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Pollos decapitados, brebajes de rata y 30.000 euros para 'ser feliz'

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Abc.es 
Un profundo aroma contrasta con la frialdad industrial del lugar. Notas de salida en las que predominan los toques leñosos, dulces y un tanto cítricos. De fondo, un amaderado penetrante, terroso, potente y embriagador en el que no faltan los matices de mandarina, jazmín y rosas. Se trata de la feria esotérica de Madrid que se celebra en una de las instalaciones aledañas a la estación de Chamartín y la esencia más intensa proviene del palosanto y el incienso que queman los organizadores, que se fusiona con el perfume de sus principales visitantes, un grupo dispar de señoras jubiladas que han decidido pasar la mañana entre tarotistas , ángeles de factura 'kitsch', piedras que se dicen mágicas y supuestas fotografías del aura. Entre la oferta no faltan un par de casetas con rotulado de «santera» y productos sospechosos de extraño nombre en pequeñas bolsas. Son a las que se dirige Victoria Vélez de Guevara, presidenta de la Asociación de Víctimas de Santería , quien en su cruzada contra esta pretendida religión parece dispuesta a desenmascarar las prácticas que entiende más perniciosas. « El año pasado vino la Policía y ya retiró restos de jutía [un roedor endémico de Cuba] , varias hierbas sin etiqueta legal y pescado desecado. Lo mezclan en un brebaje que te hacen beber en los rituales», nos explica. Es la parte visible de la santería, un conjunto de rituales que en sus dos principales vertientes -la tradicional religión yoruba propia de África central, y su versión sincretista en que los esclavos afrocubanos la mezclaron con elementos católicos- está creciendo en las últimas décadas en España. «Todavía no tenemos un dato concreto, pero la observación demuestra que hay un claro auge en nuestro país tanto de la oferta como de la práctica de la santería», explica a ABC Luis Santamaría del Río , experto en fenómenos religiosos y fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas. «Es más, hemos podido constatar que no sólo acuden a ella migrantes radicados en España, como ocurría en un principio, sino que se ha popularizado en toda la sociedad», añade. Lo cierto es que cada vez es más frecuente encontrar tarjetas en el limpiaparabrisas ofreciendo amarres, limpiezas o iniciaciones. O la evidente proliferación de tiendas, tanto físicas como online, donde se ofrecen los productos y servicios de la santería. Aunque con un espectro más genérico, un estudio publicado en 2022 por Boris Gershman, de la American University de Washington (EE.UU.), sí que alerta del crecimiento de las creencias en la brujería a nivel global. Los datos revelan que « lejos de ser un vestigio del pasado limitado a pequeñas comunidades aisladas , las creencias en materia de brujería están muy extendidas en todo el mundo moderno». La prevalencia en España es de un 32%, por debajo de la media mundial que se sitúa en el 43%, pero superada sólo por Grecia (66%) y Portugal (47,5%) entre los países de nuestro entorno. Un estudio que muestra un perfil de creyentes muy similar al que los expertos atribuyen a los practicantes de la santería en España. «Las creencias en brujería son ligeramente más frecuentes entre los jóvenes, las mujeres y los residentes urbanos», explica el informe a la par que añade que « las personas con mayor nivel educativo y económicamente seguras tienen menos probabilidades de creer ». Una perspectiva que corrobora Santamaría con respecto a la santería, aunque puntualiza que también ha encontrado a creyentes con estudios superiores. Y es que hasta la santería llegan personas «angustiadas por problemas de la triada clásica: salud, dinero y amor», señala el experto. «El primer paso lo suele dar la víctima, que recurre a ese teléfono o la tienda ante uno de estos problemas y luego se ve enganchado en una espiral en la que, a través del miedo, le van manipulando con la adivinación y el anuncio de desgracias, que sólo serán evitadas con determinados ritos, cada vez más caros», explica. « Los peores casos son los de gente gravemente enferma, desahuciada , a quienes les hacen creer que allí encontrarán una solución y los que implican a los niños», añade Vélez de Guevara desde la asociación de víctimas. Víctimas, sí. Los afectados, y sobre todo sus familias, se atreven con este calificativo al comprobar cómo la práctica les va destruyendo poco a poco y apartando de su entorno más cercano. No es tanto el problema de los rituales, por más que estos sean extravagantes y 'gore', con sangre de animales decapitados (suelen comenzar por aves como palomas y pollos, pero llegan hasta cuadrúpedos); brebajes de roedor, hierbas y aguardiente; altares con figuras grotescas y el siempre teatral soplado del humo de un habano por un santero que muestra un evidente estado de enajenación. «Hay un claro daño económico, con petición de cantidades progresivamente crecientes, que comienzan en los 50 euros y pueden acabar en más 30.000 », explica Santamaría. «Además, lo que más me preocupa es la dependencia que el santero genera en las víctimas. Sin suponer la pertenencia a una secta, los efectos en la persona son muy similares: quien acude como un cliente se convierte en un adepto», incide. Y relata un ejemplo: «Una señora contrató uno de los amarres más básicos para intentar