Alfonso E. Benito: Generación Z y trabajo
Recientemente, me pasaron una nota de una plataforma web enfocada en apoyar a jóvenes profesionales en su introducción en el mercado laboral. En la nota, dicha plataforma presentaba los resultados de un estudio encargado por ellos en agosto de 2024 a un total de 966 directivos.
El título que encabeza la nota suena preocupante: “1 de cada 6 empresas son reacias a contratar graduados recientes de la universidad” (si quieren leer la nota completa es esta: https://www.intelligent.com/1-in-6-companies-are-hesitant-to-hire-recent-college-graduates/).
El título es llamativo y, como comentaba un alumno, “si no contratan egresados, ¿a quién van a contratar?” Una pregunta real, tanto las empresas como las nuevas generaciones están obligadas a entenderse.
Sin embargo, las experiencias que están teniendo, al menos en Estados Unidos, según este estudio, no parecen satisfactorias, ya que afirman haber encontrado que el “75% de las empresas informan que algunos o todos los graduados recientes que contrataron este año fueron insatisfactorios”.
Las principales razones que les critican a los recién graduados tienen que ver con la falta de motivación, proactividad, resolución de problemas y falta de profesionalismo, entre otras.
La pregunta aquí es, ¿qué podemos hacer?, ¿qué responsabilidad tenemos cada quién en esta situación? Creo que estos datos que arroja esa sencilla investigación reflejan cuestiones que desde ámbitos educativos y sociales se ha venido llamando la atención. Y que tiene que ver con cómo, como sociedad, estamos educando y formando a las nuevas generaciones.
Desde el ámbito educativo, creo que nos tiene que llevar a una reflexión profunda sobre cuáles son realmente las propuestas formativas que damos. Si vemos lo que se puede deducir de los resultados, la mayor parte de los conflictos entre los encuestados y las generaciones más jóvenes vienen por un lado por la actitud y, por otro, por las habilidades blandas. No vienen por una falta de capacidad técnica o de manejo de tecnología, por ejemplo.
Esto refuerza, en mi opinión, el cómo la escuela y la universidad deben ser espacios formativos más allá de los conocimientos. Pero también la sociedad debe ser consciente de que esa formación no se puede dar si no es en mancuerna con las familias. La importancia de que familia e instituciones educativas vayamos de la mano es un elemento clave para poder formar de la mejor manera a las generaciones presentes y futuras.
Y, por otro lado, a los jóvenes que están hoy en día preparándose, sobre todo en universidad, les da idea de que si son capaces de desarrollar hábitos de trabajo, de enfoque, de ética, de trabajo en equipo o de resolución de problemas, entre otros, pueden generar un diferenciador para su vida profesional. Constata cómo la autonomía de los jóvenes en su aprendizaje y la capacidad de esforzarse y sacrificarse que puedan tener, toman más relevancia aún, si cabe.
Un sacrificio entendido, como aquello de lo que tendremos que prescindir por trabajar en aquello que queremos ser y lograr.
El autor es catedrático de la Escuela de Negocios de la UDEM, es Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad de Deusto en San Sebastián, España, y cuenta con certificaciones como coach ejecutivo y de valores.