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Recordando a la escritora Patricia de Souza

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Días atrás, un lector acucioso de narrativa peruana última, a razón de un artículo publicado en La República sobre el buen momento de las narradoras peruanas (hace ya algunos meses), me preguntó por algunas escritoras precedentes a esta saludable eclosión de autoras. Los nombres no tardaron en aparecer en el radar. Uno de esos nombres, es, bajo todo punto de vista, el de Patricia de Souza (1964-2019). Le di las señas de algunas de sus novelas, que me parecen idóneas puertas de entrada a su poética. Son las siguientes: Cuando llegue la noche (1995), La mentira de un fauno (1999) y Ellos dos (2007).

Patricia de Souza apareció a mediados de los años noventa y desde sus inicios fue saludada por la crítica, la prensa cultural y, cómo no, los lectores. Su escritura no solo era el reflejo de su talento, sino también de otra dimensión que habría que prestar atención para empezar a valorarla en su justa medida: su pensamiento. Si bien sus novelas, como las arriba consignadas, se siguen manteniendo frescas y lozanas, es en el ámbito del ensayo en donde Patricia de Souza dio también no pocos aportes importantes a la discusión sobre la situación de la mujer, como creadora y feminista.

Tampoco niego la extrañeza que me sigue causando el aparente estancamiento de su proyección a pesar de haber publicado en editoriales importantes locales y extranjeras. Electra en la ciudad (Alfaguara, 2006) es su última novela publicada en un sello grande. El resto de su producción, hasta su fallecimiento en el año 2019, lo hizo en el circuito editorial independiente. Pero esa extrañeza fue dejando de ser tal a medida que iba leyendo su producción ensayística. Patricia de Souza hacía uso de todos sus recursos intelectivos cuando escribía sobre la mujer, a los que se sumaba una actitud frontal, y mucha política igualmente.

En el 2015, Patricia de Souza publicó un cuestionador libro de ensayos: Descolonizar el lenguaje, a cargo de la editorial chilena Los libros de la mujer rota. Después de Eva no tiene paraíso (Altazor, 2011), este era el segundo libro de ensayos suyo que leía y mi percepción, sobre su trayectoria, adquirió un sentido más sólido. Su pensamiento sobre lo patriarcal obedecía a un discurso fundamentado en donde sus columnas eran la gran literatura y la filosofía, a ello añadamos su posición ante los círculos de “poder” intelectual. Todos sabían que se trataba de una muy buena autora, pero al mismo tiempo era una presencia incómoda. Su discurso feminista y político, llegó a ser radical.

Esa fue la razón de su tránsito por editoriales independientes. Si no me equivoco, fue en el año 2013 que recibo un mail suyo. Desde ahí comenzó un regular intercambio de mails en donde las dudas se esclarecieron en cada tanda. Estas inquietudes tenían que ver por su presencia en editoriales independientes (era un misterio que no lograba/logro entender). Había sido víctima de la envidia literaria y, cantado, de los infaltables sentimientos menores del letrado mundillo masculino. No se hacía problemas, se asumía una gran escritora, con problemas más urgentes, como su salud, como para estar dependiendo de la aceptación ajena.

De las preguntas que le hice sobre Descolonizar el lenguaje para una entrevista en un blog, dejaré un par, con la idea de que alguien se interese por sus libros. En abril de este año, hubiera cumplido 60 años.

-La presente publicación es una crítica al feminismo.

-Es una crítica al feminismo que no se separa efectivamente del pensamiento hegemónico, sobre todo de una lógica neoliberal: la mujer se empodera igualando al hombre, compitiendo y reproduciendo esos valores que ella misma combate. El neoliberalismo y el feminismo están muchas veces reñidos, o son antagónicos porque hacen del cuerpo de la mujer una mercancía, piénsese en los “vientres de alquiler” que se promueve en algunos lugares en Europa. O la prostitución regulada que promueven algunas feministas. El problema del feminismo en este tiempo es político, no solo ideológico. Hay formas de dominación y control a través del pensamiento aparentemente “liberador” de un feminismo occidental. Es delicado y complejo, y hay que ejercer una crítica de los valores culturales que se promueven como universales.

- Vives fuera del país y, como imagino que sabes, estamos viviendo un auge sostenido en narrativa escrita por mujeres. Sin embargo, cuando tú comenzaste a escribir y publicar, las mujeres eran contadas. Colijo que ellas también tienen que batallar contra los prejuicios, pero tú batallaste mucho más.

-No me voy a atribuir el rol de oprimida, hay muchas opresiones más duras, pero sí es cierto que me di de golpes con ese medio masculino tan castrador. Creo que supe voltear las mangas de la camisa para no quedarme solo en harapos, sí, ahora que lo pienso creo que fue así. Solo después he comprendido la marginalidad que veía desde un lente muy burgués y convencional, casi dócil. Por ejemplo, que publiquen más mujeres es un fenómeno demográfico, somos más numerosas que los hombres, además de la facilidad de acceso a los medios de impresión, difusión, etc., pero eso significa estar menos colonizadas. Esa es la pregunta que debería surgir espontáneamente. Aplicando la lógica neoliberal, hay más consumidores y consumidoras de cosas baratas porque la producción se ha industrializado en detrimento de la calidad y la durabilidad de los objetos. Podríamos aplicar este razonamiento al campo del arte. Que existan más mujeres que escriban no es sinónimo de más libertad. Solo es un árbol plantado delante de un bosque.