La Apuesta por la república
Los patriotas peruanos consagran la república como forma de gobierno –en lugar de la monarquía– en su primera Constitución de 1823. La Sociedad Patriótica de Lima encausó la batalla ideológica. Apareció entonces La Abeja Republicana a favor de las ideas liberales, y un enmascarado, “El Solitario de Sayán”. El Libertador José de San Martin duda. La Revolución francesa ha desembocado en el Reino del Terror; en Haití, el exterminio de la población blanca por los esclavos insurrectos alarma a los criollos; en Buenos Aires y Chile asoma la guerra civil; solo las trece colonias de EEUU son un referente alentador de un régimen republicano innovador en el mundo. Bolívar lanza los dados. Su mano derecha, José Faustino Sánchez Carrión, el ideólogo enmascarado de Sayán, se revela tenaz y ejecutivo.
Escribe: Álvaro Sialer Cuevas (*)
Esta guerra va a terminar en cualquier momento, y Simón Bolívar confía en hacerse con la victoria sobre los realistas. La apuesta por la República va a pagar después de todo. Fue una opción débil en tiempos de San Martín y su monarquismo, tímida durante la presidencia de Riva-Agüero (que negociaba con los realistas en secreto) y decidida ahora que gobierna Bolívar con su ministro José Faustino Sánchez Carrión, hombre de ideas liberales y ferviente defensor del sistema republicano.
Qué lejanos parecen los días de enero, cuando el Libertador organizaba desde Pativilca el ejército de la patria. Ordenó reunir a todos los caballos disponibles y fabricar en Trujillo hasta 50.000 balas. Y por decreto del 26 de enero ordenó reclutar varones entre 12 y 40 años en todo el norte peruano. Luego llegó la pesadilla del 5 de febrero, cuando el Real Felipe del Callao se sublevó por falta de pago e izó la bandera española al día siguiente. Bolívar ordenó evacuar Lima, y llevar a Pativilca todo lo que pudiera ser útil.
La situación era insostenible, y por eso el 10 de febrero el Congreso nombró a Bolívar dictador del Perú, puso en suspenso la presidencia de Tagle (quien luego se refugió con los españoles) y se declaró a sí mismo en receso. La República peruana tenía por fin un solo líder, el Libertador. Este nombró el 13 de febrero a Antonio José de Sucre como comandante general del Ejército Unido Libertador. Y el día 18, impuso al departamento de Trujillo una contribución de 300.000 pesos para la caja militar y 100.000 pesos mensuales para sostener el ejército, que venía entrenando en la sierra norteña para luchar en altura. Y como no siempre era posible recaudar dinero, Bolívar ordenó a todo el norte elaborar avituallamiento: Lambayeque y Piura debían producir calzado; Huamachuco, ropa y monturas; Trujillo, jabones, aceites y telas para camisas; Cajamarca, pantalones; y Chota, Jaén y Chachapoyas, lana y cuero.
Los realistas dominaban el sur y el centro, además de Lima y Callao, y su moral crecía. El Libertador, que había pasado a Trujillo, ya tenía a Sucre como su brazo militar, pero necesitaba un brazo político-administrativo que gestionara con celeridad las urgencias de la guerra. Por esto redujo el 26 de marzo los tres ministerios del Perú a una secretaría general, y se la entregó el 3 de abril a uno de los pocos peruanos en quienes confiaba plenamente: Sánchez Carrión.
La dupla Bolívar-Sánchez Carrión fue muy eficaz en su carrera contra el tiempo para conseguir recursos y equipar al ejército. Entre sus muchos decretos, destaca el del 8 de abril, que ordenó la venta de tierras del Estado, menos las de los indios, a quienes se declaró propietarios a título individual. La mano liberal y modernizadora de Sánchez Carrión era patente en medidas como esta, y en otras como la fundación de la Universidad de Trujillo el 10 de mayo y el decreto del 31 de ese mes que estableció las sanciones para funcionarios corruptos. Mientras tanto, entre junio y julio, Bolívar puso en movimiento al ejército rumbo al sur y el 6 de agosto consiguieron la victoria sobre los realistas en la pampa de Junín.
Este fue el punto de quiebre de la guerra, el momento en que todo el esfuerzo fiscal, logístico y militar del Gobierno bolivariano inclinó la balanza: solamente el sur, Lima y Callao eran realistas. Con esta confianza renovada ha llegado el decreto del 28 de octubre que restauró los tres ministerios: Gobierno y Relaciones Exteriores, para Sánchez Carrión, quien continúa liderando el Gobierno; Guerra y Marina, para el general venezolano Tomás de Heres, quien viene victorioso de Junín; y Hacienda, para el doctor Hipólito Unanue. Con esta confianza, Sánchez Carrión ha sugerido al almirante Jorge Guise enfrentar a las naves españolas en el Callao, combate que se ha librado este 7 de octubre y que ha llevado a la escuadra española a alejarse. Con esta confianza Bolívar ha liberado Lima el 5 de diciembre, quedando los realistas recalcitrantes en el Real Felipe. Y, con esta misma confianza, el 7 de diciembre Sánchez Carrión ha enviado a nombre del Libertador las invitaciones a diferentes naciones americanas para el Congreso de Panamá, a fin de proponerles un gobierno federal continental que nos vuelva más fuertes frente a las potencias europeas.
No sabemos qué traerá el futuro. Pero, aislado en el sur, no será nada fácil para La Serna detener al ejército de Sucre, que avanza sobre él.
(*) Magíster en Escritura Creativa y bachiller en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Editor del Instituto Riva-Agüero de la PUCP. Fue verificador de datos de la revista Etiqueta Negra.