¿Reímos, o lloramos?
Son dos opciones y para cada una hay motivos sobrados. El dilema inevitable consiste en tomárselo tan en serio que acabemos por no saber cuándo debemos parar de llorar de vergüenza o que de tanto reír caigamos en la peor de las misantropías, la de reírnos de nosotros mismos, y hacerlo solos y ante el espejo. La invención de un Plan para la Regeneración Democrática del que forman parte 7 ministros y un secretario de Estado me tiene sumido en la duda; no sé si echarme a llorar por lo que nos espera o soltar una carcajada ante un chiste espectacular. Hay precedentes. En 1964 el más ...