Por un código urbanístico sin tongos ni al tun tun
La reforma del Código Urbanístico porteño (CUR) se discutió en la Legislatura porteña de forma acelerada porque hubo un decreto del Jefe de Gobierno, de suspensión de todas las obras, que tiene su lógica. Todo cambio en el código genera un movimiento de presentación de documentación y de planos para registrar proyectos y "pisar" normas. Hay un antecedente histórico, cuando fue el cambio del código en 1977 se presentaron 7 millones de metros cuadrados justamente para 'pisar' norma. Para dimensionar la cifra, en la Ciudad de Buenos Aires se construye, en promedio, alrededor de 1.800.000 m2 por año.
La modificación del Código en 2018 también se da fundamentalmente por el impacto que tuvo en los barrios y cómo fue alterando sus identidades, lo que generó un gran movimiento de vecinos que pidieron modificaciones urgentes en zonas como Villa Devoto, Belgrano, Coglhan, Chacarita, Villa Crespo. Este CUR 2024 busca dar una respuesta a la tensión generada en diversos sectores de la población porteña ante un notable incremento de construcciones en zonas de casas bajas que impactó en las identidades barriales.
Y desde este jueves la respuesta se empezó a materializar: una gran parte de la modificación del Código es para sostener la identidad barrial. ¿Cómo sucede eso? Fundamentalmente desalentando la construcción, una de las formas es aumentando el tamaño obligatorio del pulmón de manzana, con lo cual se disminuye el recorrido de las futuras obras, y también modificando alturas máximas. Desalentando la construcción es la forma en que el Código va a sostener las entidades barriales.
La modificación tiene otra parte importante, la categorización final de las viviendas patrimoniales y otra aún más compleja como era la "capacidad constructiva adicional", en la que se podía transferir capacidad constructiva al norte siempre y cuando se invierta en el sur. Eso resultó complejo y quedó abierta la definición hasta la segunda lectura, ya que es vital precisar con exactitud y sin grises las zonas, la operatoria y la seguridad jurídica.
La Legislatura pudo debatir y debemos resaltar que todas estas cuestiones tan complejas tendrán como consecuencia que serán parte de una Ley, y no de una pata administrativa del Ejecutivo. Y aquí radica otra de las claves, disminuir fuertemente la discrecionalidad de un área siempre polémica como la Dirección General de Interpretación Urbana.
Estamos ante una oportunidad que la vamos a terminar de moldear de acá a diciembre, cuando tenga su segunda lectura, para que los vecinos estén conformes. Los bloques de los diferentes partidos debatiremos con diferencias pero acordando. Es la Legislatura porteña el lugar donde se da una discusión profunda de algo tan complejo como la reforma de un código urbanístico. Y donde se define cómo será la Ciudad a corto y largo plazo, sin tongos ni al tun tun.