Kais Saied arrasa en unas presidenciales de trámite para cinco años más de autoritarismo en Túnez
Sin sorpresas, las autoridades electorales tunecinas confirmaron en la tarde de ayer la victoria aplastante de Kais Saied en las elecciones presidenciales celebradas este domingo en medio de una deriva autocrática que ahora encuentra un aval para prolongarse durante al menos los próximos cinco años. El veterano profesor de Derecho Constitucional se impuso en las urnas por abrumadora mayoría.
La Alta Autoridad Independiente para las Elecciones (ISIE) de Túnez ha anunciado este lunes que el presidente tunecino ha ganado las elecciones presidenciales de este domingo con un 90,69% de los votos en unos comicios marcados por la baja participación y por las críticas al proceso electoral.
El presidente de la ISIE, Faruk Buaskar, ha detallado en una rueda de prensa que Ayachi Zamel, líder del partido liberal Azimun, ha logrado recabar un 7,35% de los votos, seguido de Zuhair Magzhaui, líder del progresista Movimiento del Pueblo (Echaab), con 1,97% de los apoyos.
La participación fue baja: apenas un 28,9% de los electores, muy por debajo de la primera vuelta de las presidenciales de 2019 en las cuales el 49% de los electores acudieron a las urnas. La desconexión de los jóvenes con el sistema político es más que evidente: sólo el 6% de los votos procedieron de ciudadanos por debajo de los 35 años, según los datos ofrecidos en la noche del domingo por el Instituto Sigma.
De nada sirvieron las críticas de la oposición a las ilegalidades que han salpicado la campaña electoral, principalmente el encarcelamiento de tres de los candidatos. Según la Asociación Tunecina por la Integridad y la Democracia de las Elecciones, la jornada del domingo “registró un cierto número de irregularidades y malversaciones de grados diversos”, principalmente “orientaciones hacia los electores o tentativas de los ciudadanos de influenciarlos”.
Mientras tanto, la UE, que ha convertido a Kais Saied en uno de sus principales apoyos en la lucha contra la inmigración irregular y no envió observadores a los comicios por primera vez desde 2011, se limitaba ayer a asegurar haber tomado nota del proceso electoral culminado este domingo en Túnez, incluida las críticas de la oposición y la baja participación.
En declaraciones en Bruselas, la portavoz de Exteriores de la UE, Nabila Massrali, afirmaba ayer que la UE tiene en cuenta los comentarios de distintos actores respecto a las dudas sobre el proceso electoral y sobre “las medidas que pueden afectar a la credibilidad de los resultados”, tras recordar el cambio de ley electoral tan solo unos días antes de los comicios.
La más que previsible aplastante victoria de Saied, que no tuvo enfrente ningún rival de peso, confirma nuevamente la deriva autoritaria del país árabe y norteafricano que lo tuvo todo para haber podido consolidar el Estado de Derecho tras la revolución de los jazmines de 2011 -enmarcada en la denominada Primavera Árabe, la revuelta popular forzó la dimisión y salida del ex dictador Zine el Abidine Ben Ali- y el largo proceso de negociación entre las distintas fuerzas políticas y sindicales que culminó en una Constitución democrática de consenso en 2014.
El 25 de julio de 2021, menos de dos años después de haber llegado al poder tras su victoria en las presidenciales del 2019, en aras de “salvar la democracia” y de enmendar los graves problemas económicos y sociales del país, Kais Saied dio un autogolpe de Estado al asumir todos los poderes constitucionales. Desde entonces, bajo su mando el país magrebí ha sido testigo del proceso de desmantelamiento paulatino de las instituciones nacidas de la revolución de 2011, que culminó con la entrada en vigor en el mes de julio de 2022 de una nueva Carta Magna hecha a la medida del veterano mandatario.
En paralelo a la destrucción de la vida parlamentaria democrática, las autoridades tunecinas han perseguido en los últimos años a los partidos y líderes de la oposición -los islamistas de Ennahda, primera fuerza en la disuelta Asamblea Nacional, son la auténtica obsesión del mandatario- y a jueces, empresarios o periodistas críticos con el Gobierno. Además, Saied ha modificado a su gusto la estructura del Consejo Superior de la Magistratura y de la Autoridad Electoral, y reformó en la nueva cámara legislativa la ley electoral a fin de apartar al Tribunal Administrativo de la supervisión electoral.
Entretanto, el reelegido presidente se ha significado por el su discurso supremacista y xenófobo, convirtiendo a las minorías subsaharianas que viven en territorio tunecino -convertido en uno de los principales puntos de partida de migrantes del continente con destino las costas europeas- en enemigas de la nación.
La victoria de Saied este domingo deja vía libre -al menos cinco años más-- al presidente para seguir apuntalando un régimen a su medida sin que, por el momento, a pesar de las críticas de los principales partidos y las intermitentes manifestaciones, haya un movimiento opositor en la calle digno de inquietarle por ahora. El sueño de que uno de los países históricamente más seculares e igualitarios del mundo árabe pudiera consolidar un Estado democrático parece ya totalmente desvanecido.