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Diego Torres: «Desde mi separación, mi gran confidente es un viejo coche de la familia que estoy restaurando»

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Abc.es 
Apenas hace siete meses que salió el último disco de Diego Torres , 'Mejor que ayer', pero el artista argentino está que no para. Ya anda sumergido en la composición de su próximo trabajo, tiene un nuevo single titulado 'Amuleto' y ha venido a Madrid no sólo para actuar en los festejos de la Hispanidad, sino también para anunciar la gira que lo traerá de vuelta en abril del año que viene para recorrer toda España. ¿Qué significa para usted la fiesta de la Hispanidad? Es festejar los lazos que existen entre España y Latinoamérica, por mi parte en especial con Argentina. Todos tenemos conexiones o ascendencia con España, y la música, el cine, la literatura, la cultura en general, nos une. ¿España tiene que pedir perdón por la conquista, como dicen algunos? Han pasado cuatrocientos y pico años. Juzgarlo hoy, no sé si es lo mejor. Yo me quedo con las cosas buenas de la relación entre España y Latinoamérica. En lugar de con las guerras y las matanzas, me quedo con los vínculos actuales. No puedo culpar a un español de lo que su país hizo hace siglos. Además, no hemos aprendido nada porque tenemos la guerra de Ucrania, la de Oriente Medio... como dice el tango, «el mundo fue y será una porquería, en el quinientos diez, y en el dos mil también». 'Amuleto' es una de esas canciones luminosas para tiempos oscuros. He querido hablar de las cosas humanamente importantes. Nuestros amuletos son las gentes que nos quieren y nos acompañan en la vida. En el videoclip lleva un amuleto muy bonito colgado al cuello. Soy muy de esas cosas. Voy mucho con mi hija a ferias de artesanos, ella también hace sus propias pulseras... Tengo otros amuletos, como por ejemplo un soldadito que encontré tirado en un parque de ya no recuerdo qué ciudad, y que me recordó a los soldaditos con los que yo jugaba de pequeño. Me lo llevé, lo lavé, y viaja conmigo desde hace años. ¿Tiene rituales antes de subir al escenario? Sí, tengo mis rituales, que son más bien mentales y consisten en buscar la energía positiva para enfocarme en lo que voy a hacer, y en compartirla con mis compañeros. ¿Hay alguna cosa en particular que nunca pueda faltar en el camerino? No tengo esas cosas de divo (risas). No tengo tiempo para hacerme el extravagante. Así como cosa algo excéntrica, tengo una gran pasión por las antigüedades. Estoy restaurando un auto antiguo, al que amo. Es un Mercedes 280 de 1970, mi favorito. Me acuerdo de verlo con mi padre y estar los dos fascinados por su belleza. Conseguí hacerme con uno, lo usé un tiempo, y ahora lo estoy restaurando porque está castigadito. Incluso estoy rodando un documental sobre el proceso. Es uno de esos hobbies para desconectar, para apagar el móvil y entrar en trance con la tarea, ¿verdad? Exacto, me recreo cuidándolo, lavándolo, haciéndole estoy y aquello, es como una terapia. Es bonito porque está la cuestión familiar de la pasión compartida con mi padre, y ahora mi hija está siendo testigo de su restauración. El coche se ha convertido en un gran compañero de vida en estos últimos años, porque me separé, me pasaron un montón de cosas. Y cada vez que tenía la cabeza un poco desacomodada, agarraba el autito y como decimos los argentinos, me iba a la loma del orto. Daba vueltas y vueltas con él, y se ha convertido en un testigo silencioso, en un confidente de todo lo que me ha pasado, de todo lo que he pensado y sentido estos últimos años. Estoy en un momento personal de reordenamiento en la vida después de haberme separado, hay decisiones en la vida que sabes que van a tener consecuencias y que no las vas a resolver inmediatamente, cosa que a mí me cuesta mucho. He tenido que ser paciente.