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Esto es lo que le pasaría a la Tierra si no hubiera fases lunares

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Abc.es 
Desde tiempos inmemoriales la luna ha cautivado la mirada humana. Su suave resplandor en la noche y sus constantes cambios de forma han inspirado mitos, leyendas y calendarios en todas las culturas. Pero, ¿por qué experimenta estas fascinantes fases? Para comprender las fases lunares debemos visualizar la danza cósmica que llevan a cabo nuestro planeta, nuestro satélite y nuestra estrella. Y es que la luna orbita alrededor de la Tierra mientras esta, a su vez, orbita alrededor del sol. A medida que la Luna se mueve en su órbita la porción de su superficie iluminada por el Sol que podemos ver desde la Tierra cambia constantemente. En otras palabras, las fases lunares son una consecuencia directa del movimiento orbital de la Luna alrededor de la Tierra y de la posición relativa de estos dos cuerpos celestes respecto al Sol. La luz del sol incide sobre la luna iluminando diferentes porciones de su superficie a medida que se mueve en su órbita. La Tierra, desde su perspectiva, observa estos cambios en la iluminación como las distintas fases lunares. En la fase de luna nueva nuestro satélite se encuentra entre la Tierra y el sol, su cara iluminada no es visible desde nuestro planeta, por lo que aparece como un disco oscuro en el cielo. A medida que la Luna continúa su órbita, una porción cada vez mayor de su cara iluminada se vuelve visible desde la Tierra, adoptando la forma de una 'C' (cuarto creciente). En la fase de luna llena la Tierra se encuentra entre el Sol y la Luna. La cara de la Luna que vemos está completamente iluminada por el Sol, presentándonos un brillante disco plateado en el cielo nocturno. Después de la luna llena, la porción iluminada de la Luna comienza a disminuir, adoptando la forma de una 'C' invertida (cuarto menguante). La razón por la que observamos estas cuatro fases principales se debe a la geometría simple de la disposición Tierra-Luna-Sol. A medida que la luna completa su órbita alrededor de la Tierra la cantidad de su superficie iluminada que podemos ver cambia de manera gradual y cíclica. Podríamos subdividir aún más las fases lunares, pero estas cuatro son las más distintivas y fáciles de identificar. Por ejemplo, entre la luna nueva y el cuarto creciente, podemos observar una fase llamada «luna creciente gibosa» y, de manera similar, entre el cuarto menguante y la luna nueva, encontramos la «luna menguante gibosa». Las fases lunares han tenido una profunda influencia en la historia de la humanidad. Han servido como base para la creación de calendarios, han sido objeto de adoración y superstición, y han guiado a los navegantes en sus travesías. Incluso hoy en día, las fases lunares siguen siendo importantes en campos como la agricultura, la pesca y la oceanografía. Las mareas son causadas principalmente por la atracción gravitacional de la Luna, sin fases lunares las mareas prácticamente desaparecerían. Las mareas impulsan las corrientes oceánicas, que a su vez influyen en el clima global y la distribución de nutrientes. Por este motivo, si no hubiese mareas estas corrientes se verían drásticamente reducidas, alterando los ecosistemas marinos y los patrones climáticos. La Luna juega, además, un papel fundamental en la estabilización del eje de rotación de la Tierra. Sin su influencia, el eje terrestre podría variar de manera más caótica, provocando cambios extremos en las estaciones y en los patrones climáticos. Por último, numerosas especies marinas y terrestres han evolucionado en sincronía con los ciclos lunares, por ese motivo la desaparición de las fases lunares tendría un impacto significativo en sus patrones de reproducción, migración y alimentación.