La playa del nordeste que atrae a los argentinos por sus rincones secretos
El sol cae temprano. Son poco más de las 17 cuando un círculo naranja empieza a teñir el horizonte. Sobre ese fondo, en una mesa se recorta una bandeja de ostras y el inconfundible perfil de los vasos de caipirinha, la bebida que el mundo asocia como sinónimo de Brasil. La escena no transcurre en una playa exclusiva o en un resort de lujo. Es un placer mundano que puede ser disfrutado a pocos kilómetros de Pipa, la playa estrella del nordeste que cautiva, cada vez más, a los argentinos que buscan destinos de vacaciones impregnados de sol y naturaleza. Como si fuese poco, el dólar barato se ocupa de acortar las distancias económicas.
No es difícil ubicar en el mapa a Río Grande do Norte. Es el estado que está más al este de todo Brasil. Natal, su capital, está a menos distancia de África que de la populosa San Pablo. Y aunque el trayecto a recorrer desde Buenos Aires no es un tema menor, se pueden acceder a vuelos que oscilan entre los 600 y 720 dólares. La brasileña Gol, incluso, ofrecerá conexiones directas entre diciembre y marzo, con salidas desde el Aeroparque Jorge Newbery.
Pipa es un destino agreste, popularizado por los surfistas brasileños en los '70 y por la chance de avistar delfines en cualquier momento del año. Ubicado a 85 kilómetros de Natal, desde el aeropuerto se puede llegar en bus, a 30 reales por pasajero, en transfer o en un taxi, opción muy elegida por la comodidad de llegar en menos tiempo y hasta la puerta del destino elegido, por alrededor de 250 reales.
Su nombre remite a un barril de vino o aceite, la forma que avistaron los navegantes portugueses que recorrieron sus costas. Su entorno natural y las extensas playas bordeadas por un malecón de rocas la han convertido en una de las diez favoritas de Brasil. Pero también un dato que remarcan sus habitantes: 300 días de sol garantizados y una temperatura media anual que ronda los 28 grados.
La villa hoy es un área protegida, al igual que el municipio del que forma parte, Tibau do Sul, que alcanza 320 hectáreas. En los primeros 100 metros de costa solo se puede construir un 5%, y en los siguientes, 10%. Ninguna edificación, además, puede tener más de dos pisos. Estas características crean atractivos particulares, ya que hay 16 senderos para recorrer y conectarse aún más con la naturaleza del lugar. Además de los delfines, es fácil cruzarse con otras especies como el mono seguí, iguanas, tucanes, garzas y benteveos. Mención aparte se la llevan las tortugas marinas, ya que su costa es elegida para desovar y por eso está incluida dentro del proyecto Tamar, el programa que desde hace más de cuatro décadas se dedica a la protección de esta especie a lo largo de todo el litoral brasileño.
La comunidad turística está comprometida con el objetivo de mantener a Pipa como un enclave del ecoturismo. Entre hoteles y posadas, solo tiene 1000 plazas, que se vuelven disputadas en la temporada alta. En agosto llegan los europeos, y desde septiembre todos los visitantes quieren vivir el verano. Una singularidad es que toda esta oferta está al alcance de la mano a través del portal preservepipa.com, una suerte de Booking en el que están agrupados tanto la oferta hotelera, como restaurantes, excursiones y todo tipo de servicios. Como su nombre lo indica, esta plataforma, desarrollada por la Asociación de Hoteles y el Convention Bureau de Pipa, tiene como norte promocionar a esta antigua aldea de pescadores como un destino vibrante pero sin perder la convivencia armoniosa con la naturaleza.
Playas y gastronomía
Donde uno ponga la vista en Pipa va a encontrar palmeras, vegetación y calles empedradas. La playa está conectada con la autovía que la une a Natal por una pequeña avenida que atraviesa Tibau do Sul. Su punto final es la Avenida Baia dos Golfinhos, que en menos de diez cuadras concentra a casi toda la oferta gastronómica y comercial, desde bares hasta farmacias y mercados.
