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Сентябрь
2024

Rafael Reig: «Entre el bien y el mal hay una raya, y lo que importa es a qué lado estás de la raya, no a qué distancia»

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Abc.es 
Casualidades de la vida, este año 2024 han visto la luz dos novelas muy parecidas sobre espías un tanto peculiares cuyos autores son dos grandes de nuestra literatura actual . Una es 'Tres enigmas para la Organización', del gran Eduardo Mendoza, y la otra es del autor que ha venido este lunes a Toledo a presentar su libro. Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) ha estado en la Librería Taiga de la capital toledana para dar a conocer su nueva novela, 'Cualquier cosa pequeña' (Tusquets), una trepidante historia de espías en un paraíso fiscal ficticio al final de la Guerra Fría , al más puro estilo de Graham Greene, a la que se añade su ironía y brillantez en el uso del lenguaje como marca de la casa. -«Cualquier cosa valiera por mi vida esta tarde. Cualquier cosa pequeña si alguna ha». ¿Qué le dicen y por qué le atrajeron estos versos del poema 'Adiós', de Claudio Rodríguez, para titular su novela? -Claudio Rodríguez es uno de mis poetas indispensables. Conocía la hondura y la belleza de su obra desde muy joven, y el motivo por el que me atrae lo desconozco todavía. Valéry decía que la poesía es una prolongada oscilación entre el sonido y el sentido, y así lo creo. Por sí solo, el sentido de un poema no tiene importancia, ni tampoco lo bien que suene al oído: el misterio empieza al provocar esa oscilación entre uno y otro. -De hecho, la historia que usted cuenta habla de cosas pequeñas, pero que luego tienen su trascendencia. De hecho, al final de la novela hay una reflexión que dice Ginés Loyola (jefe del grupo de espías que la protagoniza) y resume el leitmotiv del título: «Pase lo que pase, siempre encontramos una solución, incluso sin buscarla, lo que ya debería habernos hecho sospechar de nuestras soluciones, que se limitan a sustituir un problema por otro, no pocas veces de mayor tamaño». Aparte de buscarnos problemas, ¿no cree que tendemos muchas veces más que nos den las soluciones que a buscarlas nosotros mismos si nos fijamos en cómo funciona el mundo actual? -A mí me pasa a menudo que la gente me cuenta sus problemas para que les ofrezca soluciones y así poder rebatirlas una detrás de otra, cosa que al parecer produce una gran satisfacción. Como juego, no está mal, pero es fastidioso al poco rato, así que siempre acabo pensando que los problemas no se resuelven, sino que se disuelven. Lo mismo nos pasa a todos nosotros, nos disolvemos sin habernos resuelto. -Aunque el noir se viste últimamente de novelas de acción y thriller, usted apuesta claramente por las convenciones del género negro con un toque personal y un sentido del humor propio de los clásicos de la literatura hispánica. ¿En la variedad está el gusto o cree que abundan demasiado los estándares del mundo audiovisual en este género? -Como dice mi amigo Javier Azpeitia, si aparecieran los dos primeros libros del mundo, uno sería una imitación del otro, y solo el segundo, el que copia, sería literatura. Sin tradición establecida, no hay posibilidad de creación original. Por eso hay que conocer lo mejor que se pueda la tradición, para no incurrir en la banalidad petulante. -Usted le debe mucho a los clásicos, como se ve en su obra y, en concreto, en sus novelas 'Manual de literatura para caníbales' y 'Señales de humo'. ¿Qué visión le ofrecen los autores del pasado que no le dan los actuales? -También leo a mucha gente viva e incluso a la que conozco o he conocido y con quienes me he tomado no pocos vinos, como por ejemplo con Claudio Rodríguez. Pero me parece más difícil disfrutar de la poesía de Claudio sin haber leído a san Juan de la Cruz o a Eliot, a quienes él conocía de pe a pa. El problema es que la literatura solo adquiere sentido e intensidad dentro de la literatura. Se puede