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El colonialismo ha vuelto (o nunca se fue), por Ramiro Escobar

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“Nuestra investigación muestra que la pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo, la explotación de los indígenas y la existencia de la esclavitud”. La sentencia, que podría parecer un extracto del libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, es del economista James A. Robinson.

Robinson acaba de ganar el Premio Nobel de Economía, junto a Daron Acemoglu y Simon Johnson, y expresó esto en una entrevista reciente para la BBC de Londres, donde también declaró estar un poco en shock al saber que le otorgaron el galardón. Es curioso, además, que sea profesor de la Universidad de Chicago, pero que no sea, para nada, un 'Chicago boy'.

No es que no crea en el mercado, como probablemente imaginen quienes no tardarán en llamarlo ‘caviar’. No. Su gran preocupación es la desigualdad, cuyas raíces deben reconocerse, como sostiene en su libro Por qué fracasan los países, escrito al alimón con Acemoglu. Para ello, escribe, se debe explorar “la dinámica histórica de las sociedades”.

En este libro, donde se refiere al Perú al menos 60 veces, también presenta una idea central: la desigualdad tiene un efecto concreto en la vida de las personas y, al mismo tiempo, genera consecuencias políticas. Por lo tanto, la inclusión, incluso en el mercado, es un asunto de urgencia, porque nuestras sociedades llevan mucho tiempo crujiendo.

Robinson, asimismo, argumenta a favor de la solidez de las instituciones, siempre y cuando sean, precisamente, inclusivas. Si esto no ocurre, la tentación del autoritarismo está latente, porque queda claro que la democracia no funciona. “Es muy difícil —dice— tener una sociedad culturalmente democrática cuando existen enormes niveles de desigualdad”.

En el fondo de estas reflexiones está, como lo señala varias veces este autor, el colonialismo. No es que lo explique todo, pero está en el origen de la desigualdad que hasta ahora nos atenaza. Y es verdad: hoy no existen esclavos ni tributo indígena. Pero hay élites que viven como si el Virreinato no hubiera terminado, aquí y en otras comarcas.