"Recuerdos para quien por mí pregunte. Por aquí, todos bien": Las cartas de los presos del 36 en La Rioja antes de ser fusilados
La XIII edición de los Encuentros Transfronterizos de Memoria Histórica, Democrática y Antifascista se ha celebrado por primera vez en Logroño, con alrdedor de una treintena de asociaciones memorialistas de España y Francia. La visita al memorial La Barranca, con música y poesía al atardecer, fue uno de los momentos más emocionantes.
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¿Qué escribiríamos si supiéramos que nuestras palabras son las últimas? A esta pregunta de respuesta casi imposible se tuvieron que enfrentar centenares de presos en 1936. “Me quitan de vosotros para llevarme al mundo de los olvidados para siempre”, fueron las palabras elegidas por Cipriano Berrozpe para despedirse de su esposa desde la cárcel de La Industrial de Logroño. Decenas de cartas como esta fueron recopiladas por Jesús Vicente Aguirre para su libro “Escríbeme a la tierra” y que el propio escritor presentó este fin de semana en la XIII edición de los Encuentros Transfronterizos de Memoria Histórica, Democrática y Antifascista que se celebraron este fin de semana en la capital riojana con la participación de casi una treintena de asociaciones memorialistas.
Esa pregunta, qué escribiríamos, es precisamente la premisa del libro que recoge las cartas de 39 represaliados riojanos. Jesús Vicente Aguirre, escritor y uno de los principales representantes en La Rioja de la canción protesta y social, lleva más de 25 años estudiando la Guerra Civil y la represión en La Rioja. Para su último libro visitó decenas de hogares que compartieron con él esas cartas, ese recuerdo tan íntimo, esas últimas palabras que recibieron de sus padres, abuelos, tíos asesinados.
“Cuatro letras para decirte que me han condenado a muerte. Estoy tranquilo porque me he confesado y voy a morir bien. Me voy al otro mundo con la conciencia bien tranquila de que no he hecho mal a nadie”, fueron las últimas palabras de José Antonio Ozcoz, con 21 años. “No des padrastro a nuestros hijos. Edúcalos, que es la mejor herencia que les puedes dejar”, se lee en una de las cartas de un preso para su novia embarazada y en la que da por hecho que en una de las sacas de cada noche le tocaría a él ser asesinado.
Pero no todos sabían que escribían a sus familias por última vez. Entre las líneas que leyó su autor en la conferencia, se siente también la esperanza. “Ya parece que salen a la calle, a ver si Dios quiere que un día nos toque a nosotros”, escribió Gaspar Martínez, natural de San Román de Cameros. “No te he escrito antes, madre, porque pensaba que me iban a sacar enseguida”, puso Emilio Pérez Pellejero en la última carta que escribió a casa, un día antes de ser fusilado, y en la que preguntaba por su hermano Aurelio sin saber que lo habían asesinado un mes antes.
A pesar de que cada historia personal es diferente, “cada historia es una historia universal”, señaló Jesús Vicente en su conferencia; muchas de ellas comparten ideas. Las preguntas e indicaciones sobre las labores del campo son un habitual: “Con cuántos vendimiadores han hecho la vendimia, había poca uva”, escribió a su mujer Félix Asensio, de Fuenmayor o “Qué saquéis la patatas para sembrar las habas”, le puso Román Hervías, de Nájera. “Y es que las mujeres tuvieron que asumir los trabajos de sus maridos”, recuerda el autor de “Escríbeme a la tierra”.
También hay expresiones que se repiten y que el propio Jesús Vicente Aguirre ha analizado en su trabajo. “De lo que me dices”, es quizás el comienzo más repetido, para marcar ese vínculo entre con las cartas recibidas de la familia, aunque estas, las cartas enviadas a los presos, apenas se han conservado. En las cartas que leyó el autor en los Encuentros Transfronterizos se repetía “Por aquí, todos bien”, “Muchos recuerdos a quien por mí pregunte. Estamos todos bien” o “Cuatro letras para decirte que estamos bien”, asumen que el resto de los compañeros están bien, nada más lejos de la realidad, quizás lo hicieron para tranquilizar a sus familias o para transmitirles esperanza.
