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Ноябрь
2024

Save the Children. Una conversación con Eduardo García sobre la cocina con propósito

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Reconocido internacionalmente por su cocina que celebra los ingredientes locales y el respeto por los productores, el chef Eduardo García trabajó como jornalero en los campos agrícolas de Estados Unidos cuando era niño. Por eso, cuando Save the Children lo invitó a participar en iniciativas para mejorar la vida de las infancias en situación de vulnerabilidad, no dudó en aceptar.En Save the Children, la misión de proteger los derechos de la infancia ha sido central desde su fundación en 1919 por Eglantyne Jebb. Con más de un siglo de trabajo a nivel global, la organización busca garantizar que cada niña y niño pueda sobrevivir, desarrollarse y participar plenamente en la sociedad. En México, sus programas impactan directamente a más de 400 mil niños y adolescentes, priorizando a los más vulnerables."Afortunadamente, nunca he pasado hambre, pero sé que muchos en el mundo, especialmente niños, enfrentan esta realidad diariamente”, dijo Eduardo García en esta conversación exclusiva para M Revista de MILENIO; habló sobre las cenas que está haciendo en colaboración con la organización y sobre cómo un acto de generosidad puede cambiar una vida.RM: ¿Cómo iniciaron estas cenas?EG: Cuando me invitaron a colaborar con Save the Children, ya tenía tiempo que quería hacer algo parecido, así que les platiqué a las organizadoras mi sueño: realizar una serie de cenas por todo el país con diferentes chefs. La idea les encantó, y durante años lo hicimos. Pero llegó la pandemia y todo se detuvo durante un tiempo.RM: ¿Qué pasó con el proyecto durante y después de la pandemia?EG:Aunque la pandemia frenó nuestras cenas, la migración no se detuvo. De hecho, aumentaron las migraciones masivas en América Latina. Cuando retomamos las cenas tras la pandemia, notamos que organizar eventos fuera de Ciudad de México era más complicado, sobre todo por cuestiones logísticas. Muchos quieren participar, pero no siempre tienen autonomía en sus proyectos. Por ejemplo, cuando yo organizo estas cenas, todo lo recaudado se dona íntegramente; ni un centavo se queda en el restaurante. Para nosotros, el único beneficio es la satisfacción de ayudar, no buscamos deducir impuestos ni recibir facturas. Sin embargo, para otros dueños esto no siempre es viable, ya que no se cubren ni siquiera los costos de los insumos.RM: ¿Cómo funcionan estas cenas económicamente?EG:Para nosotros, estas cenas representan una inversión. Aunque económicamente son pérdidas, simbólicamente son ganancias, porque se trata de ayudar. Por eso las organizamos los domingos, cuando Máximo Bistrot está cerrado. Así evitamos perder un día de ventas regular, y asumimos otros costos: energía, insumos, y el tiempo de nuestro equipo.EG:Además, hay proveedores que nos apoyan donando insumos al saber que organizamos estas cenas. Nuestro equipo de trabajo también contribuye: algunos renuncian a su día libre, y las propinas que dejan los asistentes se reparten entre ellos.RM: ¿Cómo eligen a los asistentes y a los donantes?EG:Organizamos seis cenas al año en Máximo Bistrot. Siempre hay un anfitrión, que suele ser una persona privada o una empresa que invita a los asistentes. Los donantes generalmente ya tienen una relación con Save the Children. Algunos aportan cantidades significativas durante las cenas, pero lo que más valoramos es su compromiso a largo plazo. Preferimos un donante que contribuya 300 pesos al mes durante toda su vida a uno que haga una donación única. Esos apoyos constantes son los que realmente sostienen estos proyectos.RM: ¿Hay manera de participar que no implique grandes sumas de dinero?EG:Definitivamente. Todos pueden donar directamente a Save The Children. Aportaciones modestas tienen un impacto enorme; con 200 pesos come un niño una semana. Imagina si los restauranteros en México —un sector en crecimiento constante— dedicaran un día al año a causas solidarias. Sería revolucionario. Al igual que celebramos el Día del chef o el Día del niño, ¿por qué no un Día nacional del donativo? Podría marcar una diferencia en la lucha contra el hambre y la desigualdad.RM: ¿Han visto un impacto tangible de las cenas en las causas que apoyan?EG:Absolutamente. Por ejemplo, organizamos una cena en Sinaloa enfocada en niños jornaleros. Muchos trabajan en el campo en lugar de estudiar. Save the Children implementó un programa educativo a través de iPads con juegos interactivos que capturan el interés de los niños. La cena recaudó fondos para adquirir esos dispositivos, y hoy estos programas están transformando vidas. Recuerdo una cena reciente donde una mujer compartió cómo un chef que participó en el evento le agradeció: él había recibido apoyo de Save the Children cuando era niño. Ahora tiene una familia, un hogar y un trabajo digno gracias a esa ayuda. Historias como esta son prueba del impacto de estas iniciativas.RM: ¿Qué has aprendido de esta colaboración?EG:Afortunadamente, nunca he pasado hambre, pero sé que muchos en el mundo, especialmente niños, enfrentan esta realidad diariamente. México y Estados Unidos tienen dinámicas que, en muchos casos, empujan a las personas a buscar oportunidades en condiciones precarias. Entender esto me llevó a usar mi voz; me di cuenta de que, con el éxito, la gente quería hablar conmigo y conocerme. Decidí aprovechar estas oportunidades para intentar generar un cambio, y eso me motiva a seguir. Aunque somos 7 mil millones de personas en el mundo, pocos dedican su tiempo a causas sociales. Si cada uno hiciera un poco, el impacto sería enorme.RM: ¿Qué puede hacer un lector promedio?EG:Además de donar, pueden contribuir con pequeñas acciones diarias, como reducir el consumo excesivo, apoyar empresas responsables o participar en actividades comunitarias. A veces, lo más importante es simplemente prestar atención a lo que ocurre a nuestro alrededor y buscar maneras de sumar.Para realizar un donativo, dirígete a savethechildren.mxevt