Tamara Rojo: «Es una pena que España no disfrute de sus bailarines»
Del 15 al 22 de octubre podrá disfrutarse de la versión de «El lago de los cisnes» de Helgi Tomasson interpretado por la compañía de danza clásica con más solera del mundo, San Francisco Ballet, en el [[LINK:TAG|||tag|||6336136659a61a391e0a0aaf|||Teatro Real.]] Será la primera vez que esta compañía, bajo la dirección artística de la bailarina española Tamara Rojo, actúe en Madrid en sus 91 años de historia. Rojo, que está al frente de S.F. Ballet desde 2022, se encuentra muy ilusionada con su vuelta a casa liderando toda una institución en el mundo de la danza.
¿Qué tal su experiencia al frente del San Francisco Ballet?
Muy positiva. Ha sido un año y medio muy intenso. La forma en la que todos los miembros del San Francisco Ballet acogieron esta nueva etapa fue extraordinaria. Tanto talento, tanta energía, tanta buena voluntad para hacer que estos proyectos salieran adelante de una forma que realmente tuviera gran éxito ha supuesto una experiencia muy bonita.
Tomar el relevo de una figura como Tomasson y ser la primera directora artística en los 91 años de la compañía ¿supone una responsabilidad extra?
Es un legado muy importante. Esta compañía tiene una reputación internacional muy fuerte en el mundo del ballet. Helgi hizo un gran trabajo en los casi 40 años que llevaba a cargo de esta compañía; es una persona que respeto mucho y con la que sigo trabajando y colaborando. Yo de todas formas siempre creo que un nuevo director no debe ser Atila: no debe quemar lo que hicieron los anteriores, sino sumar a lo que hicieron. Así hice en el English National Ballet, y así estoy haciendo aquí.
Vuelve a casa a lo grande...
¡Y con muchas ganas! Madrid es una ciudad preciosa y muchas veces la echo de menos. Poder volver a mi casa, con mi familia, y hacerlocon una compañía de estas características es muy ilusionante. Me siento muy orgullosa y estoy muy agradecida al Teatro Real y a su director, Joan Matabosch, por darme esta oportunidad tan pronto. Supone un voto de confianza muy fuerte.
La compañía nunca ha estado antes en Madrid: entiendo que la idea de venir aquí fue suya.
Fue una oportunidad que salió mientras yo estaba de visita en Madrid. En una conversación con el director artístico del Real le pregunté si había alguna posibilidad de que yo trajera a la compañía, y la verdad es que no esperaba que fuera tan rápido. Normalmente los teatros planean a 4 ó 5 años.
¿Qué verá quien vaya al Teatro Real?
Pues un lago tradicional, clásico, donde se puede ver a la compañía mostrar un nivel técnico muy fuerte. Hay un set, una escenografía y unos trajes preciosos. Hay mucha danza y mucho baile. Es una oportunidad para ver a todos los miembros de la compañía demostrar su nivel artístico y su nivel técnico.
Se formó con Víctor Ullate, de quien se va a estrenar un documental.
Víctor es un gran maestro. Creó la generación más importante de bailarines internacionales españoles. También era una persona muy exigente.. Como digo fue el maestro más relevante probablemente junto con María de Ávila, y han dado lugar a las generaciones más extraordinarias de bailarines. Ha sido una lástima que el público español no haya podido disfrutar del talento de sus bailarines.
¿Y eso?
Los liderazgos de las instituciones culturales españolas no deberían ser nombrados a dedo por los políticos, creo que hay un conflicto de interés cuando eso sucede: entonces se va hacia un arte de ideología para asegurarse el puesto. Para mí el sistema más adecuado para que haya un arte libre, de calidad y de relevancia es el británico, donde existe un consejo de las artes que recibe el dinero de los ministros; un consejo que es una institución independiente que no cambia al cambiar el gobierno, entonces puede asegurar una constancia y una planificación a largo plazo, donde todas las subvenciones se hacen de forma transparente y abierta, y se hace un seguimiento de sus resultados: cuál es la relevancia de estas instituciones, cuál es el trabajo que hacen a cambio de ese dinero público, cuál es el nivel artístico. Además, esas instituciones tienen la libertad de traer donantes privados y empresas, y tomar riesgos. Y para eso tiene que haber unas políticas fiscales adecuadas para que esas empresas quieran ayudar a esas instituciones culturales.