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Ноябрь
2024

“Escribir bien es de justicia”

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Sucede con cierta frecuencia que algún amigo o conocido, o incluso algún editor, me pida que revise un texto que desea publicar. Uno se encuentra de todo, como en botica, pero, a menudo, la tarea es ardua y agotadora: puntuación defectuosa, frecuentes anacolutos, pobreza de vocabulario, repeticiones (fruto del cortar y pegar), etc. Cabe suponer que una persona que escribe y que, además, desea que su obra se edite tendría que conocer bien la gramática, lo mismo que se espera de un pintor, sea de estilo figurativo sea de estilo abstracto, que sepa dibujar y domine las técnicas pictóricas. Parece que con la escritura a menudo no es así.

Escribir bien es muy difícil y tarea de toda una vida. No cabe duda de que leyendo es como mejor se aprende a redactar y, especialmente, leyendo poesía, para coger el ritmo del idioma, pero es necesario conocer las reglas de la ortografía, de la morfología, de la sintaxis, y contar con algún manual de estilo (hay muchos y muy buenos) y no tener pereza para acudir a los diccionarios. No solo al DRAE, sino a otros muchos, según el tipo de texto de que se trate (de uso, de sinónimos y antónimos, combinatorio, ideológico, de dudas y errores, de falsos amigos, etc.). También los hay especializados en determinadas materias (jurídicos, científicos, médicos, técnicos, etc.).

He tomado el título de este artículo del libro, muy recomendable, de Ricardo María Jiménez Yáñez (Escribir bien es de justicia, técnicas de expresión escrita para juristas. Thomson Reuters-Aranzadi, 3.ª edición, 2023), porque me parece que le viene al pelo.

Por esto, qué gratos resultan los textos en los que lo que destaca es la calidad de la prosa, del estilo. Se trata de auténticas joyas, solo mencionaré algunas en lengua castellana. Si nos remontamos a los clásicos, habría que citar la introducción a Los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Más cercanos, el estilo de Azorín y de Gabriel Miró o El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez. Más próximos aún, Viejas historias de Castilla la Vieja de Delibes y los Cuentos de Aldecoa. De otros autores del siglo pasado, hay que destacar El contenido del corazón de Luis Rosales y Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas, dos de los textos más bellos que he leído.

En cuanto a autores más recientes, sugiero, entre otros, Historias de la Alcarama de Abel Hernández, La lluvia amarilla de Julio Llamazares (reeditado recientemente) o los de Jesús Montiel (Sucederá la flor, Lo que no se ve, La última rosa). Se trata solo unos ejemplos entre muchos.

Luis Ramoneda (Madrid, 7 de noviembre de 2024)