Como en todo Brasil, la comida no es un consumo caro. En los restaurantes más elegantes se puede pagar hasta 25 dólares por un plato, una cifra no muy distante de lo se que paga en Palermo. Pero se puede almorzar o cenar por 10 dólares. Una cerveza se paga dos dólares, y una caipirinha, entre 3 y 4 dólares.
En "Tamariz", por ejemplo, se pueden degustar moquecas de róbalo y camarones (plato típico nordestino) y todo tipo de preparaciones con frutos de mar. Pero si hay algo que no le falta a Pipa, es variedad. A la numerosa cantidad de lugares de comida brasileña, se le suman otros de especialidades árabe, italiana, argentina y hasta uruguaya, representada por La Chivitería.
Una de las propuestas más valoradas en Pipa tiene toque argentino. "Macoco" es un restaurante que cumplió doce años, comandado por el chef José Lucas Sabadini, en donde el toque autóctono lo aportan los ingredientes, combinado con presentaciones rioplatenses. Así es como aparecen las sabrosas empanadas do sertao, una variante que utiliza carne do sol para el relleno (una preparación muy extendida en el nordeste) o los ñoquis de banana, por mencionar algunas opciones de doble nacionalidad. Una mención especial se la lleva el atún rojo, que también es parte de la fauna de la región. A la hora de elegir donde posarse al sol, Sibauma (al extremo sur de Pipa) es la opción más agreste, a donde se llega en excursiones con jeep o cuatriciclo. La Praia do Amor es tal vez una de las más reconocidas, llamada así por la forma de corazón que exhiben sus orillas. En ella no solo hay varias actividades acuáticas para practicar, sino un popular balneario llamado Amor, que tiene piscina, juegos, un enorme restaurante, duchas, un bar de playa y un siestario en el que los visitantes disfrutan momentos de relax en hamacas y camastros. Un dato no menor: una escalera de más de 100 pasos lo separa del mar, algo que se repite en otras playas también. En Baia das Golfinhos también hay acantilado, pero el avistaje de delfines le da un plus singular. Por su tranquilidad y aguas cristalinas, la Praia do Madeiro atrae a parejas y familias.
Natal, paraíso tropical
Natal es el punto de llegada para unas vacaciones en Rio Grande do Norte. La capital del estado fue creada un 25 de diciembre de 1599 (de ahí su nombre, que significa Navidad en portugués), con lo cual todavía preserva vestigios de la colonia, como el fuerte de los Reyes Magos (iniciado un 6 de enero, antes que la ciudad). También fue ocupada por los holandeses durante 20 años hasta 1654, época en la que se la llamó Nueva Amsterdam. Y como dato curioso, albergó una base militar de EE.UU. durante la Segunda Guerra, destinada a actuar como escala para las operaciones estadounidenses en Africa. La cercanía fue tal que justificó una visita del presidente Franklin D. Roosvelt, recibido en Natal por su par Getulio Vargas. Fue en ese encuentro, realizado en 1943, en la que se selló el ingreso de Brasil al conflicto como integrante del bando aliado.
La ciudad tiene un invierno tan leve que no parece tal. Su temperatura media no baja de los 22 grados, y su temporada seca (y calurosa) va de junio a diciembre. Sus playas ofrecen atractivos de todo tipo, y su oferta de hotelería y gastronomía tiene nivel internacional. Para comprobarlo no hay más que pasar frente al Vogal Luxury Beach Hotel & Spa (que tiene una calificación de 9,6 en Booking para viajes de dos personas), un resort que combina naturaleza y arquitectura en perfecta armonía, con cinco piscinas al aire libre y acceso directo a la playa de Ponta Negra, una de las más populares por su céntrica ubicación y sus aguas de color turquesa.
