Destellos de Borja Jiménez en tarde de amagos sin traca final en Las Ventas
A Madrid venían Fernando Adrián y Borja Jiménez con el título de triunfadores de San Isidro y Beneficencia, que es mucho y por eso el mano a mano por Otoño estaba justificado y tenía su interés. Borja, además, había triunfado en su tierra, Sevilla, por San Miguel y al día siguiente sufrió una lesión en la mano que puso en el aire su comparecencia hoy en esta plaza. Como los toreros son de otro planeta aquí estaba anunciado. De blanco y oro. De valor y oro. De querer y oro. Se fue a la puerta de los miedos y el toro, que era el segundo, se frenó en la misma boca. Como quien mira en pleno duelo. Lo que debe ser estar ahí abajo. Estalla el pulsómetro. Pantalla en negro. Lo bueno vino después porque Borja echó lo vuelos al toro, muy por delante y las tres o cuatro verónicas fueron puñeteros fogonazos y Madrid crujió. Y esta plaza, tan indeseable tantos días, no se olviden que cruje como ninguna. En el remate ya había saltado la chispa final. El toro fue en el caballo y de lejos. Nos quedamos con ganas de ver si otra hubiera tomado el toro. Después se aplacó con la muleta y sacó calidad. La distancia corta la llevaba peor. Jiménez firmó las primeras tandas con mucho relajo, quiso después usar la inercia de la distancia media, pero lo mejor fue sin duda el epílogo a dos manos, genuflexo, con torería y sentimiento. Buen colofón, a pesar del pinchazo, como para pegarse la vuelta al ruedo.
Metraje de la faena
A portagayola se fue también con el cuarto, que embistió con todo, como un tren que cada vez pasa más cerca. Borja Jiménez porfió con la muleta, pero el toro tenía mejor embroque y más desagradable final. Con lo que no estuvo acertado Borja fue con el metraje de la faena: si la cosa no va mejor abreviar antes que amontonarse.
Le pasó por encima el sexto en la puerta de toriles, porque también se fue allí a recibirlo. Bravo fue el toro en el caballo y Espartaco lo picó bien. Que maravilla es este tercio. El toro es sagrado y hay que respetarlo. Tuvo movilidad después, pero salía desentendido y con dos revoluciones menos. La faena fue perdiendo gas y la cosa quedó en nada, como la tarde.
ASí fue la tarde de Adrián
Fernando Adrián despertó la tarde yéndose a la puerta de toriles. Después de salir ileso y bien de ese trance le pegó al primero de la tarde tres o cuatro faroles. El animal fue encastado y con esa parte de exigencia que conlleva. Adrián lo toreó muy cerrado en tablas, pesaba ahí el animal que necesitaba desprenderse de querencias. La muleta volandera fue a la contra y en esa línea delgada que hace que aquello cruja o se quede en tierra de nadie y la faena de Adrián naufragó.
Colocaba el tercero la cara muy abajo, pero tenía el recorrido muy corto. Fácil no era; interesante sí. Adrián no volvió la cara, otra cosa es que diera con las teclas. Firmó una faena larga muy metido en el tercio sin acabar de levantar aquello.
Su última bala la tenía con el quinto y se puso de rodillas en el centro del ruedo para comenzar la faena con dos pases cambiados por la espalda hasta que ahí salió prendido. El toro tenía movilidad y repetición, también la arrancada corta. No pasaba una. Metidísimo entre las rayas hizo toda la faena con un exceso de valor, pero sin medir la condición del toro que tenía delante. En muchos momentos lo pasamos mal, por sentir que estaba a merced. Los pactos entre el riesgo y el arte deben ser otros.
Ficha del festejo
Las Ventas. Quinta de feria. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, encastado, exigente y con poder; 2º, bueno y de calidad; 3º, encastado, muy humillador y de corta arrancada; 4º, complicado; 5º, con movilidad y corta arrancada y 6º, encastado en el caballo y a menos. Casi lleno.
Fernando Adrián, de tabaco y oro, estocada caída (silencio); estocada (silencio); pinchazo, aviso, dos descabellos (saludos).
Borja Jiménez, de blanco y oro, pinchazo, estocada (vuelta); pinchazo, media, cuatro descabello , aviso (silencio); estocada defectuosa (silencio).