¿Qué hace fracasar a los gobiernos que ajustan?
Si, como solía decir Dwight Eisenhower, lo que es importante rara vez es urgente, y lo que es urgente rara vez es importante, con desasosiego podemos sostener que en la Argentina hace rato que no tenemos tiempo para discutir lo importante, porque siempre estamos detrás de resolver las urgencias.
Es por ello que, a pesar de la interesante discusión que plantean los recientemente premiados con el Nobel de economía Daron Acemoglu y James A. Robinson sobre el porqué fracasan los países, acá nos remitimos a discutir la más modesta cuestión de por qué fracasan los planes de estabilización y de ajuste.
No es mi intención analizar desde una perspectiva económica las cualidades y posibilidades de éxito del plan de estabilización; esa tarea se la dejo a los economistas. Pero sí es interesante analizar qué es lo que le ocurre políticamente a los gobiernos que implementan planes de estabilización, fundamentalmente cuando tienen que ejecutar un fuerte ajuste fiscal.
Hay una vasta bibliografía que analiza qué factores pueden aumentar o disminuir las probabilidades de supervivencia política de gobiernos que ejecutan un programa de ajuste y estabilización de desequilibrios económicos. Autores como Alberto Alesina, Silvia Ardagna, Dorian Carloni, y otros han estudiado mucho este aspecto. Pero me interesa resumir en este caso aquellos factores que actúan sobre el clima de opinión pública, favoreciendo o perjudicando la posibilidad de que la sociedad acompañe y tolere el ajuste, aumentando o disminuyendo la posibilidad de supervivencia política del gobierno que lo ejecuta.
Uno de los primeros factores que impactan sobre la probabilidad de éxito político de los gobiernos que hacen el ajuste es la propia magnitud del mismo. Un gobierno que realiza un ajuste debe saber identificar con precisión cuál es el ajuste posible (tolerable) sobre el deseable y necesario. Y la sociedad debe percibir que se trata de un ajuste tolerable, ya que, si no, el mismo perderá legitimidad en el tiempo. En octubre le consultamos a los argentinos, en el estudio nacional de Synopsis, sobre la magnitud del ajuste en curso, y un 61% consideró que este es excesivo o muy excesivo.
Es cierto que uno no podría esperar otra respuesta posible cuando es el propio presidente el que repite una y mil veces que está haciendo el ajuste más grande de la historia de la humanidad. Pero no deja de ser un dato significativo -que podría reducir las chances de éxito del programa- que una mayoría de la sociedad piense que el ajuste es excesivo.
Un segundo factor relevante para la probabilidad de éxito político de este proceso es la percepción de la sociedad de que el ajuste es necesario. Aquí el Gobierno encuentra sus mejores argumentos para explicar la tolerancia social que ha habido hasta aquí, a pesar de que la opinión pública considera excesivo el ajuste. Y es que una mayoría de los consultados (55%) considera que el ajuste que se está implementando es medianamente, bastante o totalmente necesario.
Mientras este consenso social sobre la necesidad del ajuste se mantenga, el Gobierno podrá encontrar tolerancia y paciencia social al programa de corrección fiscal. Pero también deberá seguir alimentando esa percepción, ofreciendo resultados que convaliden esa aceptación del padecimiento como algo necesario para encontrar el alivio.
Un tercer factor relevante para el éxito o el fracaso de los ajustes es la percepción que la sociedad tiene de si el Gobierno está haciendo todo lo posible para mitigar los impactos negativos sobre los sectores más vulnerables. El veto de leyes como la ley de movilidad jubilatoria o la ley de financiamiento universitario no contribuyen a transmitir la idea de que el Gobierno se está preocupando de los sectores más vulnerables y de los rubros más sensibles. De hecho, frente a la consulta sobre si el gobierno está haciendo todo lo posible para mitigar el impacto de las medidas sobre sectores vulnerables, el 58,4% considera que hizo poco o nada de lo posible para ello.
Finalmente, un cuarto factor relevante es la percepción que la opinión pública tiene de si el ajuste es justo o no. Es decir, si las cargas del ajuste se están repartiendo equitativamente sobre los diferentes sectores sociales de acuerdo a la capacidad de cada uno de absorber la carga del ajuste. Aquí el gobierno viene teniendo problemas para convencer al público de que el ajuste es justo. El 62,4% cree que las medidas fueron bastante o totalmente injustas. Un resultado que marida bastante bien con un dato que recogíamos en septiembre respecto de que el 70% consideraba que el ajuste estaba recayendo más sobre la gente que sobre la casta.
En definitiva, la paciencia y la tolerancia social al programa de corrección del desequilibrio fiscal del gobierno encuentran fortalezas y debilidades desde el plano de la opinión pública. La principal fortaleza es que todavía una mayoría considera, con diferentes niveles de necesidad, que el ajuste era necesario. Este pareciera ser la plataforma desde la cual el gobierno ha venido pudiendo avanzar sin encontrar mayor resistencia social.
Pero en otros aspectos, como la magnitud del ajuste, la percepción de mitigación del impacto del ajuste y la justicia del ajuste, el Gobierno viene lidiando con una opinión pública crítica de la forma en que se está implementando este programa. Curiosamente, son síntomas que pudieran estar asociados a la mala praxis del gobierno: alardear con que se está haciendo el ajuste más grande de la humanidad no ayuda, tampoco comunicar que se vetan aumentos a jubilados y luego hacer festejos alusivos al veto.
En todo caso, tenemos en la escena un gobierno que está intentando hacer algo muy difícil de hacer en condiciones políticas poco propicias para lograrlo. Por ello, sería importante que la inteligencia del Gobierno contribuya a maximizar su probabilidad de éxito y no a minimizarla. Y por ello decíamos hace un mes atrás: los ajustes no se celebran; se ejecutan con empatía y sensibilidad.