La vida de excesos de Daní Benítez con alcohol y drogas: «Me jode que me llamen 'Dani Beefeater'; lo que yo me bebía era vodka, no ginebra»
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«Me jode que me llamen 'Dani Beefeater'; lo que yo me bebía era vodka, no ginebra», entre ironía y seriedad respondía así Dani Benítez a una entrevista con Rubén Cañizares en ABC el pasado mes de abril con motivo de la salida a la venta de su autobiografía. El futbolista saltó a la fama en 2009 con aquel meritorio Granada que pasó de Segunda B a Primera en apenas dos años y despertó el interés de media Europa. Después, los excesos y el drama absoluto . Hoy, a sus 37, Benítez decidió hablar y desgranar los altibajos de su vida en su biografía 'Mi historia la cuento yo', escrita junto al periodista Héctor García. « Quiero que el libro sea un mensaje positivo para quien lo está pasando mal . Se puede salir adelante, pero a veces uno solo no puede, también necesita ayuda», explicaba en ABC, reflexionando sobre un camino marcado por la rebeldía, el talento y la autodestrucción. Este domingo abordará todas sus luces y sombras en 'Salvados' de LaSexta. Dani creció en Lloseta, un pequeño pueblo mallorquín. Pasó gran parte de su infancia con sus abuelos, mientras sus padres trabajaban en hostelería. Aunque asegura que no era un niño problemático, dejó los estudios a los 16 años para perseguir su sueño de ser futbolista. Su relación con su padre, marcada por la dureza y estrictas normas, se rompió cuando apenas tenía 15 años. «Nunca olvidaré la primera bofetada que me dio con seis años; me hizo hasta sangre», relata. Tras años de tensiones y distanciamiento, su madre, Antonia, intentó mediar en la reconciliación antes de morir de cáncer en 2007 , pero los intentos fueron en vano. «Lo único que he aprendido de mi padre es a no ser como él», confiesa. Dani se convirtió en el emblema de aquel Granada que ascendió a Primera, deslumbrando con su estilo de extremo «de la vieja escuela». Pero fuera del campo, su vida era un torbellino. Con un carácter indomable y un entorno poco estructurado, los problemas no tardaron en aparecer: alcohol, velocidad al volante y noches que acababan con una botella de vodka. «No fui alcohólico, pero podía beberme una botella y no me pasaba nada », asegura, aunque admite que la fama y el dinero alimentaron su autodestrucción. «Ganaba un millón de euros, gastaba el doble y no sabía hacer una declaración de la renta». El punto de inflexión llegó en 2014, cuando dio positivo por cocaína tras un partido contra el Betis. Fue suspendido durante dos años, el Granada rescindió su contrato, y Dani cayó en una espiral de consumo y depresión. « No tenía una adicción a la cocaína, era una adicción en general : alcohol, fiesta… Llegué a gastar más de 100.000 euros», admite. Tras tocar fondo, Dani regresó a Mallorca, donde inició un difícil proceso de reconstrucción personal. Reconoce que perdió amistades y que las puertas del fútbol en España se le cerraron. Aun así, continuó jugando en equipos de Chipre, Rumanía y en categorías inferiores. Desde 2021, combina su pasión por el fútbol con su rol como director comercial en una empresa de fertilizantes ecológicos en Granada. Aunque ha dejado atrás las noches de fiesta, el estigma persiste. «Me duele que me llamen 'Dani Beefeater'. Nunca he bebido ginebra, era vodka», protesta sobre el mote que le persiguió en sus años en Granada. Hoy, Benítez valora lo aprendido: « A mis hijos les explico mis errores con sinceridad . Me fastidia no haber hecho las cosas mejor, pero ellos saben que estoy aquí para ellos». Con tres hijos de distintas relaciones, su vida es ahora más serena. «Juego por placer en el Arenas de Armilla y, aunque cada año digo que me retiro, no lo hago. He aprendido a disfrutar del fútbol sin presiones», concluye. Dani Benítez es una historia de luces y sombras, pero también de resiliencia. Porque, como él mismo dice, 'se puede salir adelante'. Lee aquí la entrevista completa de Dani Benítez en ABC.es .