Muchas de estas líneas se escribieron desde la cárcel que se instaló en la Escuela de Artes y Oficios de Logroño, La Industrial, y que llegó a albergar a 1.200 presos. Es la única que queda de las tres cárceles de Logroño, la de Beti Jai y la cárcel provincial fueron las otras dos y, precisamente, la asociación La Barranca reivindicó en los Encuentros Transfronterizos la declaración del edificio donde actualmente se ubica la Escuela de Diseño de La Rioja, la ESDIR, como espacio de memoria al amparo de la Ley de Memoria Democrática. “Que sirva de homenaje para los que estuvieron presos aquí y especialmente para los que fueron sacados para morir asesinados con nocturnidad y alevosía”, dijo Chuchi Cámara en la inauguración de los Encuentros en el Salón de Actos de la ESDIR .
“Esta mañana hemos estado al lado de ellos, los hemos visto”, dijo Jesús Vicente Aguirre en referencia a esa inauguración sobre los autores de muchas de las cartas recopiladas. Ahí, en La Industrial, Cipriano Berrozpe, escribió la carta más leída de la represión franquista en La Rioja: “Y nada más querida esposa e hijos, me quitan de vosotros, lo que más quiero en el mundo, para mandarme al otro, el de los olvidados para siempre. Adiós a todos, acordaros un poco de mí”.
“Lo bueno”, señaló Aguirre, “es que no lo hemos olvidado”.
Atardece en La Barranca
Los Encuentros Transfronterizos de Memoria Histórica, Democrática y Antifascista se celebraron el fin de semana por primera vez en Logroño de la mano de la asociación La Barranca bajo el título 'Dignidad y Memoria(s)'. Se trata de una serie de conferencias, grupos de trabajo, mesas redondas y visitas que se celebran cada año de forma alternativa entre Francia y España.
Una de las citas más esperadas de las presentadas en le programa era la visita La Barranca. El sábado fue la primera vez que muchas víctimas de la represión franquista y luchadores por la preservación de la Memoria Histórica estaban en el que es el símbolo de ello en La Rioja, de la represión pero también de la lucha por la memoria de las Mujeres de Negro, a quienes también se honró este sábado con una exposición de sus fotos a lo largo de las tres fosas de La Barranca.
José Schmidt Gómez es miembro de Caminar, la agrupación de asociaciones memorialistas francesas que impulsó los Encuentros Transfronterizos, a los que él asistió por primera vez este fin de semana. Nieto y sobrino de españoles enterrados en fosas comunes en Santander y Burgos, estar en La Barranca le ha emocionado. Sin poder evitar las lágrimas, cuenta que esta iniciando los trámites para recobrar su nacionalidad española, “mis hijos me recuerdan que soy internacionalista, sí, sin embargo, estos colores -dice agarrando el colgante del congreso con la bandera republicana- no son los colores de un país, son los colores de una idea”.
De fondo suenan poesías y versos de Federico García Lorca o Lucía Sánchez Saornil musicalizados y cantados por Elena Aranoa, y José Schmidt Gómez reivindica a los españoles que lucharon en la Resistencia Francesa: “Francia no se ha liberado sola, los españoles lucharon contra el fascismo creyendo que después les iban a ayudar a liberarse de la tiranía y la represión franquista, pero duró 40 años más”. En un clima en el que la importancia de la Memoria Histórica se cuestiona, reivindica el valor de que las asociaciones se unan “y encontremos estrategias contra las mentiras y los bulos que llegan”.
Para Nicolás Sesma, el autor de 'Ni una, ni grande ni libre: la dictadura franquista' que se presentó en los Encuentros, también fue la primera vez en La Barranca: “Ha sido bastante impresionante conocer la valentía de estas mujeres y lo que consiguieron para la memoria y el recuerdo”. Para Sesma, presentar su trabajo ante tantas asociaciones memorialistas hace “que encuentras sentido al trabajo, que no sea solamente un trabajo académico, sino que tenga impacto en la sociedad”. “El libro parte de la idea de que la dictadura no fue solo responsabilidad de una persona, sino de una serie de actores sociales y que hay que ser conscientes de ello para no repetirlo”, apunta este historiador.
Mientras la noche empezaba a caer sobre La Barranca, se sentía la emoción entre las canciones, las poesías, las fotos de las Mujeres de Negro y los allí presentes. Allí estaba el presidente de la asociación anfitriona, Ricardo Blanco; a pesar de que una reciente operación de rodilla le impidió estar en las charlas, no se podía perder la unión de tantas personas por una misma causa: “Que la lucha no sea tan solitaria como lo fue para nuestras Mujeres de Negro. Sus armas fueron su unión y su luto”, reivindicó. Y ya al final, con la noche ya sobre el memorial, todos cantaron con fuerza, como deseando que sea realidad, aquello que cantaba Labordeta: “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”.