'Dédalo': el arma secreta de la Armada española para aplastar la revuelta rifeña en 1925
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Dentro de un suspiro habrán pasado nada menos que cien años de su primera gesta bélica; esas en las que silban los cañonazos y brilla el rojo de la sangre. El 8 de septiembre de 1925, el 'Dédalo' se desplazó, con andar lento, hasta la bahía de Alhucemas . Su visión era imponente para la flota combinada hispano-francesa. Además, su papel fue clave para acometer una operación que, a la postre, ha sido considerada como el primer desembarco anfibio moderno. Y es que, de las tripas de este coloso partieron los aviones que limpiaron, a golpe de bomba, las posiciones enemigas con casi dos centenares de bombas. Cuenta el capitán de navío Luis Díaz-Bedia en 'Los portaeronaves y portaviones de la Armada española' que la historia del 'Dédalo' arrancó tras el primer gran conflicto que desangró Europa. La situación de la marina rojigualda era algo turbia; las bajas provocadas por los submarinos alemanes en la Primera Guerra Mundial habían sido cuantiosas y molestas. Como compensación, el gobierno teutón cedió a España en 1917 seis navíos mercantes, y entre ellos se hallaba el 'Neuenfels', botado a principios de siglo. «El buque, que España bautizó como 'España número 3' lo ocuparon hoy el capitán y la tripulación de la compañía Nervión», explicaba ABC en 1918. Y de ahí, a un lustro después. En 1921, a las pérdidas de la Gran Guerra se sumó una situación pésima para los ejércitos rojigualdos en el norte de África. Tras la pérdida de decenas de miles de soldados en el Desastre de Annual por un lado, y la expansión rifeña en los alrededores de Ceuta y Melilla por otro, la Marina de Guerra se planteó valerse de la Aeronáutica Naval para apoyar al Ejército en las misiones terrestres. El problema es que carecía de un navío capaz de operar con medios aéreos, y tampoco había posibilidad de adquirirlo en el exterior. ¿Qué diantre se podía hacer? La solución arribó de la mano del coronel de ingenieros navales Jacinto Vez –a quien ABC había calificado en 1918 de «persona competentísima» y genio de los buques– y del capitán de corbeta Pedro María Cardona. A ambos se les encargó seleccionar un mercante para ser transformado en 'Estación Transportable de Aeronáutica Naval'; y escogieron al antiguo, que no viejo, 'Neuenfels'. El bajel fue cedido por el Ministerio de Fomento al de Marina el 1 de octubre de 1921 y, al poco, la empresa Talleres Nuevo Vulcano de Barcelona arrancó las obras para la transformación definitiva y contrarreloj. Las reformas las desvela Díaz-Bedia en su extenso y documentado dossier: «Se habilitó la parte de proa para apoyo a aerostación y la de popa para aviación, se mejoró la instalación eléctrica, se amplió la capacidad de las carboneras y se dotó al buque de dos cañones de 105 milímetros a proa y otros dos de 57 milímetros a popa». En la parte delantera se instaló un mástil para el atraque de dirigibles –diseñado por el genio inventor Leonardo Torres-Quevedo , por cierto– y se acondicionaron cubierta y hangar para portar dos de ellos. Y eso, tan solo para empezar, como explica el experto español: «A popa se elevaron las cubiertas: la superior, para el transporte de hidroaviones y vuelo (tenía la posibilidad de despegue de aviones de ruedas de carrera muy corta), conectada mediante un ascensor con un hangar (que disponía de talleres y bancos de pruebas), bajo el que había una bodega para alojar aviones parcialmente montados y una cubierta de habitabilidad. Se colocaron dos palos a popa del puente, con sendas grúas para el izado y arriado de los hidroaviones». Fue en mayo de 1922 cuando la Armada recibió el preciado regalo. El 'Dédalo', orgullo de la flota, quedó adscrito a la División Naval de la Aeronáutica, con base en Barcelona. Para entonces ya se habían entrenado tácticas de ataque al suelo desde su cubierta y sus aviones se habían lucido por toda la costa. Un ejemplo es que la prensa alicantina dejó constancia de que una «nave aérea denominada dirigible» había sobrevolado la urbe a los mandos de Julio Guillén Tato. Poco después, partió desde la Ciudad Condal al teatro de operaciones del Rif, aunque iba tan cargado de explosivos –bombas, granadas incendiarias y de gases asfixiantes, armas ligeras...