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Ноябрь
2024

Editorial: Mujeres y carreras STEM

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Las mujeres son para la enfermería y la docencia, no para las ciencias, la ingeniería y las matemáticas. Si hay una brecha entre las matriculadas en estas últimas carreras y los hombres es porque ellas lo escogieron, no porque exista barrera alguna, como tampoco hay diferencias salariales ni distinciones en el mercado laboral. El país ofrece las mismas oportunidades a todos sin diferencia de género.

Esas condiciones idóneas para el desarrollo personal, sin importar el género, existen en la imaginación de un sorprendente número de hombres, a juzgar por los comentarios en Facebook a la nota titulada “Nuevas alumnas del Tec combatirán brecha de género en carreras STEM”, publicada por La Nación el 24 de noviembre.

La nota informaba de una brillante iniciativa del Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec) para impulsar el ingreso de las mujeres a las carreras STEM (sigla en inglés de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). Las autoridades de esa universidad reunieron a las 235 nuevas estudiantes en el Centro de las Artes para darles la bienvenida junto a sus familiares.

Son jóvenes decididas, dispuestas a derrotar los prejuicios y la resistencia todavía prevalente en nuestra sociedad para estudiar Computación, Ingeniería, Electrónica, Mantenimiento Industrial y Mecatrónica, entre otras carreras hasta hace poco reservadas para los hombres a fuerza de absurdos estereotipos, de los cuales derivan graves consecuencias.

El prejuicio ha venido cediendo terreno, pero las mujeres todavía sufren exclusión, como lo demuestra la matrícula inferior al 25 % en carreras STEM. Ese desequilibrio no tiene explicación más allá de los prejuicios expresados por los comentaristas de la noticia en Facebook, un espacio rara vez útil para la discusión seria y demasiadas veces utilizado para propagar infundios.

Por ironía, la prueba de los prejuicios interpuestos en el camino de las mujeres está en los propios comentarios. “Las mujeres deciden en su mayoría estudiar enfermería y educación. No se ve a los hombres combatir esa brecha”, dice uno de ellos. “No entiendo por qué tienen que humillar a las mujeres con estos sistemas de cuotas. Les están diciendo que si no es por una cuota no son capaces de entrar a una carrera STEM en igualdad de condiciones”, dice otro especialmente mal informado.

“¿Cuál brecha?”, pregunta un comentarista, y otro afirma, con contundencia, que la brecha salarial no existe porque sería ilegal: “Les lavaron el cerebro. A todos se les paga igual por las mismas tareas”. Para enfatizar el punto añadió: “No se cómo creen eso. Es como decir que robar es legal”.

Un estudio reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ubica la brecha en un 1,45 %. En promedio, las mujeres con empleo a tiempo completo reciben una remuneración un 1,45 % menor en comparación con los hombres en puestos similares. Por otro lado, la participación laboral femenina siempre ha sido inferior a la masculina por la dedicación de las mujeres a tareas no remuneradas, como las labores domésticas y el cuidado de dependientes. Muchas optan por la informalidad para tener más flexibilidad y poder atender otras labores.

La evolución necesaria es todavía mucha, como se demuestra con los comentarios citados y la violencia desatada contra las mujeres en la política y otros ámbitos del quehacer nacional. El Instituto Tecnológico hace bien al estimular el ingreso de mujeres, y ojalá les proporcione un ambiente seguro, libre de acoso y sin las barreras tradicionales.