fuerza de la naturaleza, llegó en septiembre de 2021, cuando se produjo la erupción del volcán Cumbre Vieja de La Palma. Como siempre, la UME fue la punta de lanza, pero rápidamente se sumaron cientos de efectivos del Ejército o de la Armada, poniendo a disposición de los afectados un cuartel o trasladando a agricultores y vecinos con sus lanchas ante la imposibilidad de transitar por las carreteras.

Durante el tiempo que estuvieron en la isla, los militares midieron, sobre la lava incandescente, la calidad del aire, abrieron caminos con sus medios o ayudaron en el rescate de los vecinos atrapados.

Estas han sido algunas de sus anteriores actuaciones más mediáticas en emergencias, que no las únicas, pues sus efectivos y medios han sido vitales en otras catástrofes, muchas de ellas también relacionadas con la gota fría. Como en septiembre de 2023, cuando otra DANA dejó incomunicados a los vecinos de Aldea del Fresno (Madrid). Rápidamente, los efectivos del Ejército de Tierra levantaron un puente "Mabey" de 49 metros. Una infraestructura que ha ayudado en otras ocasiones y en otros puntos del país, como en Montblanc (Tarragona) en 2020. Ahora, esos puentes vuelven a ser vitales en Valencia.

Ha sido esta experiencia acumulada la que ha llevado a que, desde el minuto 1, los valencianos reclamasen la inmediata presencia de los uniformados. Y pese a los ataques recibidos desde numerosos ámbitos, han estado presentes desde antes incluso que la Generalitat valenciana les diese luz verde.

En todo este tiempo, desde el 29 de octubre, los uniformados se han desplegado con todo (incluso barcos) en las localidades más dañadas. De la primera avanzadilla inicial han pasado a desplegar más del doble de efectivos de los que hay en misiones en el exterior. Así, a día de hoy siguen trabajando unos 8.500 cada jornada y ya han realizado más de 3.000 intervenciones.

Todos ellos estarán, como se he ido repitiendo, el tiempo que sea necesario. Su trabajo, junto al de otros servicios de emergencia, vuelve a ser vital.

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Recuperación con disciplina y experiencia militar

Pisando el barro y gestionando el futuro. Una de las lecciones aprendidas de esta DANA mortal ha sido la de que las Fuerzas Armadas juegan y han de jugar un papel destacado en estas situaciones. Su disponibilidad es clave, pero también sus medios y su capacidad de adaptarse rápidamente a cualquier situación. Además de otras características muy necesarias.

"Los militares podemos aportar el temple que adquirimos a lo largo de la carrera, la capacidad para planear, de ser capaz de entender una situación, priorizar lo importante, asignar medios y misiones con determinados recursos para resolver el problema, coordinar, liderar... Mandar bien, en definitiva". Así se expresaba el recién nombrado vicepresidente para la Recuperación Económica y Social de la Generalitat valenciana, teniente general retirado Francisco José Gan Pampols, en una entrevista con LA RAZÓN. Y es que el presidente valenciano ha confiado en él para pilotar esa recuperación basándose en su experiencia en situaciones difíciles. De hecho, avisaba de que lo que ha visto en las localidades más afectadas "es un escenario después de una batalla, solo que en vez de bombas lo que ha caído es una masa de agua descontrolada y destructora".

Pero no es el único uniformado que gestionará al más alto nivel esa reconstrucción y el futuro plan de prevención y protección para que esto no vuelva a ocurrir. Para ello, Gan Pampols cuenta con una persona de su "máxima confianza", el general de brigada retirado Venancio Aguado, quien será su 'número dos' en esta tarea.

Ahora esa templanza, disciplina y jerarquía militar se considera más que necesaria para que lo que ha ocurrido en Valencia no vuelva a suceder y, sobre todo, para intentar que todo lo destrozado por las inundaciones recupere su estado anterior. Empezando, como explicaba el teniente general Gan Pampols a este periódico, por poner "como prioridad a las personas».

Y para ello, basan gran parte de su cometido en esas tan castrenses "lecciones aprendidas", que pasan por las previas "lecciones identificadas". Esto es, "saber qué no se hizo o se hizo de una forma que no se debía". Eso sí, sin señalar a nadie ni entrar en batallas políticas. Ese no es su deber, recalcaba mientras recordaba que, como en la guerra, tanto él como su "número dos" tienen una misión que cumplir, la cual realizarán sin injerencias políticas. Y cuando hayan concluido, se irán del teatro de operaciones.

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