descubrir el Mediterráneo, pero es más gozoso descubrirlo habiendo leído a Homero. Sin haberlo leído, no es más que una cuchufleta, por muy graciosa que resulte. Las chirigotas son muy buenas y muy santas, pero no excluyen formas de diversión que exigen más esfuerzo y ofrecen más placer. -El contexto de la novela es el asesinato a tiros de un candidato a la presidencia en la isla imaginaria de Dragonera, paraíso fiscal en el Atlántico y nación no alineada en los años difíciles de la Guerra Fría, en concreto en 1979. Los encargados de investigar la muerte son cuatro detectives casi retirados dirigidos por Ginés Loyola, un militar jubilado quemado por la vida. ¿Tan aburrida es la actualidad y la realidad que merece más la pena ficcionar un pasado remoto e imaginario? -Bueno, impugno la pregunta, si me lo permite. Un ejemplo: la novela 1984 de Georges Orwell, ¿de qué actualidad trata? Desde luego no de la de 1984, año en el que yo era un veinteañero y que conocí mucho mejor que Orwell. ¿No se refiere más a la actualidad de 1948, su año de publicación, que Orwell conocía mucho mejor que yo? Pero lo más interesante es que esto funciona en ambas direcciones: ¿por qué no puedo yo leer las Coplas de la panadera o la poesía de Ausiàs March como si se hubieran publicado ayer y trataran de la actualidad? Claro que puedo, y funciona. Y más difícil todavía, para nota: siendo las coplas y March contemporáneos (mediados del siglo XV), ¿tratan de la misma actualidad? ¡Ni por el forro! Como también les sucede a muchas obras de nuestro tiempo. Así que, lo que se llama «la actualidad» no existe, no es más que lo que sale en la prensa, por la tele o en internet. Siempre he defendido que hay que leer en defensa propia, para que no nos impongan la actualidad que les interesa a los poderosos. Como sabe todo el mundo, nada nos hace más libres que leer a escondidas de los padres o los profes, de la prensa y la tele, y de los que nos dicen lo que tenemos que leer. -Lo que sí tienen en común ese tiempo de la novela y la época actual son los mismos valores: la corrupción, la codicia, las ansias de poder, …, aunque siempre hay un hueco para la humanidad bien entendida. ¿Hacia dónde tiende más la balanza de su percepción entre el bien y el mal? -Esa balanza mía, si la tengo, tiende hacia Cicerón: entre el bien y el mal hay una raya, y lo que importa es a qué lado estás de la raya, no a qué distancia. Cuando se discute a qué distancia, empiezan el mal menor, las empresas ecológicas y los políticos humanitarios. -También se puede ver en su novela es que sus personajes beben y comen, no sé si muy bien, pero mucho. ¿En qué se ha inspirado para presentarnos esa rica oferta gastronómica? -La líquida es de cosecha propia, digamos autobiográfica. La sólida es una recreación de lo que me gustaba y lo que aborrecía en mi infancia. -Esperemos que los espías no sean tan patéticos como los de 'Cualquier cosa pequeña' o los que protagonizan 'Tres enigmas para la Organización', de Eduardo Mendoza. ¿Es casualidad o no encontrar dos novelas parecidas en el mismo año? -Sin duda, casualidad. Dadas las fechas de publicación, es imposible que nos hayamos leído el uno al otro. No siendo religioso, acepto las casualidades, y no las atribuyo a un orden desconocido o misterioso, y mucho menos a conspiraciones. -Usted, que ha tocado casi todos los palos literarios, ¿por dónde van los tiros, nunca mejor dicho, de su próximas creaciones? ¿Quizás por recuperar a su detective Carlos Clot o por otros derroteros? -Eso no lo sé. Yo escribo y escribo. Cosas en un cuaderno, otras en otro, y así todo el tiempo. A veces intento juntar dos o tres cuadernos en una misma historia y casi nunca funciona, otra veces llega el enésimo cuaderno y funciona, en otros casos me canso de todos esos cuadernos, empiezo uno nuevo y la novela sale sola, aunque no sin esfuerzo. Como no sé pensar (ni tengo costumbre), necesito escribir demasiado para pensar y que salga una cosa pequeña, cualquiera.