La siesta no engorda de por sí, solo si no tienes propensión genética a dormirla
La siesta es beneficiosa o no según tu genética, que determina, entre otras cosas, el posible riesgo de padecer obesidad. La ciencia ha demostrado que la tendencia a este descanso a mitad del día, tan típico de nuestro país, se hereda. "Distintos estudios realizados en gemelas y mellizas han determinado la heredabilidad de la siesta; además, estudios de genoma masivo están permitiendo identificar cuáles son los genes que se asocian con la propensión a dormir o no siesta", ha asegurado Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia y directora del grupo de investigación en Nutrición del IMIB (Instituto Murciano de Investigación Biomédica) en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo).
Gracias a las investigaciones de este grupo, muchas de las cuales forman parte de la tesis doctoral de la nutricionista María Rodríguez, se ha podido identificar una propensión genética a dormir la siesta. Este hallazgo tiene una importante traslación a los efectos beneficiosos/perniciosos para la salud de este hábito y, en concreto, incide significativamente en el riesgo de desarrollar obesidad.
“La siesta es beneficiosa o no dependiendo de la propensión genética que tenga el individuo: si una persona tiene tendencia genética a dormir la siesta (es decir, un score poligénico elevado), la siesta, en general, es beneficiosa; sin embargo, para aquellos que no tienen una propensión genética, si la duermen tendrán mucho más riesgo de engordar”, detalló la catedrática, que también recordó el importante papel que tienen otros factores en dicho reisgo, como la duración de la siesta. Y es que "una siesta corta (de menos de 30) es beneficiosa, mientras que una siesta larga se asocia con obesidad adicional".
Los mecanismos implicados en este fenómeno se encuentran en el tejido adiposo. Una siesta muy prolongada produce una serie de alteraciones en este tejido, provocando un aplanamiento de un 83% en la expresión de sus genes metabólicos (especialmente genes relacionados con el metabolismo lipídico, insulínico y del reloj, circadiano), aumentando el riesgo de presentar obesidad abdominal y alteraciones metabólicas.
En el sofá y con alarma
Pero, además, cuando la siesta es larga, se suele presentar el llamado fenómeno de "inercia del sueño", "de forma que nos levantamos despistados, un poco mareados, como si nos despertaran a mitad de la noche, ya que la siesta larga alcanza fases de sueño profundo". Para tratar de evitar esto, se recomienda que "la siesta se haga en el sofá, y no en la cama" y "programándola para que sea corta”, aconsejó Garaulet.
A raíz de los estudios en los que ha participado esta experta, se ha descubierto que la siesta se asocia con obesidad, pero en poblaciones en las que esta práctica no forma parte de su cultura. Así se ha comprobado, por ejemplo, en Inglaterra, donde no hay tradición de dormir siesta, ni tampoco mucha oportunidad ello. Sin embargo, como llama la atención la investigadora de la Universidad de Murcia, "cuando tratamos de replicar estos estudios en España, observamos que aquí, en general, la frecuencia de siesta (es decir, cuántas veces se duerme siesta a la semana) no se asocia con obesidad ni tampoco con la presión arterial, a diferencia de lo observado en Inglaterra".
El insomnio engorda
Distintas alteraciones del sueño, como el insomnio, la duración insuficiente de sueño, acostarse tarde o el ‘jet lag’ social, se asocian con un mayor riesgo de desarrollar obesidad, conociéndose actualmente muchos de los factores que influyen en esta asociación e identificándose de forma exhaustiva los cambios que el sueño produce en el tejido adiposo de los seres humanos.
Tener un sueño nocturno corto también tiene un componente genético. Hay personas que tienen un sueño nocturno de muy escasa duración y que, sin embargo, se levantan descansadas, algo que no sucede en otras. “Esto es así porque hay genes para sueño corto, que determinan de alguna manera una tendencia a dormir menos sin que ello se asocie con un menor descanso u otros problemas derivados”, indicó la catedrática.
Pero, en general, las personas que tienen un sueño insuficiente, en relación con su genética del sueño, tienen más alteraciones en el tejido adiposo abdominal y presentan mayor resistencia a la acción de la insulina, lo que puede dar lugar a alteraciones metabólicas. Además, el sueño corto o insuficiente puede producir alteraciones en hormonas del apetito, como la grelina y la leptina, una disminución de la inmunidad, alteraciones cardiovasculares (como la hipertensión arterial) y también problemas de memoria y cambiso bruscos del estado de ánimo.