Daniel Hermosilla, CEO de Rodiñas: «Quien supera el idioma, el lugar y la cultura convierte el mundo en su mercado»
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Daniel Hermosilla se define como técnico, aunque su faceta como divulgador se hizo patente en el libro donde es protagonista junto a su autor, Antón Baamonde: 'Galicia, distrito industrial'. Su carrera está ligada al mundo de la prefabricación de estructuras de hormigón, a la construcción industrializada. Tras pasar por varias empresas, donde ostentó cargos como director técnico y responsable de montaje y fabricación, se puso al frente del grupo de Rodiñas, donde continúa de CEO tras mantenerla a flote después de la crisis que golpeó de lleno al sector en 2008. En el libro pones en valor el pasado y presente industrial gallego. ¿Por qué no debería de chocar la conjunción de Galicia e industria? Me da la sensación de que hay varios clichés y prejuicios. Pienso que todo el mundo tiene asumido que Galicia es una sociedad básicamente urbana, con la red de ciudades y conexiones como el eje atlántico que nada tiene que ver con esa imagen de una señora con mandilón, con una vaca, que insistentemente nos tratan de vender. El problema es que la percepción propia que tienes de ti mismo es determinante para lo que vas a ser capaz de hacer en el futuro. Si te ves como un país atrasado, nadie va a percibir que de ese territorio puedan venir ideas modernas, productos sofisticados. La idea es combatir ese cliché. Empleas el término distrito industrial frente al de sector. ¿Cuál es la diferencia? Los economistas clásicos contemplaban como verdad absoluta que para tener una gran cantidad de producción y rendimientos crecientes y continuos era necesario contar con grandes unidades de producción, grandes compañías. Alfred Marshall fue el primero en acuñar el término afirmando que no siempre tiene por que ser así si se dan ciertas circunstancias. En el libro se explica cómo existen pequeñas y medianas compañías muy orientadas a la innovación, con una voluntad de colaboración muy grande, muy vinculadas al territorio, con vinculaciones sociales que forman parte de una red muy tupida donde las relaciones son de colaboración y entre iguales, donde el conjunto les permite ser más que individualmente. Todo esto es lo que llamó distrito industrial, que luego desarrolló Biccanti. En Galicia, donde tenemos muchas compañías de este tipo, podemos abordar productos de gran calidad y con capacidad de exportar y entrar en mercados complejos si somos capaces de crear esa malla, esa red, de crear nuestro propio distrito industrial. De hecho, hay zonas donde ya se dan protodistritos. ¿Hablas de las áreas industriales de Vigo y de La Coruña? Sí, allí pasan cosas que a veces pasan desapercibidas. En el caso de Vigo, con toda la concentración del mundo de la automoción y naval, que se fue derivando a otros sectores y donde hay una disponibilidad de servicios técnicos sofisticados de ingeniería, robotización, digitalización dirigidos al mundo de la automoción pero que ahora se están infiltrando en otros sectores, cuya implementación se retrasaría seguramente décadas de no ser por el punto de partida. Ahora, las conserveras son plantas totalmente robotizadas gracias a estas empresas, también el mundo de la madera. Después, en el norte, el fenómeno Inditex genera una influencia muy alargada y allí encontramos compañías super especializadas de construcción de tiendas, fabricación, diseño, etc. Lo fabuloso de eso es, al margen de las técnicas y el conocimiento que desarrollan, el cambio de mentalidad. Una persona que se mueve por todo el mundo, que es capaz de trabajar en mercados con distintos idiomas, diferentes normativas, distintas culturas de trabajo… para una persona que consigue superar todo eso, el mundo se convierte en su mercado. Y cuando ocurre en 10, 15, 20, 30, 50 compañías, eso supone un acelerón para todo el territorio que de otra forma sería impensable o llevaría décadas, y eso está pasando, lleva un tiempo pasando. Cuando todas esas compañías empiecen a funcionar en red, no solo mirando hacia la gran empresa tractora, sino que empiecen a mirar en horizontal, a ver las complementariedades