El veneno de la vanidad
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La vanidad. Cuidado con el exceso de vanidad, con los aterciopelados halagos que la nutren, con los piropos que la vitaminan, con los cobistas profesionales que nos rodean porque su vocación traidora sólo trata de parasitarnos mientras acarician solícitos nuestro lomo. Todos los días interesa vigilar la vanidad del mismo modo en el que se controla el colesterol o cualquier otra dolencia que revolotea pertinaz. Para esquivar los subidones de vanidad conviene disponer de amigos genuinos que te apuñalan con las dolorosas verdades. La sinceridad, de acuerdo, en ocasiones está sobrevalorada. Decirle al prójimo que ha engordado destila sadismo, pero en otros casos sólo cuando nos explican la cruda realidad reaccionamos. Y si no reaccionamos, es que estamos perdidos y... Ver Más