ru24.pro
World News
Октябрь
2024
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
24
25
26
27
28
29
30
31

El lenguaje que atenta contra la libertad

0

Las emociones, las frustraciones y hasta la ira se entienden, nacen de la experiencia humana que afecta objetivamente nuestra vida. No es algo banal, pero suelen ser un detonante peligroso si se aleja de la búsqueda de la compresión de la realidad y de la verdad.

Cuando se acumula la emoción, no es extraño que alguien o muchos se sientan defraudados y con ansias de venganza. No es para menos, sobre todo si pensamos que se está cometiendo una injusticia contra nosotros. Sin embargo, ese sentimiento no nos debe cegar, tenemos el deber de tratar de entender los diferentes estratos de la cual está compuesta la realidad social, que ahora está mundialmente condicionada. En otras palabras, no basta con sentir, es imperante tomar distancia para pensar en posibles soluciones a los problemas que nos aquejan.

En nuestros tiempos, se disemina la idea de que los problemas se resuelven con venganza, la ley del talión sigue vigente en muchas mentes. Cuando esa pretendida ley “justa” entra en el campo de la política, el interés por lo público se disuelve, porque domina el deseo de revancha y de violencia.

El ansia de revancha se puede expresar en las urnas como la variedad del voto popular, empero implica un deseo auténtico de hacer que los políticos dialoguen entre sí y procuren soluciones consensuadas y prolongadas en el tiempo. Es una “violencia tranquila”, pero fuerte en su mensaje. Si no, que lo diga el PAC en los resultados de las elecciones pasadas.

Todo esto no quiere decir que el voto popular sea totalmente justo. Por eso, hablamos de “violencia”. A veces, el voto refleja emocionalidad, aunque eso no significa que se acepte por entero el discurso político que pretende verbalizar el quebranto emocional de la población, porque los seres humanos somos tan libres como impredecibles. A pesar de ello, el discurso rancio y altanero deja su huella en el imaginario popular y hasta puede suscitar actos de extrema intolerancia.

El problema principal estriba, en último término, en cómo afrontar las grandes necesidades nacionales y no en cómo expresar el desacuerdo con la historia, porque no todo en ella fue negativo. Tenemos muchos logros en justicia social, protección del ambiente, educación y adaptación como para ignorarlos.

Cuando se condena absolutamente el pasado, se está equivocado por ignorancia o inmediatismo. La política social, empero, se desarrolla en un ámbito temporal mucho más prolongado porque involucra a una sociedad, no está ligada simplemente a la suerte de un individuo. Por duro que parezca, el arte de gobernar no soluciona todas las situaciones individuales de forma puntual, solo provee soluciones colectivas.

Tenemos que aprender muchas cosas de un filósofo como Walter Benjamin, quien, usando un método dialéctico, defendía que incluso de una situación anómala sacamos una síntesis positiva que nos hace avanzar como sociedad. Cuando se condena absolutamente, el discurso que la sustenta es inapelable porque está fundamentado en las emociones y en la subjetividad.

Pero esta es la negación de lo que realmente está sucediendo, porque la subjetividad impactada por una situación particular se desenvuelve como razonamiento a partir de emociones altaneras y desenfocadas. La realidad, vista con objetividad y respeto, no se puede negar, incluso su impacto subjetivo, sino que exige acciones racionalmente fundadas para mejorarla. Por eso, el discurso político dirigido a crear un impulso emocional es enteramente errático, contradictorio, mentiroso, vacío de contenidos profundos y de mucha labia autocrática. En fin, es simple matonismo.

¿Qué podemos pensar de los seguidores de estos discursos? En primer lugar, que aceptan las contradicciones exaltadas por ese discurso porque lo que cuenta es el resentimiento emocional. En segundo lugar, se acentúa el ansia de venganza como mecanismo automático de defensa. En tercer lugar, se evade un análisis serio de la realidad, porque se delega en un caudillo la tarea de transformar a la fuerza lo que pretenden conseguir sus seguidores, como si fueran los únicos con derechos en la sociedad. En cuarto lugar, se cierran los ojos ante la corrupción de los mecenas, que normalmente terminan por buscar su propio provecho personal. Y, en quinto lugar, se está dispuesto a ser un voluntario a ejercer violencia física contra personas en nombre del caudillo y de una falsa ilusión de libertad.

