Antiguo ‘Hospital de Insanos’ está a punto de perecer: ¡Cuidado, nos caemos a pedazos!
En el año 1885, un grupo de ciudadanos, siempre preocupados por la salud de los costarricenses, decide ayudar a resolver un asunto que era esencial, la salud psiquiátrica. Los miembros de la Junta de Caridad, que se había fundado en 1845 y con ella la fundación del Hospital San Juan de Dios, ponen manos a la obra para levantar un edificio para atender a los “dementes, alienados o enfermos sin razón”, como los llamaban.
Los integrantes de la Junta de Caridad se aseguraron de que su proyecto tuviera una base económica para que se hiciera realidad. Pidieron al gobierno hacer una ley de creación de una lotería, la cual llamarían Lotería del Hospicio Nacional de Locos, para lo que se publicó el decreto en mayo de 1885, firmado por Bernardo Soto y el Dr. Durán. Esto les aseguró fondos con los cuales mantener sus presentes y futuros proyectos como el Hospital de Insanos, el Hospital San Juan de Dios, el Hospicio de Incurables, el Hospicio de Huérfanos y otros. Pero estos fondos parece que nunca fueron suficientes para la cantidad de servicios que prestaba la Junta.
Sin embargo, el Ministro de Fomento de ese entonces y a su vez presidente de la Junta de Caridad, el Dr. Carlos Durán Cartín, logró que el Tesoro Público destinara por decreto 5.000 pesos para la construcción del Hospicio Nacional de Locos. Además, se autorizó en Costa Rica el tratamiento de enfermos mentales, un hecho sumamente importante para la salud pública.
En 1885, el Diario de Costa Rica publicaba en sus páginas: “La bella y generosa idea de construir un edificio donde los infelices que han perdido el uso de la razón vivan con todas las comodidades posibles, fuera del alcance de las burlas y el maltratamiento de que frecuentemente son víctimas, está a punto de realizarse”.
La Junta compró a plazos un terreno de 34.000 metros cuadrados al oeste del Hospital San Juan de Dios. Posteriormente, solicitó a algunas casas europeas algunos diseños y, a su vez, le encargó al ingeniero R. Bertoglio y a Manuel Antonio Quirós realizar los planos del inmueble. Se trajeron materiales de Europa de la mejor calidad, el hierro para el techo, las puertas, las ventanas, las cerraduras y los vidrios. En 1886 empezó la construcción del nuevo edificio siguiendo el plano de ingeniero Bertoglio, con un estilo neo-gótico. La obra avanzó a paso lento y como los fondos que generaba la lotería no alcanzaban, en 1887 se decidió solicitar un préstamo al Banco de la Unión por 60.000 pesos, los cuales se irían pagando mensualmente con las ganancias de la lotería.
Por fin, en 1889 se termina el edificio, que consta de dos alas o pabellones de distribución simétrica y estilo neoclásico que fueron diseñados por el ingeniero Jaime Carranza, y la capilla central que remata con una sencilla y bella cúpula. La amplia y espaciosa edificación, con grandes jardines externos e internos, construida de ladrillo, con un zócalo de piedras colocadas de canto, es inaugurada con gran pompa en el mes de mayo por el I Designado, el Dr. Carlos Durán y otros altos dignatarios. En lo alto, sobresale una placa de mármol centrada en el frontispicio en la que se lee: Hospital Nacional de Insanos – Junta de Caridad – 1885-1889.
El periodista que cubrió la inauguración de este importante hospital dijo lo siguiente: “La ciencia y el arte lo han modelado, y no se echan de menos en él ni las condiciones higiénicas ni aquellas que se relacionan con la belleza y la solidez, la amplitud y la distribución adecuada del objeto. En la América Latina ha venido a ser el tercero entre los de su género, y tal vez el segundo a juicio de personas entendidas en la materia. El hermoso Hospicio tiene ya todo el mobiliario que se necesita; mobiliario excelente traído de Inglaterra con estudiada elección, de modo que corresponda a su fin. También contaba con dos loqueros ingleses, marido y mujer; personas muy recomendables por la pericia que tienen, como muy avezados en el oficio”.
