Mamet y Rigola, teatro sin excusas
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El Heartbreak Hotel no es un hotel ni (únicamente) una canción de Elvis. Bajo la dirección de Àlex Rigola abrió sus puertas hace poco en un antiguo almacén de los años cincuenta para dispensar, tal como anuncia en la web, «artes escénicas de mucha proximidad entre las actrices, los actores y el público, a la búsqueda de la excelencia del trabajo actoral, de la intimidad, de la poesía, de la belleza y el pensamiento». Cuarenta años después desde que David Mamet recibiera el Pulitzer por ' Glengarry Glen Ross' , Rigola celebra el aniversario con esta obra sobre la salvaje competición de unos vendedores condenados a colocar apartamentos como sea: al que más venda se le premiará con un cochazo; y el más torpe acabará de patitas en la calle. La lucha por la vida es, en el capitalismo ochentero, la lucha por los contactos. Si te toca una tarjeta premium, la del cliente con poder adquisitivo, lo tendrás más fácil que si el contacto es de segunda división: los pringados preguntan, pero no apoquinan. Cada contacto perdido acerca al vendedor a la puerta de salida. En esta revisión de la pieza que James Foley adaptó al cine con un reparto de relumbrón, Rigola cumple con lo que el Heartbreak Hotel promete. Nada de decorados, solo el título de la obra pintado en el suelo y la lista de nombres de los vendedores que son los nombres de los actores. Apoyado en la pared, Francesc Garrido –el vendedor Garrido– intenta convencer a la jefa de marketing Miranda Gas para que le pase los buenos contactos a cambio de un porcentaje de las ventas que haga. En la pared de enfrente, la vendedora Sandra Monclús propone a su compañero, Andrés Herrera , robar los contactos y venderlos a la competencia. El texto desnudo de afeites escenográficos realza la crudeza de lo que se cuenta: la proximidad convierte la experiencia dramática en una suerte de 'hui clos' del que el espectador no puede escapar. «Soy dramaturgo. Mi vida profesional ha estado dedicada a la representación del conflicto». Así abre Mamet su polémico 'Himno de retirada'. Y Rigola realiza el conflicto en su teatro sin excusas.