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Avistan de nuevo al 'pez del fin del mundo': este podría ser el principio del final

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La rama de la ciencia que se dedica al estudio del comportamiento de los animales se conoce como 'etología', y desde hace varios siglos ha conocido una evolución pasmosa en cuanto a todo lo que se ha descubierto e investigado. Algunos etólogos se especializan en mascotas o ganado, pero otros se dedican a estudiar la conducta de los animales salvajes en su propio hábitat natural, lo que requiere de larguísimas jornadas de observación.

Paralela a la ciencia medida, contrastada y real que es la etología, a lo largo de la historia de la humanidad distintas civilizaciones han utilizado la observación directa de los animales para extraer información. En algunas ocasiones, como con el vuelo de los pájaros que emigran en busca de climas más cálidos, sus creencias resultaron tener una base empírica (pronto comenzará el invierno). Como siempre, primero vino el refrán y luego la ciencia que lo confirmó: "Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo", y otros tantos ejemplos.

En otras situaciones, sin embargo, no eran más que pseudociencias o artes de la adivinación (disciplinas 'alternativas', como les gusta tanto llamarlo a los orientalistas de pegatina), como arúspices que pretendieron ver el futuro en las tripas de las cabezas de ganado recién sacrificadas: resultó ser una mezcla de casquería fresca, superchería y muchas clases de 'impro' creativa.

Por otra parte, es sabido que cuando una gran catástrofe natural se aproxima, muchas especies animales se muestran intranquilas, o incluso se alejan despavoridas del lugar como si previeran lo que estaría a punto a acontecer instantes más tarde (perros ladrando, pájaros volando descontroladamente, peces con una actividad inusual, etc.).

Avistan de nuevo al 'pez del fin del mundo': este podría ser el principio del final

Algunos de estos sucesos se dan entre el mito y la realidad, y por muy contrastado que esté su invalidez científica, cada cierto tiempo vuelven a aflorar las leyendas para confundirnos. Más que 'bulos' (aquel mantra que hoy invocan algunos) entran en el terreno de la superstición o el fetichismo de quien se empeña en ver la destrucción de la existencia en cada dobladillo de la hoja de la vida.

Hace unos días, el Scripps Institution of Oceanography de San Diego (Estados Unidos) compartió en una publicación de Facebook que habían vuelto a hallar, por segunda vez en lo que va de año, un ejemplar de grandes dimensiones varado en la playa. Se trataba de un pez remo gigante ('Regalecus glesne'), que en algunas culturas se piensa que está relacionado con los terremotos.

Según los científicos de esta institución que se dedica al estudio de la vida marina, la aparición de estos enormes y brillantes vertebrados de cuerpo plano y alargado podría deberse a "cambios en las condiciones del océano", tal y como expresó Ben Frable, gerente de la Colección de Vertebrados Marinos de Oceanografía de Scripps. Este ejemplar en concreto ha sido congelado, y se espera que las muestras que se extraigan de él "podrán decirnos mucho sobre la biología, anatomía, genómica y la historia de la vida de los peces remo".

Por otra parte, la propia cuenta de Scripps Institution of Oceanography dedicó también un espacio para desmentir algunos mitos acerca de los peces remo, ya que hay quien asocia su aparición con un aumento inminente de la actividad sísmica. Así, desde Scripps aseguraban que existe un estudio publicado en 2019 que no encontró correlación alguna entre los avistamientos de peces remo varados y los graves terremotos que ocurren en Japón.

La institución de oceanografía tachó estas creencias de mero "folklore". Y es que en la mitología antigua japonesa se conoce a los peces remo como 'Ryugu no tsukai', que vendría a traducirse a algo así como el "heraldo del palacio del dios del océano". Hasta hace pocos años, aún persistía la creencia de que el avistamiento en la costa de esta clase de animales anticipaba la consecución de terremotos o tsunamis, ya que normalmente habitan en aguas muy profundas y son supuestamente sensibles a la actividad de las fallas volcánicas submarinas.