Pero no todo es Ponta Negra (se llama así porque junto al Morro do Careca hay areniscas que tienen hierro), epicentro también de la movida gastronómica, cultural y nocturna de la ciudad. La Praia do Forte (aledaña a la construcción que nació junto a Natal) tiene una atmósfera más sofisticada, ya que los resorts que la rodean la vuelven atractiva para el turismo de lujo. Un dato a tener en cuenta es que las mareas y el temprano amanecer obligan a aprovechar la playa desde primera hora de la mañana, porque la oscuridad llega antes de las 18.
Si hay un recorrido que no puede faltar es la visita a Genipabu, una joya escondida que está a pocos minutos de Ponta Negra. Su punto fuerte en realidad es el parque de dunas de arenas blancas, que rodean a una laguna cristalina. Un dato a tener en cuenta es que su acceso solo se puede hacer con buggys, autorizados para recorrer esas colinas que cambian de conformación con el viento. Las excursiones salen desde el centro, y serán parte de los reales mejor invertidos de las vacaciones. La habilidad de los conductores no solo hace entretenido el paseo, sino que le agrega una vibrante cuota de emoción cuando los rodados suben y bajan las cuestas a considerable velocidad. ¿Una montaña rusa en plena playa? Sí, no es un sueño, es algo vivo y real.
Brasilia, trampolín al norte
La distancia que separa a Buenos Aires del estado de Rio Grande do Norte es un tema a considerar. Pero afortunadamente, en la temporada alta reaparecen los vuelos directos desde Buenos Aires. El aeropuerto de Natal fue construido para el Mundial 2014, con lo cual tiene una infraestructura nueva. Está a 40 kilómetros del centro y hay múltiples formas de traslado, incluso directo a Pipa. Todas las compañías, incluida Aerolíneas Argentinas, ofrecen llegar a través de conexiones, con opción de partir desde el Aeroparque Metropolitano. La ruta más habitual ofrece interconectar vía Guarhulos, la gigantesca estación aérea de San Pablo. Pero también hay chance de arribar a través de una escala en Brasilia, la capital federal, que ha desarrollado atractivos locales para invitar al viajero a hacer una estadía -aunque sea breve- para recorrer una de las urbes más sorprendentes del país vecino.
Brasilia fue el sueño de Jubelino Kubitschek, quien gobernó el país entre 1956 y 1961, con una política industrialista que buscaba atraer a empresas extranjeras, motorizando a la vez grandes proyectos de infraestructura (no es casual que se lo compare con el desarrollista Arturo Frondizi). Hasta ese entonces, las capitales eran Salvador de Bahía y Río de Janeiro. Pero el nuevo mandatario quería mudar la sede de gobierno al centro, cerca del Amazonas (el estado de Goias, para ser más precisos) como una forma de expandir hacia el interior el crecimiento de la población y la infraestructura. Creyente visible del rol del Estado en esta órbita, buscaba que la nueva ciudad reflejara una utopía igualitaria. Quienes le dieron forma fueron su arquitecto Lucio Costa, y su principal discípulo, el reconocido urbanista Oscar Niemeyer, responsable del plan maestro y de crear el concepto de todos sus edificios públicos.
Brasilia hoy ofrece historia y cultura, pero también paseos y gastronomía. Lo primero que llama la atención son los perfiles de los edificios públicos, construidos y ubicados en locaciones muy precisas.
La sede presidencial, el Palacio del Planalto, las dos torres que dan cabida al Congreso y el edificio que alberga a la Corte Suprema de Justicia forman un triángulo equilátero. En el centro, la Plaza de los Tres Poderes es testigo de una equidistancia simbólica, que la política no siempre respeta (como lo reflejó el asalto de los seguidores de Jair Bolsonaro las sedes oficiales, como rechazo al naciente gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, en enero de 2023).
La avenida que confluye hacia este espacio está poblada por los edificios ministeriales, que asoman a ambos márgenes, marcando cada uno su cercanía (o no) al poder real. Por eso no llama la atención que el más destacado de todos sea Itamaraty, el nombre que identifica a la Cancillería, órgano rector de la política exterior y ámbito de recepción de todos los visitantes extranjeros.
