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Cineastas, soldados y ballenas: el mundo literario de László Krasznahorkai

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Con la publicación de su primer libro, la policía húngara sometió a un interrogatorio al escritor László Krasznahorkai. Lo acusaban de cultivar una literatura «politizada», un argumento que él rechazó de manera reiterada hasta que los agentes agotaron su paciencia y les replicó: «Les dije que no me dedicaba a la política: "¿Por qué cree que yo voy a querer escribir sobre personas como usted?". No les gustó mi respuesta, pero no me pegaron. Aunque sí me advirtieron que diez años atrás, por esa contestación, la cosa habría resultado para mí muy diferente». El novelista, que dedicó su discurso de recepción del Premio Formentor a la nostalgia del retorno, reconoció que «nosotros jamás hemos contemplado los terrenos ocupados por los soviéticos como el espacio de una narración política. Nosotros solo queríamos hablar de las personas. Despreciábamos el comunismo».

[[QUOTE:PULL|||"El verdadero peligro hoy en día es que el mundo pueda acudir a supermercados a comprar conceptos, revoluciones"|||László Krasznahorkai]]

Pero no es del todo así, como lo cuenta él, y la realidad es que las páginas de su obra están empañadas de un ideario o de una mirada que esconde un horizonte político. «Los periodistas deberían mantener en secreto que existe la literatura. Eso nos ayudaría a que prosiga, porque el verdadero peligro hoy en día es que el mundo pueda acudir a supermercados a comprar conceptos, revoluciones. Que los podamos adquirir en grandes almacenes. Me gusta esa revolución, pues ahí tiene el precio, puede comprarla».

Él mismo ha aceptado que es un autor particular, que escapa de los parámetros corrientes que se suelen emplear para medir a los demás, aunque él prefiere declinar elogios y alabanzas, y solo asegura que «todos los escritores son diferentes. Hay algunos autores que saben a quiénes escriben y otros que no tienen ni idea de para quiénes escriben. Ojalá yo supiera para quién y para qué escribo. Yo no me identifico con ningún escritor porque lo que hago no lo hace ningún otro, y menos me puedo comprar con Thomas Mann, un hombre que tenía tan bien organizada la vida: unas horas para escribir, otras para responder cartas, otras para pasear... Cada autor uno tiene su forma de escribir».

Entre esas amistades a las que se refiere está el novelista Thomas Pynchon, al que, ha reconocido, si le dieran el [[LINK:TAG|||tag|||6336131e1e757a32c790b8e3|||Premio Nobel]] acudiría enseguida para después entregárselo a él. «Yo escribo en mi mente -añade después-, no necesito circunstancias precisas». Y acto seguido asegura: «Yo diría que si tengo una patria es la lengua húngara y no sé si es la lengua húngara que vive en mí o si soy yo el que vive en la lengua húngara». Y justo en esa nación particular que es su idioma, el novelista ha escrito un relato comprometido con este tiempo, que alude a una realidad muy dura: siempre hay guerras en el planeta. «No puedes moverte por la Tierra sin encontrar una guerra. Ningún libro es capaz de impedir lo que está ocurriendo en Israel o Ucrania. No es capaz de producir ese efecto directo».

Dos hombres heridos

El novelista avanzó que ha escrito una historia corta basada en la[[LINK:TAG|||tag|||6336146e1e757a32c790bb29||| guerra de Ucrania]]: «Es un relato corto sobre dos soldados heridos. Uno tiene una herida en el ojo, el otro, en el estómago. El que tiene la herida menos grave, mientras espera ayuda, entretiene a su compañero. Como es un gran aficionado a Aldous Huxley y su "Mundo feliz", le narra esa historia a su amigo para mantenerlo con vida. Le dice que le escuche, que cuando todo lo que están viviendo termine, habrá un mundo maravilloso donde la inteligencia artificial se ocupará de todo y los ancianos no tendrán que ir a la compra. Le promete eso mientras están tendidos en el barro. También afirma que habrá un momento en que no necesitaremos guerras, que ya no habrá ninguna más, pero, entonces, al acercarse a su colega descubre que ha muerto... No podemos ayudar si la maldad y la estupidez humana se alían. Esta es la realidad. Y mucho menos la literatura. Yo no le puedo prometer a nadie un futuro feliz».

Krasznahorkai también evocó en una rueda de prensa sus inicios en el cine y su encuentro con Béla Tarr, el director que ha adaptado sus libros. «No me gustan los que trabajan en el cine y no me gusta el cine. En 1985, en el lunes de Pascua, estaba durmiendo en casa. tenía resaca. Alguien empezó a golpear la puerta. Me levanté y al abrir había allí un pijo con chaqueta de cuero y pantalones de [[LINK:TAG|||tag|||633618b059a61a391e0a1521|||David Bowie]]. Me comentó que acababa de leer una obra mía que entonces todavía estaba en la clandestinidad y que quería hacer una película sobre ella. Era Béla Tarr».

Ese día comenzó una amistad que se ha prolongado durante años y que ha dejado un puñado de grandes filmes. «Yo pienso que una buena obra literaria no necesita una adaptación de ningún tipo. No es necesaria hacer esa obra. Se lo conté a él, pero me convenció de que viera las películas que había hecho hasta ese momento y las cuatro, la verdad, eran geniales. Entonces reconocí que había perdido el pulso con ese hombre. Al poco tiempo yo también llevaba unos pantalones como los de David Bowie. Ahora tengo que seguir viviendo y trabajando con Béla Tarr».

Krasznahorkai ha reconocido que ha aprendido las lecciones del Dalai Lama y que responde lo que le da la gana a las preguntas que le hacen. Quizá, por eso, elude dar una explicación directa al significado que tiene la presencia de la ballena en su obra. Aunque se resiste a la confesión, al final aporta la aclaración que se le pide: «Es un mamífero, pero es sorprendente. Parece un símbolo, pero nunca lo he usado así. No me gustan los símbolos y las alegorías. Odio las alegorías. La ballena es solo una ballena. El misterio es su apariencia. Que pueda existir algo con ese aspecto, un animal tan enorme y a la vez con unos ojos tan pequeños, es suficiente para pensar que es extraño. Una ballena. En principio es inconcebible que pueda existir, pero existe. Como dijo alguien: qué problema más grande has creado solo con tu existencia».