y sinergias que pueden surgir entre ellas, que ya ocurre, pasan cosas muy interesantes. ¿Por qué sigue vigente en el imaginario colectivo esa imagen de Galicia como una zona eminentemente rural? Es un mantra que está ahí, que puede llegar a a ser gracioso pero que yo lo entiendo como totalmente nefasto. Yo viví eso personalmente, porque cuando vas a vender un producto a otros sitios, supuestamente más desarrolladas económica o tecnológicamente, nunca esperan que les puedas ofrecer algo cuando la realidad no es así, pero ya de entrada tienes que superar ese handicap. Y eso se puede contabilizar, eso cuesta dinero. No se de donde viene esa imagen, supongo que hay cierto romanticismo o el hecho de que Galicia fuese, posiblemente, uno de los territorios que más rápidamente pasaron de rurales a urbanos. Y eso genera cierta distorsión y desequilibrio en las identidades de muchas generaciones que es fruto de muchos factores. En cualquier caso, considero que es un tema que debemos solucionar cuanto antes, porque lo vamos a pagar caro. Respecto a la construcción, tu sector. ¿Sigue de capa caída desde la crisis de 2008? En primer lugar, a mí me molesta mucho ese sambenito que se pone a la construcción de sector vinculado a la corrupción, porque considero que es un sector estratégico. Ahora se está hablando de que va a haber una relocalización de grandes industrias, con grandes proyectos de todo tipo: del sector lácteo, la automoción, las conservas, la madera… de todo. Y vinculado a dinero europeo, que implica plazos muy restrictivos que cuando no se cumplen se pierde, y para llegar a esos plazos es necesario construir todo eso, tiene que pasar por las manos de la construcción. Por lo que si no tienes un sector eficaz y moderno no se puede realizar la relocalización y reindustrialización. Por otra parte, el gran problema de la década parece que va a ser el de la vivienda: hay que construir más vivienda. Se habla de que el problema es la planificación, la generación de suelo urbano, y es así, pero también se junta la falta de personal que, por muchos motivos, la construcción no es atractiva para los jóvenes, por lo que parece evienete que tenemos que cambiar la forma de construir. Y a eso estamos, a industrializar todo el proceso, construir más en factorías, más ensamblado, que requiere de menos personal pero más cualificado, que ese sí que lo tenemos y hay que evitar que emigre. También hay un aumento de costes de los materiales e insumos. ¿Supone también un freno a este proceso? Hace unos años se produjo inestabilidad por el aumento de costes del acero y la electricidad, pero ahora están más estables, lo que es necesario para trabajar, hacer presupuestos y tener un mínimo de garantías. Pero la dificultad es cómo hacer un sector atractivo para los nuevas generaciones, porque también hay muchos clichés respecto al trabajo en la construcción. Cuando se habla de la construcción se muestra una imagen que, sin dejar de ser cierta, no es representativa, como el trabajador en una zanja de barro. Hoy en día hay muchos oficios en la construcción, más cualificados y que no están expuestos como ocurría hace 30 o 40 años. Pero eso tampoco somos capaces de transmitirlo. ¿Podemos afirmar que el mantra de que la mejor política industrial es la que no existe está superado? ¿Qué papel deberían jugar las administraciones en la llamada reindustrialización? Yo pienso que está claro que esa afirmación fue un error. Hubo sitios que no se lo creyeron, como en el País Vasco, donde se llevaron a cabo políticas que dieron resultado. El tema es que ahora estamos en un momento donde se rompieron las cadenas globales de suministros y la idea de que China iba a ser el taller y nosotros la parte de diseño quedó claro no va a ser así. En el nuevo reajuste de bloques está claro que si dependes absolutamente de los demás supone una vulnerabilidad tremenda. Esto implica que habrá que relocalizar fábricas, sectores de los que ahora importamos todo. Necesita estudios, análisis, localización… política industrial. Por qué sectores apostamos, en cuales tenemos ventajas competitivas y en cuales no, todo eso es la política industrial y los gobiernos tienen que asumir que es