Uruguay al balotaje: pronóstico difícil
Dos coaliciones van en las papeletas a la segunda ronda electoral del domingo en Uruguay, sin que las encuestas ni los actos de campaña permitan un pronóstico puntual acerca del eventual ganador de la presidencia.
El Frente Amplio, una alianza de partidos y movimientos progresistas consolidada y con prestigio ganado en tres mandatos —Tabaré Vázquez por dos veces y José Mujica—, es liderada por Yamandú Orsi, un profesor de Historia que resultó el más votado en la primera vuelta con 43,9 por ciento de los sufragios, cifra que casi duplicó a quien será su contendiente el domingo, Álvaro Delgado, del Partido Nacional, ganador del 26,7 por ciento. Pero Orsi no llegó a la mayoría absoluta necesaria.
Muy atrás quedó Andrés Ojeda, del Partido Colorado, con 16 por ciento de los sufragios. La cantidad lucía insignificante en aquella vuelta pero será definitoria ahora pues, repitiendo la estrategia de las elecciones de 2019, inmediatamente después de conocerse el conteo, Ojeda dio a conocer el adoso de su candidatura a la del otro aspirante derechista, Delgado, con lo cual se volvió a reconfigurar la coalición ahora en el poder, formada por estos dos partidos tradicionales —supuestamente rivales— y algunas otras agrupaciones pequeñas.
El Frente Amplio desafía a la llamada Coalición Republicana: así quedó el tablero para un balotaje donde tendrán gran peso los indecisos quienes, según las encuestas, rondan el ocho por ciento. La cantidad parece mínima, pero breve es también la diferencia que arrojan esos sondeos entre uno y otro candidato, y que va desde uno a cuatro puntos porcentuales. De modo que ese sector no definido puede representar el péndulo que decida.
El programa del candidato frenteamplista toca fundamentalmente los sectores económico, social y de seguridad, en el deseo de volver a los programas sociales que marcaron las gestiones de Tabaré y Mujica, y con una mesura que intenta frustrar los esfuerzos con que siempre se quiere satanizar a la izquierda.
Delgado, por su parte, promete repetir lo que ha sido el Gobierno del saliente Luis Lacalle Pou, un mandato sin grandes sobresaltos en materia económica pero con altibajos en ese sector que observadores relacionan con nichos de pobreza —también debe haber mucho de desigualdad—, y que algunos de esos analistas consideran responsable de las altas tasas de homicidios.
A punto de concluir la campaña, acusaciones de vínculos de la excanciller Carolina Ache con un narcotraficante llegaron a la justicia y provocaron renuncias importantes en el gabinete, con lo que se removió negativamente la imagen gubernamental.
Se asevera que economía y seguridad constituyen las dos mayores preocupaciones de la ciudadanía. Quien mejor llene las expectativas en esos terrenos podría llevarse las papeletas de quienes aún no saben por quién votar. Los otros, ya tienen la suerte de su sufragio echada.