Dos años después de inaugurado se consideró de utilidad y necesidad hacer un parque y la siembra de árboles y palmeras reales en los terrenos del Asilo. A su vez, el gran crecimiento del Hospital y dado que el edificio ya no tenía capacidad para alojar a los enfermos, se dispuso que el Ing. Enrique Invernizzio confeccionara los planos de ampliación del mismo.
A este nosocomio se le ha conocido a través del tiempo como Asilo Nacional de Locos, Asilo de Idiotas, Hospital de Dementes y a nivel popular “Las Palmeras”; sin embargo, su nombre oficial fue Hospicio Nacional de Insanos hasta el año 1897, en que se cambia el nombre a Asilo Chapuí, para así hacer honor al sacerdote de madre costarricense y padre genovés que tanto había ayudado a los habitantes de San José, donando al Estado tierras del Valle de Mata Redonda y Las Pavas. El presbítero Manuel Antonio Chapuí y Torres fue el cura de la provincia de San José desde enero de 1772 hasta su fallecimiento, el día 2 de octubre de 1783.
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Los dos grandes leones de mármol que flanquean la entrada al subir las escalinatas fueron posiblemente colocados después de 1897, ya que llevan como leyenda “Hosp Chapui”.
Justo y necesario es nombrar algunos de los miembros de esa Junta de Caridad que fue visionaria y que actuaron de manera filantrópica. La mayoría de ellos lo hacía sin cobrar ningún salario, sino ad honorem: el Presbítero Anselmo Llorente y Lafuente, José Joaquín Mora, Francisco María Iglesias, Bruno Carranza, Vicente Herrera Zeledón, Dr. Carlos Durán Cartín, como muchos otros a través del tiempo.
El aporte de los médicos y el personal para ese centro es invaluable y esencial para la historia de la medicina nacional. Como datos interesantes podemos nombrar que, el profesor Tomás Calnek, quien fuese el primer médico director de este entonces Hospital de Insanos, aportaba su sueldo a favor del Hospital San Juan de Dios. A su vez, el Dr. Eduardo Pinto, que lo sustituyó en 1890, estaba estudiando en Europa cuando recibió una carta de los miembros de la Junta, pidiéndole que cambiase su especialidad por la de psiquiatría, para que pudiese venir a hacerse cargo del recién creado hospital, a lo que el joven accedió. El doctor Maximiliano Bansen fue director hasta 1901.
Lamentablemente, cincuenta años después, parte del edificio fue demolido para dar paso al Hospital Nacional de Niños y este sucumbe para la ampliación hacia el oeste del Hospital San Juan de Dios.
Lo que queda del inmueble fue declarado Patrimonio Histórico Arquitectónico mediante el decreto ejecutivo número 4126-C del 24 de setiembre de 1974, donde se declara monumento nacional la nave central, las naves laterales, la cúpula y la entrada a esas instalaciones, correspondientes al antiguo asilo.
Ahora situémonos en el presente. Lo que queda de esta edificación está en estado lamentable, por lo menos así parece por fuera. Nos preguntamos por qué y no lo entendemos, ¿No debe cuidarse el patrimonio? ¿Habrá algún interés en que se degrade más y más hasta que se derrumbe?.
El esfuerzo de nuestros antepasados por dotar al país de un hospital que atendiera los problemas cada vez más urgentes en relación con la salud mental y, a su vez, de poner todo su empeño para que este lugar reuniera todas las comodidades posibles, fuera estéticamente armonioso y que perdurara en el tiempo, debe prevalecer, aunque sea en su mínima expresión. En la actualidad, del imponente edificio del asilo tan solo se conserva la nave central, porque los pabellones laterales fueron demolidos a finales de la década del 50, los jardines y las bellas palmeras reales también perecieron.
Esto nos lleva a pedir, casi a exigir, que la cúpula de la bella capilla y lo poco que queda de este nosocomio, sean restaurados como patrimonio que son, ya que son fragmentos de nuestra historia. No restaurarlos y dejar que perezcan es no reconocer el esfuerzo de todos aquellos valientes y visionarios ciudadanos que en el año del señor 1885 se empeñaron en levantar este necesario y bellísimo edificio para el bien y gloria de la Patria. ¡Cuidado, nos caemos a pedazos!
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