¿Cirugía o personalidad?
0
Voy en tren, el vagón está medio vacío y hay un gran silencio. Me gusta viajar en tren, son unas horas de quietud en las que suelo evadirme, horas buenas para reflexionar y perderme en mis pensamientos, sobre todo en días lluviosos, como este, en el que se ve correr el agua sobre los cristales y se escucha su tintineo. En mi misma fila se sientan dos mujeres muy parecidas, probablemente hermanas. Son rubias, con pelo largo, ropa muy ceñida y de una edad que no acierto a adivinar. Pongamos que rozan los cuarenta años. Su físico revela que son extranjeras, tal vez eslavas o de algún país del Este. Yo estaba en «mis cosas», pero de repente me han llamado la atención. La causa, sus enormes labios, sin duda resultado de una excesiva cirugía estética. Sus bocas no casan con sus rostros y destacan por su gran tamaño y artificial aspecto; supongo que era esta su pretensión cuando decidieron someterse a semejante «arreglo», ya que, aunque no consigo comprenderlo, estos labios están de moda. A lo largo de la historia de la humanidad, las mujeres hemos pretendido embellecernos con los medios que hubiera a nuestra disposición. Ropas, joyas, maquillaje o perfumes han sido nuestros aliados para resultar bellas, atractivas, sensuales o elegantes. El concepto de belleza no es algo inmóvil, sino que ha ido evolucionando con el transcurso de los siglos. La Historia del Arte nos permite contemplar lo que se ha considerado el colmo de lo bello en cada época, desde las rotundas diosas griegas a las estilizadas damas medievales, pasando por las voluminosas mujeres del Barroco o las delgadísimas jóvenes de la Belle Époque. Esa concepción de la perfección física femenina ha ido cambiando fruto de las modas y de las transformaciones sociales, si bien siempre ha habido elementos comunes, como la cintura estrecha o una piel inmaculada. Cada vez son más los medios a los que podemos acceder para mejorar nuestro aspecto. La competencia es atroz y las redes sociales, perfectamente programadas para alimentar y moldear nuestras obsesiones, se encargan de convencernos de que esos rasgos anhelados están a nuestro alcance. Las jóvenes son las más expuestas a caer en ciertas inseguridades y muchas deciden operarse a edad muy temprana. Hace ya tiempo que veo por la calle chicas con narices y bocas extrañamente similares, lo que me lleva a reflexionar ¿Por qué mujeres tan jóvenes deciden cambiar su aspecto aunque objetivamente sean agraciadas? ¿Por qué no se valoran los propios rasgos como un signo distintivo de la personalidad, algo que nos hace únicos? ¿Por qué la sociedad se está volviendo tan narcisista? Evidentemente las redes sociales potencian y acentúan todas estas preocupaciones, por lo que es urgente reivindicar un buen uso de las mismas que, supongo, debe comenzar por dejar de mirarse el ombligo y comprender que la belleza se define por una serie de cualidades físicas, muchas veces arbitrarias, pero a la que deben sumarse a otra suerte de facultades morales e intelectuales. Las mujeres no somos únicamente una nariz, una boca o unos pómulos, por no entrar en más detalles, sino mucho más que eso. Y es preciso que las generaciones jóvenes lo asimilen cuanto antes mejor. Como dijo Coco Chanel: «Puedes ser preciosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible el resto de tu vida». Si te ha interesado este artículo, no te pierdas 'La Belle Époque', en Arte y demás historias .