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Fetichizar la manufactura no restaurará la fuerza laboral

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Para pensar que dos más dos son cuatro /y no cinco ni tres / El corazón del hombre ha estado dolorido durante mucho tiempo / Y es probable que siga asíA. E. Housman.​En 1810, 81 por ciento de la fuerza laboral estadunidense trabajaba en la agricultura, 3 por ciento en la fabricación y 16 por ciento en los servicios. Para 1950, la participación de la agricultura cayó a 12 por ciento, la de la manufactura alcanzó su punto máximo, con 24 por ciento, y la de los servicios llegó a 64 por ciento. En 2020, la participación de los tres sectores en el empleo llegó a menos de 2, 8 por ciento y 91 por ciento, respectivamente. La evolución describe el patrón de empleo del crecimiento económico moderno. Es, en líneas generales, lo que ocurre a medida que los países se vuelven más ricos, ya sean grandes o pequeños o tengan superávits o déficits comerciales. Es una ley económica de hierro.¿Qué impulsa esta evolución? En el libro Behind The Curve-Can Manufacturing Still Provide Inclusive Growth, Robert Lawrence, de la Kennedy School de Harvard y del Peterson Institute for International Economics, lo explica así: las proporciones iniciales de empleo en cada sector, las “elasticidades de la demanda en función del ingreso”, sus “elasticidades de sustitución” y las tasas relativas de crecimiento de la productividad.Las elasticidades de ingreso miden el aumento proporcional de la demanda de una categoría de bienes o servicios en relación con el ingreso. Las de sustitución, el impacto de los cambios en el precio sobre la demanda. Una consecuencia crucial del modelo simple que surge son los “efectos indirectos”: lo que sucede en un sector también depende de lo que pasa en los otros.Hagamos las siguientes suposiciones simples y empíricas. La primera, la productividad crece más rápido en la agricultura, le siguen la fabricación y los servicios. La segunda, las elasticidades de la demanda en función del ingreso están por debajo de uno para la agricultura, pero por encima de uno para las manufacturas y aún más altas para los servicios. La tercera, todas las elasticidades de sustitución son inferiores a uno. Esto significa que la proporción del ingreso gastado en una categoría amplia determinada disminuye a medida que se vuelve más barata. Supongamos también que todas las economías comenzaron con proporciones similares de trabajadores en los tres sectores a las de Estados Unidos a principios del siglo XIX.Lo que ocurre es el mismo patrón que se observa en EU y otros países de altos ingresos (excepto las ciudades-estado, donde los alimentos se importaban en parte del exterior). Al principio, dos fuerzas positivas —alimentos más baratos e ingresos más altos— desplazan el gasto hacia la fabricación y elevan la participación del sector manufacturero en el empleo. Pero dos fuerzas negativas —la caída de los precios de la fabricación respecto a los servicios y la mayor elasticidad del ingreso de la demanda de estos últimos— hacen lo contrario.Al principio predominan los efectos positivos en la fabricación, porque la revolución agrícola es enorme. Sin embargo, llega un momento en que la agricultura es muy pequeña para impulsar a la manufactura. Entonces dominan las fuerzas que operan dentro de la fabricación y los servicios. Las participaciones en el empleo en las manufacturas empiezan a caer. En EU están bajando desde hace siete décadas. La idea de que este proceso sea reversible es ridícula.El agua fluye cuesta abajo por una buena razón. En el sector de fabricación, las tareas son repetitivas y deben realizarse con precisión en un entorno controlado. Esto es perfecto para los robots. La probabilidad abrumadora, entonces, es que en unas décadas nadie trabajará en una línea de producción. En cierto modo, eso es una lástima, pero el trabajo también era deshumanizante. Sin duda, podemos hacer algo más que añorar con nostalgia este pasado que inevitablemente desaparece.Los humanos buscan culpar a alguien por lo que está más allá del control de cualquiera. Es más fácil culpar a China de la desaparición de empleos industriales en EU que a los consumidores nacionales y a la automatización. El déficit comercial bilateral de bienes con Pekín es de solo 1 por ciento del PIB. El déficit general de bienes ronda 4 por ciento del PIB desde poco después de la crisis financiera de 2008. Si se eliminara ese déficit (imposible, dada la competitividad estadunidense en servicios y las fuerzas macroeconómicas que causan los déficits comerciales de EU), de hecho aumentaría la producción interna de bienes (a expensas de los servicios), pero lo más probable es que haga que las proporciones de empleo vuelvan a los niveles de hace una o dos décadas.Como muestra Lawrence en otro artículo, “¿EU está atravesando un renacimiento de fabricación que impulsará a la clase media?”, incluso la Ley de Reducción de la Inflación de Biden produjo una “disminución constante de la proporción de empleo fabricación en el empleo no agrícola”. Los aranceles de Trump no producirán más que eso. Después de todo, los países asiáticos ricos con superávits comerciales en el sector de manufactura también tienen proporciones decrecientes de empleos.Esto no significa que no haya problemas importantes en la producción y el comercio. Algunos productos son vitales para la seguridad nacional. La capacidad de producir algunas manufacturas también puede generar externalidades importantes para la economía. Aun así, la idea de que estas son más importantes que en otros sectores —como el software— es absurda. A medida que cambia la estructura de la economía, la gente necesita ayuda para desarrollar nuevas habilidades. La ausencia de un mercado en la creación de capital humano es una falla que justifica la intervención.Fetichizar la fabricación no puede restaurar la antigua fuerza laboral. Peor aún, los aranceles de Trump no solo no van a lograr ese objetivo, sino que tendrán más efectos secundarios nocivos. Además crearán un conflicto entre los efectos de los aranceles, la expulsión prevista de millones de indocumentados y los recortes de impuestos previstos. Las consecuencias para la estabilidad política y económica serán el tema de la columna de la próxima semana.