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¿Será la Inteligencia Artificial el verdugo del empleo?

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Ya hace tiempo que el debate sobre la IA, en especial la generativa, se encuentra sobre la mesa y lo seguirá estando durante mucho tiempo en la medida que será la invitada de moda en los debates y tertulias, que están por celebrarse, sobre el futuro del empleo. Muchos comienzan a ver los beneficios que trae conforme aumenta la productividad y la creatividad, pero hay otra gran mayoría que la percibe como algo que comienza a afilar su guadaña para sesgar sus puestos de trabajo.

Por ejemplo, para actividades creativas como la publicidad, diseño gráfico, redacción de contenidos, algo que la IA puede realizar en segundos, algunos piensan que el toque humano siempre va a estar ahí como elemento diferenciador y que los algoritmos lo que permiten es acelerar el trabajo más tedioso liberando tiempo para poder pensar en grande. Sin embargo, conforme la IA se vuelva más “inteligente”, superando a la mente humana, pocos serán los que puedan apreciar la diferencia entre una actividad realizada por el ser humano o por una máquina, que ya comienza a ocurrir y, muchos de quienes consigan hacerlo, no lo valorarán hasta el punto de pagar más por ello.

La realidad es que, hoy por hoy, la IA es capaz de redactar informes de mercado y financieros basados en los datos de los mercados, prácticamente sin pestañear, con una narrativa bastante profesional, todo ello en cuestión de segundos. De igual forma, la penetración exponencial de los chatbots se está convirtiendo en el primer frente de batalla en la atención al cliente con capacidad de manejar consultas complejas con un tono natural, utilizando diferentes idiomas, voces y entonaciones, generando diálogos sin que nadie note que proceden de una máquina, lo que pone contra las cuerdas el empleo de teleoperador. Algo similar a los empleos administrativos, contables, gestión de recursos humanos y todo aquello que sea rutinario y fácilmente automatizable.

Y aunque, por ahora, algunas profesiones como las de programador parecen ser esenciales, vemos que los algoritmos ya desarrollan piezas de código con sólo utilizar el lenguaje natural y que es cuestión de tiempo que pueda desarrollar sistemas completos junto a su arquitectura. Es cierto que la IA no va a destruir todos los empleos a corto plazo, aunque los más rutinarios y basados en datos sean los que tienen todas las papeletas, mientras que los que requieran creatividad, inteligencia emocional o decisiones estratégicas, aún tengan un periodo de gracia mayor, hasta que la IA aprenda a jugar con las emociones, los matices culturales y sea capaz de tomar decisiones como un humano.

Por ahora hablamos de la IA como aplicaciones independientes, pero podemos imaginar un futuro donde diferentes algoritmos especializados se unan en una especie de alianza para realizar actividades conjuntas, en un sistema en red colaborativa, donde tendríamos una orquesta de algoritmos donde cada uno toca su partitura para crear una sinfonía de decisiones inteligentes. Si se integran lo suficiente, estaríamos ante el nacimiento de una superinteligencia colectiva que superaría, con creces, las capacidades de cualquier humano, pudiendo resolver problemas globales como la cura de una enfermedad y, lo que es peor, la capacidad de la entidad resultante para adquirir total autonomía y tomar decisiones complejas sin necesitar de supervisión humana, lo que nos dejaría como meros espectadores de nuestra economía.

Está por ver si los algoritmos rediseñarán el empleo o lo borrarán obligándonos a vivir de una renta básica, aunque queremos pensar que no ocurrirá lo último y que, tan sólo, debemos aceptar la llegada de este nuevo invitado como un aliado incómodo pero útil, aunque no debemos dormirnos en los laureles porque, a muchos de nosotros, nos va a hacer sudar la camiseta por lo que deberíamos anticiparnos, comenzar a prepararnos y reinventarnos antes de que llegue ese día en el que no podamos competir contra la máquina. Más vale que estemos preparados para afrontar lo que llegue porque no sólo se trata de la eliminación de empleos sino de una reconfiguración del poder global que podría mejorar la vida humana o bien reescribir las reglas del juego, entrando en una distopía donde los seres humanos sean relegados a roles secundarios en los que su autonomía y libertad estarían amenazadas.