– que el alto mando aconsejó que estuviese siempre fuera del alcance de la artillería enemiga. Cuesta resumir las mil y una operaciones en la que participó el 'Dédalo'. Su bautismo de fuego lo tuvo ese mismo agosto, cuando cuatro de sus hidroaviones bombardearon las posiciones rifeñas de la playa de la Cebadilla . A partir de entonces sus aeronaves fueron los ojos más avanzados de las tropas españolas en el norte de África. Ventajas de contar con un portaeronaves. Esta misión la replicó durante los tres años siguientes, tiempo en el que sus aparatos acosaron al enemigo, exploraron la zona y colaboraron en bombardeos locales. Aunque su misión más recordada llegó en el verano de 1925, cuando el dictador Miguel Primo de Rivera decidió plantear el primer desembarco de infantería apoyado por carros de combate y aviación en la bahía de Alhucemas. El objetivo último era conquistar el corazón del Rif revoltoso: la cabila de Beni Urriaguel , cuna del mismísimo líder Abd el-Krim. El peso del operativo recayó sobre 13.000 soldados divididos en dos brigadas apoyadas por blindados y navíos. Y, como no podía ser de otra forma, entre estos últimos se hallaba el 'Dédalo' acompañado de otras tantas naves españolas y galas. Tomás de Martín-Barbadillo describió así al coloso hispano desde el puerto de Algeciras horas antes de su partida: «De la gran plataforma del Dédalo izan un hidro, que muy luego es depositado sobre las olas. A poco, tras dos o tres explosiones aisladas, el zumbido poderoso inconfundible del motor puebla los aires, y el aparato comienza a deslizarse a medios gases, proa a tierra, para tomar carrera. Ha virado y, cara al viento, parte disparado como una flecha hacia la boca del puerto, saltando sobre las aguas y dejando atrás blanquísima estela hirviente y espumosa. Los mil rumores de mar y tierra que forman en su conjunto el diario himno del trasurgir un pequeño dirigible amarillento, semejante a un monstruoso pez volador. Tras rápida maniobra, la nave aérea es abandonada a sí misma, e impulsada por sus motorcitos, también ella, herida por el sol que la hace toda de oro, remóntase majestuosa y lenta en grandes espirales airosas». «En efecto: cuando estas líneas aparezcan ya los cañones de la escuadra y las bombas de aviones e hidros habrán abierto a los soldados españoles el camino de las guaridas donde tiene su asiento la rebeldía contumaz, y para ese día este puñado de muchachos que nos muestran corteses las maravillas del Dédalo, lejos de las dulzuras de tierra, renovarán las proezas del pasado otoño con ocasión de la evacuación de la cuenca del Lau». A partir de entonces, la pésima situación económica de España condicionó su salida al mar. No era barato desplazar un gigante de tales dimensiones. Pero la escasez de dinero no impidió que se ganara hueco tras hueco en los periódicos. El mayor ejemplo se sucedió en marzo de 1934, cuando ABC publicó que el ingeniero Juan de la Cierva había aterrizado su autogiro en la cubierta del 'Dédalo'. Casi nada. Su historia, sin embargo, terminó con su desarme primero, y con la llegada de la Guerra Civil después. En julio de 1936, las autoridades republicanas ordenador desguazarlo y fue remolcado hasta Sagunto, donde los bombardeos lo convirtieron en una chatarra marítima. Al terminar el conflicto fue trasladado a Valencia. Allí, su fondeadero se partió en dos y se hundió. Amargo final para un gigante pionero de la Armada.