ru24.pro
World News
Октябрь
2024
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

¿Siente que no es de esta época? Lea a Jorge Freire y le dará la respuesta

0

Nos cita el joven filósofo Jorge Freire, que luce fina estampa como de ciclista vasco-navarro, en una tranquila cafetería de su barrio, el de la Guindalera; un agradable vecindario encajado, al socaire, entre Salamanca, Prosperidad y Ventas. Precisamente, allí, a este barrio como de provincias, se mudó el poeta Pepe Bergamín –uno de los protagonistas de «Los extrañados» (Libros del Asteroide), que se presenta el jueves 24 de octubre a las 19 horas en la Librería Antonio Machado– en el primero de sus regresos a España tras su largo exilio: «Entonces Madrid acababa aquí», explica el escritor: «Nada queda de entonces, salvo la floristería de un viejo quintañón. Donde estaba el campo del Club Recreativo Guindalera hoy se erigen las Torres Blancas», dice apuntando al cielo nublado de la capital.

Mas hablando del paso del tiempo, Freire pone la mano en el fuego por que sus cuatro protagonistas –P.G. Wodehouse, José Bergamín, Vicente Blasco Ibáñez y Edith Wharton– de haber vivido hoy «no serían unos extrañados: precisamente porque fueron unos pioneros que no encajaron en su contexto; fueran precursores que tuvieron la mala suerte de ser intempestivos». Y, a continuación, este filósofo surtidor de citas suelta, al hilo, una del «Kallias» de Schiller para justificar que todos en algún momento nos hemos sentido extrañados, fuera de lugar: «Vive con tu siglo pero no seas obra suya», y lo explica: «O sea, todos somos hijos de nuestro tiempo, pero conviene que no seamos productos de nuestro tiempo, que seamos más o menos intempestivos y que no casemos por ejemplo con el discurso de valores predominantes».

Y hablando de valores predominantes, de cultura hegemónica, atracamos en la orilla del feminismo para hablar de la escritora estadounidense Edith Wharton: «Me parece muy representativa de un feminismo mucho más profundo y mucho más matizado de lo que a veces nos dice la actualidad política y el eslogan mitinero», apunta en relación a su exilio doméstico –valga el oxímoron–: «Siendo una escritora pionera no obtiene su emancipación saliendo de su casa, una casa dominada por un marido violento, cambiante y voltario, sino precisamente se hacer fuerte erigiendo un fortín, una tronera, donde sólo había una cárcel: ese triunfo doméstico de Wharton me parece muy inspirador».

La RAE recoge como sinónimos de «extrañamiento» los sustantivos, a priori antónimos entre ellos, «exilio» y «confinamiento»; dos circunstancias vitales que, cada uno a su manera, vivieron los cuatro escritores de «Los extrañados»y que nuestro filósofo explica que «en un principio yo quería titular el libro ‘Exilio’, pero me reuní con mi maestro y amigo Javier Gomá y me advirtió que tuviese cuidado porque me podían acusar de trivializar esta experiencia porque algunos de mis protagonistas no se exilian ‘stricto sensu’. Entonces, «se me ocurrió utilizar una palabra más polisémica que tiene ramificaciones no jurídicas. El extrañamiento abarca tanto el exilio como la conciencia de desarraigo, que muchas veces no se corresponde con irte fuera de tus fronteras», explica.

Escribir entre guerras

Más allá de este sentimiento como de estar en fuera de juego, este andar solitario entre la gente, que vertebra este ensayo narrativo o novela filosófica, hay otro hilo que ensarta a los cuatro personajes de Freire, la época, marcada por las guerras: «Tenía que haber algo de concomitancia temporal. Efectivamente, la Gran Guerra es algo que afecta a los cuatro; tres de ellos viven la II Guerra Mundial, y sí, más o menos están anclados a esa época». Y, a continuación, sale el nombre del filósofo Spinoza: «Quería meter a Spinoza, que me parece un caso precioso de extrañamiento; pero cuando decidí los 7 u 8 autores de los que iba a tirar en un principio, a él lo dejé fuera porque estaba muy lejos».