que su hijo consiguiera trabajo. Unos meses después, el santero le llamó para decirle que la adivinación había pronosticado una desgracia para su hijo que se podría parar con unos ritos que mandaría a hacer en África y que costaban 6.000 euros». Amedrentada, aquella mujer, que lo hacía todo a espaldas de su familia, consiguió que le permitieran pagar a plazos. «Cuando acudió a nosotros estaba aterrorizada por no pagar alguna de aquellas cuotas , que el rito se revirtiera y la desgracia cayera sobre su hijo», explica Santamaría. No es ninguna de esas señoras con aroma a pachuli y tonos cítricos que recorren la feria esotérica en Madrid, pero podría serlo. «Hemos venido a que nos echen el tarot», responden cuando les preguntamos por sus intenciones. «Yo igual me compro uno de esos ángeles», añade una de ellas, que se niega a darnos su nombre. «No, no lo pongas, que si mis hijos se enteran de que estoy aquí, me matan» , nos dice entre risas. De la santería prefieren pasar de largo. «Eso es muy fuerte, a mi me da un poco de miedo, no estoy tan desesperada» añade. Una respuesta que deja entrever que quizás no ha llegado su momento, todavía. «Lo primero que te dicen cuando contactas con el santero es: 'tú vas a ser feliz a partir de ahora, si los demás te siguen, estupendo, y si no, rompe con ellos' », señala Vélez de Guevara, que comenzó a preocuparse por la santería cuando unos familiares muy cercanos se introdujeron en ella. Fundó la Asociación de Víctimas de la Santería, «y ahora atendemos a unas 30 personas por semana», añade. Además, también inició una cruzada personal contra el fenómeno. De ahí su visita a santeros, las tiendas e incluso a la feria del esoterismo. «Como el año pasado les requisaron los productos, ahora los tienen escondidos y en algunos como la jutía [el roedor] han añadido el mensaje de que no es para consumo humano, pero es falso , lo usan para el brebaje que te dan el primer día de la iniciación», explica. Todo cambia en un momento cuando una santera, «la del año pasado» dice, reconoce a Victoria y pretende echarla de la feria. Llama a la organizadora del evento y entre las dos le intentan cortar su paso y reconducirla hasta la salida. No lo consiguen, llega la guardia de seguridad y tras cruzar unas palabras en un tono que parece amable, Victoria sale del recinto sin oponer resistencia. «Voy a llamar a la Policía», grita la organizadora y la presidenta de la asociación de víctimas la espera en la puerta. No llega una pareja, sino dos. La de Policía Nacional que se percata de que al lugar le falta el libro de reclamaciones y el aviso de que está reservado el derecho de admisión y la de Policía Local, que acompañados por Victoria, acuden a las tiendas de santería a comprobar la legalidad de los productos que venden. La jutía ha desaparecido, pero ante la insistencia de los agentes, la santera saca una bolsa blanca y dice que lo había guardado al tratarse de una feria esotérica , aunque insiste en que sabe «que es un animal prohibido, yo no lo tengo». Esta vez no decomisarán nada pero los productos han desaparecido de la vista. Es una pequeña victoria para la asociación de víctimas, conscientes de las dificultades para perseguir este tipo de prácticas. Denunciar a la santería y el daño que causan es muy complejo . A la vergüenza de haberse sentido estafado, se suma el que se trata de personas adultas que acuden por su propia voluntad y que apenas dejan rastro económico, con la mayoría de transacciones en metálico. Así que la asociación busca esas faltas legales, para, al menos, ralentizar su avance. «La santería en sí misma no es una práctica delictiva», explica a ABC Carlos Bardavío, abogado experto en sectas, quien añade que el problema radica en «cómo se utilizan esas creencias para limitar la capacidad de la persona, para alterar su voluntad y su personalidad» . «Los problemas más graves que he visto es cuando hay menores de edad y uno de los padres trata de involucrarlos. Se les genera un miedo atroz y acaba afectando a la estructura familiar ya que a los menores les genera un rechazo hacia el progenitor que no es santero», señala. Coincide en señalar la dificultad para perseguir penalmente estas prácticas a pesar de ser dañinas. «Se podría llevar a un juzgado, pero al ser un delito tan centrado en lo psicológico y con tan pocas pruebas materiales habría que demostrar con peritajes y testimonios esa dependencia , la manipulación volitiva y el que crea una incapacidad para la voluntad y la crítica», explica. Sin embargo, se muestra optimista con que una reciente iniciativa, de la que ha formado parte como redactor de la propuesta, pueda dar un poco más de luz a las víctimas. Se trata de la petición al Congreso para que incluya la «persuasión coercitiva» en el Código Penal. « Lo que pedimos no es una ley contra las sectas o la santería sino contra un comportamiento criminal , unas técnicas que se convierten en un medio para manipular a la gente». De momento han presentado 300.000 firmas ante el Congreso y, aunque parecen contar con el apoyo de la mayoría de los grupos políticos, están a la espera de una respuesta. Mientras llega ese momento, o una legislación que haga más posible perseguir esos abusos, a quienes luchan contra el daño causado por los santeros sólo les queda la opción de seguir el aroma de palosanto , encontrar esas pequeñas rendijas legales y tratar de ralentizar su avance.