Cómo una mala pauta alimentaria deseduca a nuestra mascota
Los perros no se quedan ciegos al ingerir azúcar ni se vuelven agresivos cuando comen carne. Estos dos extremos son falsos mitos que la cultura popular, las redes sociales o los compañeros de paseo canino poco informados contribuyen a difundir. No obstante, hay muchos otros trastornos y dolencias derivados de una mala alimentación que sí pueden afectar a nuestros animales de compañía. Muchos de estos efectos adversos están relacionados con su comportamiento. Así lo explican desde Picart, empresa dedicada a la fabricación de alimentos para animales de compañía, cuyos expertos advierten de que unas malas pautas alimentarias pueden provocar la «deseducación» de nuestro peludo.
Un error común en la alimentación de un perro es propiciar que picotee entre horas, ya que conduce a unos hábitos caóticos y poco estrictos a los que se acostumbra. «El animal puede estar más ansioso, ya que no sabe a qué atenerse», afirma Xavi Bará, director técnico de Picart.
El caso de los gatos es distinto: salvo excepciones determinadas por un veterinario, necesitan alimentos siempre disponibles para comer muchas veces al día en pequeñas dosis. Si, por el contrario, se hartaran de comida en unas horas concretas, podrían ver alterado su PH y eso podría generar la formación de cálculos.
¿Y qué hay de los premios? Esta técnica de reforzamiento positivo es efectiva para entrenar a los perros, pero es importante que el adiestrador aprenda a gestionar las recompensas y que la obediencia del animal no siempre sea recompensada con un alimento. Igualmente necesario es que los snacks usados como premio estén formulados de forma apropiada para que no desencadenen un desequilibrio nutricional.
Otro hábito arriesgado es alimentar a los perros en base a las sobras. Esta práctica no es necesariamente perjudicial, aunque el sabor que ofrecen a los peludos y la conexión emocional que generan cuando los agasajamos con estos alimentos pueden hacer que pierdan interés por los alimentos comerciales para perros. Ese sí es un problema. «Si la alimentación solo se basa en sobras puede haber deficiencias nutricionales que, directa o indirectamente, deriven en problemas de comportamiento o salud», alerta Bará.
En efecto, los daños físicos provocados por una mala alimentación podrían llegar a reflejarse de manera indirecta en el comportamiento de nuestro animal de compañía. Por ejemplo, un desajuste en la vitamina D puede comportar problemas articulares, que a su vez generarán dolor y alterarán el carácter del animal. Del mismo modo, si la dieta está en mal estado o contiene alérgenos a los que la mascota es sensible, alterará su comportamiento.
También hay que tener en cuenta que las vitaminas y minerales son imprescindibles para el correcto funcionamiento del sistema nervioso, y la falta de magnesio o un nivel deficiente de vitamina B pueden traducirse en un estado de apatía.
Por el contrario, la alimentación puede incidir positivamente para tratar problemas de ansiedad aguda no ligados a causas externas concretas como los petardos. Los niveles de ácidos grasos insaturados y la proporción entre ellos pueden contribuir a un estado de ánimo sosegado, y alimentos que contengan niveles apropiados de amapola californiana, pasiflora o valeriana ayudarán a que un animal nervioso se tranquilice. No obstante, «hay propietarios que no aceptan que su mascota es de una raza que se caracteriza a nivel genético por la hiperactividad», matiza Bará.
Otro aspecto esencial es ajustar las dosis a las necesidades del animal. Los propios envases de comida suelen dar una orientación de la cantidad recomendada, aunque esta puede variar según el estado físico del peludo. «Es recomendable controlar de forma visual el estado de carnes del animal, medir la cantidad de alimento que se le da y hacer ajustes según su peso y condición física», subraya Xavi Bará.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, cualquier decisión sobre la alimentación de nuestro animal debería estar basada en la evidencia científica y las recomendaciones cualificadas. Las fórmulas comerciales aportan seguridad a este respecto. «Están formuladas por especialistas, que saben qué necesitan y en qué cantidad, y que evitan aquello que les sienta mal. Las dietas caseras no son malas de por sí; en algunos casos incluso pueden tener ventajas sobre las comerciales», sentencia el experto.