La palabra imaginada (32): El color de Matisse
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La habitación roja Extraña al pasaje del equinoccio en los almendros, a la curva de la mañana en las paredes, distanciada, arropada con el tejido denso del secreto de flores bajando para contener el frutero, la nitidez. Me pierdo en la forma de las ciruelas amarillas rodando en la mesa. (Un don encarnado ilumina internamente el equilibrio) Y soy yo, bisbiseando a los licores, repartiendo calma a las frutas, quien aleja voraces dientes de este día… nada se precipita al fin del gusto, nada abatido de las sillas de enea. Sentaos en la luz, les digo a los fantasmas. Rayo de sol La culebra en el matorral despertando a los escondidos. No atiende a lágrimas del mármol o si cuelgan de algunas ramas muertos invisibles. Sisea, rumorea detrás del ibis que grita, sagrado, asombrándose de verse zancudo en el agua. Ahora toca vivir después de todo. La culebra se desliza entre la aflicción, entre las esmeraldas.