Dos puntos de la ciudad en los que vale la pena detenerse son la Catedral Metropolitana, que con su diseño circular refleja la singular concepción que plasmó Niemeyer a la hora de levantar el principal templo religioso de Brasilia. El otro es la Torre de TV, una construcción de 224 metros de altura que está en un extremo del denominado eje monumental, desde cuyo mirador -a 75 metros de altura- se tiene una vista privilegiada de toda la ciudad, pero particularmente del corredor de edificios públicos que la caracteriza.
Planificación y turismo
La capital no tiene edificios de mucha altura. Construida día y noche en cuatro años e inaugurada antes de que Kubitschek dejara el poder, en 1960, es ejemplo de una cuidadosa planificación. Tiene zonas destinadas a viviendas, otras a comercios, hospitales, servicios financieros. Nada escapa al plan urbanístico de Costa y Niemeyer, incluido el lago Paranoá, un espejo artificial de agua que rodea a la capital. Su objetivo es incrementar las reservas de agua, pero también le permite a sus habitantes tener actividades recreativas inimaginadas para un estado amazónico, como el windsurf, además del remo y otros deportes acuáticos.
Los suburbios de Brasilia también permiten actividades recreativas distintas, que van ganando espacio frente al habitual tour arquitectónico y cultural. La ruta Viva Lago Oeste, por ejemplo, aporta opciones de turismo ecológico y rural combinado con buena gastronomía. Ubicado en las cercanías del Parque Nacional de Brasilia, hay numerosas opciones de alojamiento conectadas con la naturaleza; senderos para recorrer a pie o con bicicletas, y acceder a través de ellos a una cascada; restaurantes que hacen gala a los ingredientes locales o llegar a un tesoro escondido: el Balanceu.
Se trata de una hamaca ubicada a 1254 metros de altura, a los pies de un extenso valle, que permite vivir una experiencia cargada de adrenalina y emoción. Montada con todas las medidas de seguridad necesarias, el desplazamiento del columpio genera momentos de vértigo difíciles de describir.
Más allá de las propuestas glamorosas que ofrece el mundo del turismo (como apreciar el relajado atardecer de Brasilia desde el roof top del B Hotel, donde la comida y la coctelería crean climas únicos, que se extienden hasta la noche), hay un interés oficial por promover alternativas de escala más reducida, que sean el resultado de emprendimientos sustentables. Ese rol lo lleva adelante el Sebrae (Servicio Brasileño de Apoyo a las Pequeñas y Medianas Empresas), un ente de carácter mixto creado en 1990 que se financia con una contribución que pagan las empresas y distribuye el Estado.
Varios integrantes de la ruta Viva Lago Oeste han crecido gracias al apoyo del Sebrae, como el "Recanto María Flor", la pequeña hacienda donde se pueden pasar días de descanso y recibir la vista del Balanceu. Pero no es el único caso, desde ya. Con otro foco, en el brazo norte de Brasilia se puede disfrutar de uno de los mejores cafés de especialidad de la ciudad, en un entorno descontracturado y familiar.
"Marilda Café" refleja el trabajo incansable de Marilda Ribeiro, que hace 20 años quiso crear un ámbito singular, y que hoy se sostiene con la dedicación y esfuerzo de su nieta Ana. Su café proviene de una cooperativa de productores que trabaja constantemente para mejorar su producto, y que le permite ofrecer a sus clientes un grano tostado de 88 puntos, que para la SCA (la asociación que valida los estándares con los que se produce el café de especialidad) entra en la categoría de "Excelente".
Llegar al patio de "Marilda", ver como se puebla por las mañanas, y aprovechar las exquisiteces que salen de su cocina, es saborear un poco del Brasil escondido que tanto vale la pena descubrir y disfrutar.