Fidel Castro también era cool
Cuando Nayib Bukele, presidente de El Salvador, viaje a Costa Rica en una fecha aún sin confirmar por la Cancillería, no será recibido en la Corte Suprema de Justicia, por las razones acertadamente resumidas por los magistrados: “Por lo que Bukele representa”, porque “la figura de Bukele no es compatible con los principios que defiende el Poder Judicial costarricense” y “atacó la independencia del Poder Judicial de su país, lo cual choca con los valores del sistema costarricense".
Solo un grupo reducido estuvo anuente a recibir a Bukele, quizá seducido, como tantos otros, por el aspirante a “dictador más cool del mundo“, como lo fue Fidel Castro en su época.
Más joven que Bukele, Fidel Castro tenía 33 años cuando ascendió al poder y, como Bukele, utilizaba su forma de vestir como sello personal. Al igual que Bukele, Fidel era admirado, aunque infinitamente más, y supo utilizar los temas claves de su era —salud, antiimperialismo y educación— para endulzar a las masas. El del salvadoreño es la seguridad.
Sobre Fidel se escribían canciones y libros de alabanzas, como si en Cuba no hubiera campos de concentración, detención de opositores, asesinatos clandestinos, torturas y hambre, hambre de sobra para repartir hasta hoy.
Las redes sociales de entonces eran los intelectuales, porque en ese tiempo se leía, y Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Juan Goytisolo, Pablo Neruda, Carlos Fuentes, José Saramago y Ernest Hemingway, entre otros, gozaban con Fidel, y abandonaban a los cubanos encerrados en su miseria.
Lo cuenta Mario Vargas Llosa en La llamada de la tribu: “Mi identificación con la Revolución cubana duró buena parte de los años sesenta, en los que viajé cinco veces a Cuba, como miembro de la Casa de las Américas, y a la que defendí con manifiestos, artículos y actos públicos, tanto en Francia, donde vivía, como en América Latina, a la que viajaba con frecuencia".
Aquellos eran tiempos de escritores y filósofos; los nuestros son de populismo y tecnología. A Bukele los halagos le llegan de gente como Elon Musk, una de las mayores amenazas del orbe. “El Salvador tiene un líder increíble”, escribió en X. Para el gobierno de la motosierra de Milei, es “el presidente mejor valorado en todo el mundo”.
Fidel convirtió a Cuba en una isla cárcel; Bukele construyó “la cárcel más grande de toda América”. Fidel dejó una fortuna de $900 millones y más de 20 casas, según la revista Forbes, en el 2016, y una herencia que sigue azotando a los cubanos con un apagón que no empezó el viernes. La falta de electricidad es el menor de sus males.
Una vez Fidel le preguntó al presidente Óscar Arias: “¿Y esa gente vota mañana?”. “Votan, todos votan, viera usted lo importante que es”, le respondió el demócrata.
Pepe Figueres viajó a La Habana al acto de celebración del triunfo de la Revolución, el 22 de marzo de 1959, en el avión privado de Fidel. En la plaza de la Revolución, ante miles de personas, pronunció un discurso, pero no lo dejaron terminar, porque hizo un llamado a la solidaridad latinoamericana con EE. UU. en la lucha mundial contra la Unión Soviética.
A los Castro, a los Bukele y a todos los de su mala calaña se les debe poner en su lugar, aunque se les reciba inmerecidamente. Los magistrados se adelantaron. Esperemos que el Ejecutivo y el Legislativo lo hagan también, en nombre de los derechos humanos.
Guiselly Mora es editora de Opinión de La Nación.