Estamos delante de una forma de fascismo nueva, fundamentada en las mentiras diseminadas en las redes sociales, que crean la ilusión de que se pertenece a una gran masa que necesita libertad, pero de la cual no se conoce ni el nombre, ni el origen, ni la cultura, ni su proveniencia y, mucho menos, su motivación para dar adhesión a ese discurso. El resentimiento tiene varias caras que no coinciden necesariamente. Cada uno busca su propia venganza.

Entramos en una época nefasta en la que emancipación significa subyugación, en la que participación política implica participar en actos de vandalismo y destrucción. Y todo para que el saludo al führer reviva. ¿Qué sigue? ¿Quema de libros, censura a los intelectuales y profesores, implantación de esquemas de pensamiento que debe ser repetitivo por su pretendida verdad y, en consecuencia, la exaltación de una doctrina pseudorreligiosa nueva?

Aquí es donde vemos la futilidad de muchas ideologías “vanguardistas” que se apartaron de los problemas sociales urgentes para hacer “necesaria” una agenda no aceptada por las mayorías. Porque en el fondo, estaban basadas en un estrato de la población con ingreso económico superior y poco interesado en la justicia social.

El resentimiento de las clases bajas se incrementó muchísimo debido a ese discurso que no fue armónico ni pacífico, mucho menos nacido de un alma nacional, sino importado y generado al margen de toda necesidad social-nacional concreta. Si la gente es pobre, si no tiene oportunidades, las busca, y no siempre por los buenos caminos de la conciencia recta. De ahí incluso la violencia contra estos discursos que comienzan a perder fuerza de convocación.

Hemos visto la facilidad con que el narcotráfico se ha convertido en una alternativa viable para las nuevas generaciones. Con todo, pienso que, desde los 80 a esta parte, los adultos hemos dejado de interesarnos por la política comunal y nacional con un descaro tan desmedido que se ha perdido la oportunidad de actuar como una verdadera democracia.

Si ahora un discurso político altanero, petulante, ignorante y descarado tiene eco en la población, es que otras voces preparadas y capaces de producir cambios significativos callaron y no actuaron responsablemente. Me da miedo pensar en las consecuencias de semejante irresponsabilidad.

No es tarde para recuperar la cordura y hacer brillar los valores que forjaron una nación diferente de las otras que nos circundan. Pero exige de los que no concordamos con un discurso destructivo alzar la voz y promover acciones para restaurar la paz y defender nuestro suelo de la tiranía y el odio. Lo que estamos presenciando es demasiado como para no tomar opciones reales en la defensa de nuestros derechos fundamentales, para luchar contra la corrupción y la mediocridad. La diversidad de opiniones no es problema, lo que es esencial es buscar juntos la verdad y el bien. Quien dice tener la verdad absoluta, de seguro es el peor de los hipócritas.

Y, a propósito de los hipócritas, así se les llamaba a los actores de teatro en el mundo antiguo, porque ellos usaban máscaras para representar a sus personajes, así que el público nunca veía su verdadero rostro. Ese es el sentido que Jesús usaba para llamar a los que pretendían ser los santos de Israel, pero condenaban a los débiles.

Claro, bajo el pretexto de defenderlos, los excluían de la relación con Dios, que solo era garantizada por ellos. El juego que vemos hoy es el mismo: muchos se sienten identificados con el lenguaje de la revancha, aunque no se dan cuenta de que están siendo convocados a ser siervos sumisos de una ideología que, al final, los condenará cuando no se ajusten a sus intereses mezquinos y esbirros.

frayvictor@gmail.com

Víctor Manuel Mora Mesén es franciscano conventual.

Degradación del lenguaje en el gobierno