así, tiene que ser activa. ¿Consideras que se está aprovechando la llegada de los fondos europeos NextGeneration para impulsar la reindustrialización? Al venir, precisamente, de esa ausencia de políticas, los proyecto no se pueden generar de la noche al día. Si las ideas estuviesen ya consolidadas, los vectores hacía los que se quiere ir y el problema fuese la falta de financiación, el problema en el que esta llega se pondrían en marcha. Pero claro, aquí me da la sensación de que aparece esa 'megafinanciación' y luego tenemos que inventarnos los proyectos e improvisarlos. Y hacerlo así cuesta más, claro. ¿Tenemos capacidad para competir con otras economías como China o los tigres asiáticos? A cuento de lo que está ocurriendo con los coches eléctricos, un sector clave para Galicia. Hace unos días se publicaron las balanzas comerciales por comunidades autónomas y quedó clara la capacidad de exportación de la economía gallega. Prácticamente todo lo que se produce en Galicia es objeto de exportación: los coches, el textil, la leche, la carne, el pescado, la madera, el vino, la pizarra, el granito,etc. Partiendo de ahí tenemos que ver que eslabones nos faltan en la cadena de valor, cuales son los que más aportan, los procesos que no se llevan a cabo aquí, lo que se exporta para que otros culminen, eso es lo que tenemos que analizar al margen de aspectos tan globales. Galicia por sí sola no puede hacer gran cosas, pero hay que analizar si tenemos completas todas estas cadenas de valor. ¿Hacemos todo lo que se puede hacer con la leche, con la madera, con el pescado? Y después, por supuesto sectores como la biotecnología, el sector TIC que está surgiendo en el entorno de La Coruña es impresionante y puede dar mucho más de sí. Creo que no hay que inventarse nada, simplemente, ver si lo que hacemos lo estamos llevando a su límite. El cambio de ciclo que parece asumir el mundo desde la pandemia y ante el auge de un mundo bipolar en las últimas décadas, lo que algunos llaman como reshoring, ¿supone una amenaza al modelo productivo gallego? Si cuaja esa política de bloques, la vuelta a los aranceles y el proteccionismo, entiendo que empobrece a todo el mundo. Los mercados se hacen más pequeños y hay que producir en sitios donde es menos eficaz y eso va en contra de todos, no solo de Galicia. Recuerdo en un libro como se decía que cuando las mercancías no cruzan las fronteras lo hacen los soldados. Todo eso, evidentemente, para mí son malas noticias. ¿Qué papel debe jugar la integración de las energías renovables, como la eólica o el hidrógeno verde en la reindustrialización gallega? Teniendo en cuenta que tenemos condiciones para producir energía o la cantidad de agua. El agua es fundamental. En Galicia se están instalando empresas que vienen aquí precisamente por el agua. Estamos viendo como en el sur de España se están dejando de producir ciertos cultivos por estos motivos que vienen para aquí, como los frutos rojos o fresas que aquí no se producían. La clave está en utilizar los recursos y, para mí, la primera clave del conservacionismo es que en el territorio tiene que haber gente. Para ello tiene que haber actividad económica, dentro de las normativas. Si los recursos tienen impacto en el territorio y permite que se relocalicen industrias que consuman hidrógeno o la energía renovable, bienvenidos sean. Ahora, si vamos a ser un productor de energía para reindustrializar otros territorios entiendo que no tiene sentido. Y para eso tenemos a las administraciones, para garantizar que los recursos tengan un impacto económico positivo y garanticen el aspecto ambiental. ¿Cuáles son los principales retos de la economía gallega de cara al futuro? En el libro hablamos de las Galicias soñadas, lo que podemos aprender de otros territorios como el norte de Italia, el cómo transformar la estructura productiva sin dejar de hacer aquello en lo que ya hay conocimiento. ¿Qué ayer producíamos grelos y mañana cohetes? No funciona así, hay que aprovechar el conocimiento que tenemos. ¿Por qué Galicia no podría ser la Baviera del sur en el tema forestal? Cuentan con una superficie forestal similar y factura diez veces más, es el segundo producto que más exporta.