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Aquella difícil España de 'Nada'

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El mundo literario no daba crédito a lo ocurrido, una desconocida escritora de 22 años llamada Carmen Laforet (Barcelona, 1921) ganaba en 1944 la primera convocatoria del Premio Nadal con su novela «Nada». En aquella España de posguerra donde era muy difícil escribir algo que no fuese alabanza a los valores nacionales o hacer una literatura sentimental y rosa, sobre todo siendo mujer, Laforet «sorprendió con una novela perturbadora y oscura, nada complaciente, nadie podía esperar que una chica tan joven escribiera con tal crudeza y maestría, una novela de una belleza desgarradora que no trataba de temas sentimentales, sino que se adentraba en el retrato de una época, de una sociedad y una familia rota por la guerra civil, totalmente atravesada por la miseria y la precariedad», esto opina la también joven directora Beatriz Jaén, que recibió del CDN el monumental encargo de llevarla al teatro. Tarea en la que hace tándem de nuevo con Joan Yago, tras su éxito con «Breve historia del ferrocarril español». Yago ha hecho la adaptación y ella dirige la pieza que tendrá su estreno absoluto en el Teatro María Guerrero mañana viernes con un amplio elenco de diez actores.

Andrea, una chica de 18 años, llega a Barcelona, con una maleta llena de libros, para estudiar letras. Sus ilusiones chocan pronto con el ambiente de tensión y violencia que reina en casa de su abuela. El sórdido microcosmos familiar se convierte en un escenario opresivo y claustrofóbico que contrasta con las expectativas de libertad y nueva vida que trae al llegar. Para Yago, «Nada», es una novela difícil de definir, «porque tiene muchos ingredientes poderosos, pero si tengo que destacar algo me quedo con la potencia evocadora de sus descripciones, los paisajes interiores y exteriores de aquella Barcelona a través de la mirada de Andrea me parecen absolutamente maravillosos y de una potencia y concreción inigualable y, por otro lado –prosigue–, su reflejo de una época. Aunque apenas habla de la guerra y parece que la vida sigue, las clases se retoman... que todo marcha, la guerra está omnipresente, en la ciudad en ruinas, en la pobreza y el hambre, en los buques medio hundidos del puerto... y en el alma y nervios de unos personajes destruidos emocionalmente después de años de violencia extrema, como la familia que encuentra Andrea, empobrecida en todo, en lo material y lo moral».

En cuanto a la adaptación, quizá «el mayor inconveniente fuera la presión y el miedo a estropearla, por el respeto a lo importante que fue para mí y a lo que significa literariamente –explica Yago–. Nuestra intención no es que la obra sea mejor que la novela, sino hacerle un homenaje y que el espectador descubra el libro, pero una vez superada esta fase y tomadas las decisiones pertinentes con la directora, el proceso ha sido extrañamente fluido y fácil, incluso agradable y divertido, la propia novela nos iba dando ideas formales y estéticas para decidir qué elementos conservar y cuales suprimir, porque evidentemente es necesario sintetizar, de no ser así, las tres horas que dura serían siete», sostiene. «Ser la primera adaptación nos hizo pensar que teníamos que hacer una versión “conservadora”, si hubiera muchas quizá nos hubiésemos permitido jugar un poco, pero al ser la primera hemos intentado hacer una versión canónica –apunta–, que la experiencia sea lo más cercana a leer la novela, intentando que la mano del adaptador sea invisible, ha habido que recortar y condensar situaciones, fundir personajes, pero son intervenciones discretas que espero pasen desapercibidas», expresa Yago.

Beatriz Jaén afrontó el proyecto desde su profunda admiración por «una escritora descomunal y maravillosa que me tiene fascinada». Ha descubierto capas que no atisbó cuando la leyó por primera vez en el instituto. «He entendido ese grito generacional de dolor, esperanza y angustia vital que se cuela a través de una casa rota por la Guerra Civil, el grito de Andrea que es el de la propia Laforet, ambas coinciden en edad y deben comenzar su vida en una sociedad devastada donde se han perdido las ganas de vivir. ¿Cómo mantener vivas las esperanzas en un momento así, cuando quienes te rodean están totalmente perdidos, destrozados y viviendo un ambiente tan hostil? Eso da un carácter existencialista al viaje vital iniciático de Andrea, tanto física como internamente, que va contando a través de su mirada de observadora y narradora. Por otro lado –continúa–, descubro un canto a la amistad, cómo encuentra en sus amigos de la universidad, especialmente Ena, una relación entre dos mujeres, más allá de historias de amor y noviazgos». Y por último, «toda la carga de violencia machista tan brutal que se define en la novela y Laforet describe con una crudeza y valentía sorprendentes y ahí he querido poner el foco, sin esconderlo». En cuanto a la puesta en escena, «trato de estar a la altura de la novela y de la adaptación, he querido ser respetuosa, mantener su espíritu, sus ambientes, conflictos y tramas y, aunque siempre queda algo fuera, la refleja con fidelidad y espero que así se perciba», concluye.

Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: del 8 de noviembre al 22 de diciembre. Cuánto: de 6 a 25 euros.