Además, los cuatro mueren lejos de su patria... Bueno, Bergamín murió en el País Vasco y pidió ser enterrado en Fuenterrabía «para no dar mis huesos a tierra española». Para el autor, el poeta madrileño «tomó un camino que a mi juicio estuvo muy equivocado. Que fuera a los mítines de la izquierda abertzale y puño en alto en los años de plomo no dijese nada acerca del terrorismo es algo que me repugna». Sin embargo, «no tengo porque demonizarlo. Fue un grandísimo poeta y aforista. Yo he intentado comprender a esta gran figura. El juicio va implícito pero no he querido ser moralista», expone el escritor.

Wodehouse, cancelado

Otro que murió siendo un apestado por sus compatriotas fue Pelham Grenville Wodehouse, maestro de la novela y el humorismo, que acusado de colaboracionismo con los nazis acaso fue de los primeros cancelados. «La cancelación de Wodehouse te muestra como precisamente la inocencia a destiempo puede ser una forma de extrañamiento, como el hecho de mantenerte ajeno a tu contexto, no tanto por pasotismo sino sencillamente porque vives en un mundo feliz, prácticamente infantil, hace que te metas en líos», explica Freire, quien pone el foco en lo curioso del caso «porque es como alguien movido por sus buenos sentimientos, por su inocencia y por su voluntad de hacer reír a sus compatriotas en un contexto bélico. Algo que casi nos recuerda a [[LINK:INTERNO|||Article|||6458fc767c7cb0e42e4383c8|||‘La vida es bella’]]: está siendo Londres bombardeado y tú vas a contar unos chistes para subir la moral a los ingleses que tanto están sufriendo. Y de repente te conviertes en un enemigo en tu patria porque has contado esos chistes en la radio nazi, y te están utilizando para dar un mensaje».

¿Un tonto útil? «Y un imbécil, que viene de ‘imbaculum’, alguien sin báculo, sin bastón: como no puedes moverte bien sin bastón tienes que agarrarte a la chepa de otro. Wodehouse, si estaba alejado de su mujer y de su agente no se sabía valer por sí mismo; sorprende que alguien capaz de urdir unas tramas tan complejas, luego en su vida real fuera tan absolutamente inepto».

Pero, claro, nos queda hablar del que probablemente sea el más incómodo de sus cuatro protagonistas, nada menos que Vicente Blasco Ibáñez, quien para el autor de «Los extrañados» fue «un grandísimo escritor y prosista, al que nunca se perdonó que tuviera un gran éxito, como por ejemplo escribir guiones para Hollywood».

Pero también escribió «Cañas y barro» que, a juicio de Freire, «es una de las mejores novelas del siglo XX, por encima de la trilogía ‘La lucha por la vida’ de[[LINK:TAG|||tag|||63361563ecd56e3616931f2f||| Pío Baroja]], a quien por cierto luego el valenciano trató de imitar sin éxito». Sin embargo, señala el autor dos cualidades de Blasco que lo condenaron: «que fuera popular y que fuera republicano: por la primera la Academia lo miraba por encima del hombro, y por la segunda el franquismo maltrató su memoria».

«Yo me pregunto: cuando tú defiendes a un autor ¿tienes que comprarte el paquete entero, tienes que comulgar con ruedas de molino y asumir todas sus opiniones? ¿No puedes leerle a tu hija un cuento de Roald Dahl porque fuese racista hasta las cachas?», filosofa el autor.

Entonces, ¿Jorge Freire también es un extrañado? «Extañados estamos todos en algún momento vital. Yo siempre me he sentido de otro tiempo. En realidad, creo que nadie es un extrañado como tal, y para dejar esto claro me sirvo de la metáfora del patito feo: no es feo, es un cisne que se cría entre ánades; es feo por comparación».