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¿Democracia o un CEO?

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¿Qué papel jugó Elon Musk, dueño de la red social X y de la compañía de automóviles eléctricos Tesla, en las últimas elecciones de Estados Unidos? Musk decidió regalar un millón de dólares diariamente durante la campaña y hasta el día de la elección de Estados Unidos. La condición para ser parte de este concurso era ser parte de los nuevos votantes que se registraron en Pensilvania, uno de los estados pendulares que pudo definir la victoria de Donald Trump. Pero, ¿cuál fue el origen del activismo electoral del hombre más rico del mundo? ¿A qué se debe este repentino interés en hacer este trabajo por los republicanos?

La explicación, como dicen los estadounidenses, es “sigue el dinero”; días después de la victoria de Trump, Tesla superó el billón de dólares de valor de bolsa y Elon Musk se convirtió en el hombre más rico del mundo, siendo nombrado en días recientes como director del departamento de eficiencia gubernamental de Estados Unidos; rol que otorgaría una importante influencia sobre la política regulatoria en la que operan las compañías de los multimillonarios que apoyaron la campaña de Trump; esto no es casualidad.

Todo hace parte de una estrategia cuidadosamente diseñada por un movimiento que se ha metido en las venas más profundas de la democracia, el movimiento ideológico neoreacción NRx que, desde las sombras, cuestiona la esencia misma de la democracia liberal.

Entre los principales ideales de este movimiento se encuentra una fuerte crítica a la democracia, considerando que esta lleva inevitablemente a la corrupción y a la incompetencia. Su postura aboga por un sistema tecnocrático en donde el poder está concentrado en líderes “competentes”, con una estructura jerárquica notablemente vertical.

Este movimiento propone un Estado que funcione como una empresa. En esta visión distópica, los ciudadanos no son iguales. Son accionistas, la inmensa mayoría minoritarios, bajo el yugo de un líder tecnocrático que cumple la función de un “CEO” que prescinde de la participación democrática. Un Estado que funciona como una empresa, en donde se glorifica la figura del administrador, como si este fuera el único que puede resolver los problemas de nuestra sociedad.

Esta corriente, si bien no tiene líderes, ha encontrado eco en figuras influyentes de Silicon Valley y la derecha populista en Estados Unidos. Magnates como Peter Thiel y Elon Musk han promovido ideas afines, sugiriendo que la libertad económica no necesita de una democracia funcional y que puede prescindir de ciertos derechos en aras de lo que consideran el éxito del capitalismo.

Detrás de esta eficiencia y estabilidad económica, se oculta una narrativa que normaliza la desigualdad, autoritarismo y clasismo. Este movimiento perpetúa los privilegios y concentra el poder en las mismas manos de siempre, excluyendo a quien piensa o quiere algo diferente.

Pero ¿qué es lo que ha hecho que la NRx resuene en algunas personas? Esta radica en su capacidad para explotar el desencanto con los sistemas actuales. La desigualdad creciente, el fracaso de muchas democracias para responder a las necesidades de sus ciudadanos y la percepción de un estancamiento económico se han convertido en el cultivo perfecto para estas ideologías reaccionarias que ofrecen soluciones simplistas a problemas de fondo.

La historia nos ha mostrado que las ideas autoritarias pueden ganar terreno rápidamente si no se les enfrenta con convicción. Como sociedad, debemos elegir entre aceptar el espejismo de un futuro “eficiente” en donde se le mide a la humanidad por un valor económico y no por su dignidad o comprometernos con construir una democracia actualizada a los retos contemporáneos.

Si estos discursos se están volviendo populares es en buena medida por el descrédito y la falta de respuestas concretas que la democracia le ha dado a las personas por muchos años. El trabajador ha perdido poder adquisitivo y riqueza, los crímenes de guerra continúan en Gaza, los derechos como vivienda y salud permanecen siendo servicios y mercancías y la crisis climática no es una prioridad para los gobiernos.

Por eso, es importante hacer un voto por la democracia, pero también por una democracia que sea equitativa, una democracia que logre que todos puedan disfrutar de todos sus derechos, que vele por la paz y el medio ambiente, una democracia actualizada.

Hoy, más que nunca, la democracia necesita nuestra voz y nuestras acciones. ¿Estamos dispuestos a responder al llamado?