El legado hemisférico de Jimmy Carter
El 10 de diciembre del 2002, al entregar a Jimmy Carter el máximo galardón mundial de la paz, Gunnar Berge, presidente del Comité Nobel noruego, cerró su elogioso discurso con estas palabras: “Probablemente no pasará a la historia de Estados Unidos como el más eficaz presidente, pero con certeza ha sido el mejor expresidente”; también, el más longevo, con 100 años cumplidos este 1.° de octubre.
La ocasión ha sido propicia para reevaluar su legado desde múltiples ópticas, lejanas o cercanas a la feliz frase de Berge. La síntesis me obliga a mencionar solo su gran aporte global: los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto. Para América Latina, sus cuatro años de presidencia (1977-1981) y los 43 transcurridos desde entonces arrojan un balance mucho más sólido y diverso.
En una época de voraces dictaduras, convirtió los derechos humanos en eje de su política hemisférica. Negoció y logró ratificar los tratados del canal de Panamá en 1977 y su devolución dos años después. Apoyó los esfuerzos de Costa Rica para lograr las ratificaciones que permitieron la entrada en vigor de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Aceleró la caída del dictador Anastasio Somoza en 1979. Utilizó el peso de Estados Unidos en organismos financieros internacionales para presionar y obtener concesiones de los regímenes militares. Sin embargo, no siempre lo logró, y falló en su política de “normalización” con Cuba.
En 1982, junto con su esposa, Rosalynn, fundó el Centro Carter, en Atlanta. Muy pronto se convirtió en referente mundial sobre estándares electorales, y ha impulsado votaciones libres y abiertas en América Latina, como demostró al documentar y denunciar el fraude en Venezuela. Afectado desde hace años por un cáncer, Carter sobrevive con cuidados paliativos, esperando el 5 de noviembre para votar por Kamala Harris.
Junto con Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, me atrevo a definirlo como uno de los tres mejores presidentes para América Latina y, sin duda, el más consecuente tras dejar el cargo. Más allá, basta destacar, como hizo el Comité Nobel, “sus décadas de incansables esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, hacer avanzar la democracia y los derechos humanos, y promover el desarrollo económico y social”. Berge tuvo razón.
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El autor es periodista y analista.